Domingo 28 en el Tiempo Ordinario (Octubre 9 de 2016)

Las lecturas de hoy hacen énfasis en la gratitud. La gratitud juega un papel tan central para la Espiritualidad Salesiana que San Francisco de Sales la incluye como parte de su método para la meditación. A continuación reproducimos algunas oraciones salesianas contemporáneas sobre la gratitud:

Gracias Dios: por calmar el apuro de mi alma para que no se tropiece, por reemplazar mi ansiedad y mi preocupación por atención y dedicación, y por recordarme que una sola cosa es necesaria: la confianza en ti.

Gracias Dios por todos los dones que me has dado este día. Sólo tú sabes cuántas veces, en mi afán de hacer las cosas a mi manera, me he tropezado contigo sin siquiera reconocerte. Agradezco la paciencia que tienes conmigo. Pido por que yo pueda permitirte cumplir con tu parte.

Gracias Dios por bendecir mis esfuerzos, sin que te haya importado el que hayan sido grandes o pequeños, o si han sido llevados a cabo bien o mal. Lo único que te ha importado es que yo he hecho un esfuerzo por cumplir Tu Voluntad. Eso siempre ha bastado.

Gracias por responder a mi ira con tu gentileza, por responder con tu verdad a mis mentiras insignificantes, por sanar mis heridas, y por sanar a aquellos a quienes he herido.

Gracias por llevarme de la mano en este día. Gracias por un día lleno de mil pruebas triviales, y de pequeñas oportunidades, y por la fuerza que he tomado prestada de ti en aquellos momentos dispersos en que he reconocido tu presencia, y he respondido a ella de la mejor manera que pude hacerlo.

Gracias por plantar, en cada rincón de este día, pequeños recordatorios de tu presencia, en otras palabras, dulces inspiraciones destinadas a florecer en amor. Cultiva estas inspiraciones en mi todos los días que están por venir. ¡Por favor no te detengas ahora!

Gracias por caminar conmigo, por hablar conmigo, y por guiarme con gentileza en medio del jardín de tu amor. Gracias por colocarme en este jardín donde yo sólo te encontraré.

(Adaptación basada en Libera tu Corazón (Set Your Heart Free), de John Kirvan, Ave Maria Press, 1997)

Domingo 27 en el Tiempo Ordinario (Octubre 2, 2016)

Las lecturas del Evangelio de hoy nos recuerdan que pertenecer a una comunidad creyente no es suficiente. Para que nuestra fe viva debemos compartirla a través de nuestro servicio. San Francisco de Sales opina lo siguiente:

La fe viviente produce los frutos de las buenas obras en cualquier temporada. Cuando nos abrimos a recibir las verdades de la palabra de Dios vivimos de acuerdo a Su amor, y no de acuerdo a nuestra naturaleza. De este modo, nuestra fe en el amor divino nos eleva para unir nuestro espíritu con Dios, y nos lleva a amar la imagen de Dios en los demás.

El siervo atento debe demostrar que posee una fe infranqueable en nuestro Salvador, especialmente cuando se enfrenta a problemas interiores y exteriores. No debemos perder nuestro coraje, menos aun cuando estamos intentando ayudar a quienes se niegan a aceptar el amor de Dios. Por el contrario, debemos orar y ayudarlos tanto como su desgracia nos lo permita. Utilicemos todos los remedios a nuestro alcance para prevenir el inicio, desarrollo, y dominio de la maldad. Imitemos a nuestro Señor en este sentido; El nunca deja de exhortarnos, prometernos, prohibirnos, ordenarnos e inspirarnos para que alejemos nuestra voluntad de la maldad, pero sin privar nuestra voluntad de su libertad.

Aun así, no busquemos un amor que intente sobrepasar la perfección en esta tierra. Nuestro progreso por la senda del amor sagrado puede ser comparado a esa mítica ave llamada el fénix. Una vez el fénix resurge de entre las cenizas, acabando de salir del cascaron, no posee más que unas plumas endebles y pequeñas que sólo le permiten saltar en lugar de volar. A medida que va adquiriendo fuerza, planea libremente por el aire pero no permanece volando por mucho tiempo, y desciende a la tierra a descansar. Una vez su fuerza y su espíritu han sido completamente renovados, el ave permanece en la cima de la montana. Cuando lleguemos al cielo, nosotros poseeremos un corazón y un espíritu completamente libres de contradicciones y conflictos. Como aún no poseemos ni el espíritu, ni la fuerza de los bienaventurados, por ahora es suficiente que amemos con todos nuestro corazón. Esto simplemente significa, amar con un corazón bueno y sin reserva. ¡Coraje hermanos! Encendamos nuestra fe una vez más, avivémosla utilizando los dones que Dios nos ha concedido, para llevar a cabo las buenas obras por medio del amor sagrado; sin duda esto está en nuestro poder.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)