DECIMO OCTAVO DOMINGO EN TIEMPO ORDINARIO (agosto 1, 2021)

Enfasis Sugerido

 "Toda la comunidad Israelita se quejó en contra de Moisés y Aron…”

 Perspectiva Salesiana

 Si hay algo peor que las cosas malas que nos suceden, es invertir nuestro esfuerzo y energía quejándonos de ellas.

 Piénsenlo. ¿Quién de nosotros alguna vez realmente ha logrado mejorar su situación o su suerte en esta vida quejándose de lo que le ha tocado? Aún así nos quejamos… y para nuestro propio detrimento.

 ¿Que los Israelitas pasaron una temporada muy dura en el desierto? Por supuesto que si! Que a pesar de lo mala que fue su vida en Egipto ¿al menos no tenían “tres comidas y un catre”?  Si! .Por el contrario en el desierto, ¿disfrutaron de alguna comodidad? Pues aparentemente, aparte de la libertad, no realmente!

 Aun así, Dios los había redimido de la esclavitud. Dios les había otorgado líderes cuya tarea era guiar a los Israelitas hacia la tierra prometida, un lugar donde emanaba la leche y la miel. Sin embargo, uno se pregunta ¿de dónde sacaron la idea los Israelitas de que esta caminata, o esta búsqueda, sería sólo viento en popa? No obstante se quejaron… cosa que aun ahora parece algo banal o mezquino.

 Ahora analicemos esto en lo que concierne a nosotros mismos. ¿Quién de nosotros no ha sido tentado por el deseo de empezar a quejarnos cuando las cosas no resultan de la forma que nosotros esperamos, cuando nuestro trabajo, nuestro matrimonio, nuestras relaciones resultan ser más difíciles o más exigentes de lo que suponíamos o esperábamos? Y, para ser totalmente honestos, ¿quién de nosotros puede afirmar que el quejarnos constantemente de la suerte que nos ha tocado hace que las cosas mejoren? De hecho las quejas solo hacen nuestra suerte –dolorosamente- más difícil.

 Francisco de Sales es muy claro en lo que respecta a las quejas constantes: “Quéjense lo menos posible de las cosas malas que les suceden. Que no quepa la menor duda que una persona que se queja está cometiendo un pecado al hacerlo, dado que el amor propio siempre siente que las heridas son mucho más graves de lo que realmente son”. (Introducción a la Vida Devota, Parte III, Capítulo 3)

 Entonces, ¿esto significa que nunca debemos plantear una duda, un problema o una queja? No, pero debemos ser sensatos en cuanto a las personas a quienes escogemos para comentar nuestras inquietudes. Francisco decía: “no se quejen con personas irascibles o criticonas. Si se presenta un momento justo que amerita que nos quejemos con alguien, ya sea para subsanar una ofensa cometida, o simplemente para restaurar la tranquilidad de nuestro espíritu, debemos hacerlo con alguien que sea equilibrado y que verdaderamente ame a Dios. De lo contrario en vez de calmar sus mentes ellos ocasionarán problemas peores, y en vez de ayudarles a sacar la espina que les está haciendo daño la clavarán aun más profundamente en sus pies”(Ibid).

 No cabe duda que Dios escucha el clamor de quienes se quejan. Pero si somos sinceros, ¿Acaso no hay mejores formas de utilizar la palabra…. y mejores cosas en que ocupar nuestras vidas?

Décimo Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario 25 de julio de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario

25 de julio de 2021 

Hoy San Pablo nos urge a que nos amemos los unos a los otros con humildad, con gentileza y paciencia. San Francisco de Sales se refiere a éstas virtudes como “las pequeñas virtudes”:

Tratemos de aprender todas esas pequeñas virtudes como la paciencia, la humildad y la gentileza para ponerlas en práctica con nuestros semejantes. Es importante que sepan que la paciencia es la única virtud que nos puede garantizar que alcanzaremos la santidad. Aunque es necesario ser pacientes con los demás, también debemos serlo con nosotros mismos. La paciencia nos ayuda a poseer nuestra propia alma para que así podamos cumplir con la voluntad de Dios; la fuente de la felicidad más grande. Quienes aspiran al amor puro de Dios, deben ser más pacientes con ellos mismos que con los demás. 

Ser pacientes con nosotros mismos nos lleva a ser humildes. Para poder adquirir una profunda humildad, debemos comenzar por reconocer la multitud de de bendiciones que Dios nos ha concedido. Nosotros las disfrutaremos y nos regocijaremos en ellas ya que las poseemos, pero daremos gloria a Dios ya que ha sido Él, solamente él, el artífice de las mismas.  Debemos poner nuestros dones y talentos al servicio de Dios y de nuestros semejantes.  Quienes son humildes poseen aún más coraje, ya que ellos han depositado toda su confianza en Dios. Diríjanse a nuestro Señor, quien ha dado Su vida por todos nosotros. La humildad nos perfecciona con respecto a Dios, y la gentileza con respecto a nuestros semejantes. 

Poco a poco hagan que su rapidez mental de paso a la paciencia, la gentileza, la sencillez y la afabilidad, aun cuando enfrentados a la mezquindad, la inmadurez o las imperfecciones demostradas por aquellos que son más débiles. Estas pequeñas virtudes, las cuales deben ser puestas en práctica a diario, en sus hogares, en su lugar de trabajo, con sus amigos y con extraños, en cualquier momento y en todo momento-esas son las virtudes para nosotros. Dios, en su infinita bondad, se siente satisfecho con los pequeños logros de nuestro corazón. Cuando nosotros alimentamos nuestro corazón con la virtud, con buenos proyectos que nos permitan server a Dios y a los demás, éste es capaz de obrar maravillas.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales.)

Décimo Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario 18 de julio de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario

18 de julio de 2021 

Las lecturas de hoy nos recuerdan que nuestro Dios es un Dios compasivo. San Francisco de Sales frecuentemente hace énfasis en el cuidado amoroso de Dios, especialmente en la adversidad:

Nuestro Dios es el Dios del corazón humano. Cuando nuestro corazón está en peligro, solamente Él puede salvarlo y protegerlo. Así como Dios es el creador de todo cuanto nos rodea, Él mismo se encarga de protegerlo todo. Él sustenta y abarca toda la creación. En consecuencia, Su deseo es que todas las cosas sean buenas y hermosas. Es por esto que debemos tener la certeza que Dios vela por nuestros intereses, incluso en la adversidad. Las razones por las cuales debemos enfrentar ciertas pruebas no siempre nos resultan claras; debemos admitir sin embargo, que algunas veces nosotros mismos somos la causa de nuestros problemas.

Aun cuando es importante que seamos cuidadosos y que estemos atentos a todas aquellas cosas que Dios ha encomendado a nuestro cuidado, no debemos dejarnos llevar por la ansiedad, la incomodidad, ni tampoco debemos precipitarnos. La preocupación nubla la razón y el buen juicio, y nos impide hacer bien precisamente esas cosas que tanto nos inquietan. Las lluvias hacen que los campos abiertos den frutos, pero las inundaciones arruinan los campos y las praderas.

Así pues, asuman todos sus asuntos con la mente en calma y de manera ordenada, cada uno a su tiempo. Si intentan lograr todo al mismo tiempo, o de manera desordenada, su espíritu se sobrecargará y se deprimirá tanto que seguramente quedarán hundidos bajo el peso de la carga, y no lograrán llevar nada a buen término. En todos sus asuntos, deben luchar en paz y cumplir con el plan que Dios ha trazado para ustedes.

Dios nos provee una gran abundancia de medios apropiados para que podamos alcanzar la salvación. Por medio de una inyección maravillosa de la gracia de Dios en nuestros corazones, el Espíritu hace que nuestras obras se conviertan en obras de Dios. Nuestros buenos trabajos, como un pequeño grano de mostaza, tienen vigor y virtud para hacer un gran bien, ya que proceden del Espíritu de Jesús. Ustedes pueden estar seguros de que si confían firmemente en el amor compasivo de Dios, y en Su preocupación por nosotros, el éxito que tendrán de sus trabajos siempre será útil tanto para ustedes como para la comunidad creyente.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, Introducción a la Vida Devota).

Décimo Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario 11 de julio de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario

11 de julio de 2021

En el Evangelio de hoy revivimos el momento en que Jesús les otorga a los Apóstoles la autoridad para continuar con Su labor, y cómo la fe en Él los guiará para que puedan continuar llevando a cabo buenas obras. Al respecto, San Francisco de Sales observa lo siguiente:

La fe viviente genera muchas y muy buenas obras. Sin embargo, muchas veces vemos como hay personas que, aun siendo fuertes y saludables, necesitan ser motivados frecuentemente para que hagan buen uso tanto de su fuerza como de sus talentos. La mano debe guiar su labor. Aun cuando toda alma que acarrea el peso de una gran carga posee el poder para creer y depositar sus esperanzas en el amor de Dios, muchas veces no tiene la fuerza para percatarse de ello. La angustia se apodera de ella. Pero nuestro Salvador jamás nos dejará solos mientras transitamos por la senda. El Espíritu de Jesús siempre está con nosotros, instándonos a seguir adelante, apelando a nuestros corazones, e impulsándolos a avanzar para así poder hacer buen uso del amor sagrado que Él deposita en nosotros.

Una madre amorosa guía a su pequeño hijo, lo ayuda y lo lleva en brazos tanto tiempo como lo considere necesario. Ella lo deja que de unos cuantos pasos por sí solo en lugares donde pueda caminar sin dificultad y sin tropiezos. Entonces lo toma de la mano y lo sujeta con firmeza. A veces lo toma en sus brazos y lo carga. De este mismo modo nuestro Salvador cuida constantemente, y se encarga de guiar a Sus hijos. Él les permite caminar al frente Suyo. Él les toma de la mano cuando atraviesan por dificultades. Es por esto que, cuando todo nos falle, cuando nuestra angustia llegue a su punto máximo, debemos encomendarnos a Dios. Él jamás nos fallará. Nos llevará en sus brazos cuando tengamos que enfrentar sufrimientos que Él considere insoportables para nosotros, siempre y cuando lo dejemos.

Dios tiene muchas maneras de proteger y cuidar de todos aquellos que tienen fe en las enseñanzas de Jesús. Nuestro bienestar consiste no solo en aceptar la verdad de la palabra de Dios, sino también en preservarla. Por lo tanto, debemos demostrar un gran coraje y confianza en que Él nos ayudará en todo lo que hagamos por glorificarle. Hagamos que nuestra fe despierte. Avivémosla, demostrando que creemos plenamente en el amor y el cuidado de Dios para con nosotros. Entonces todas nuestras obras darán frutos similares a los que produjeron los doce Apóstoles.

(San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios; Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, Ed.).

Decimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario 4 de julio de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Decimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario

      4 de julio de 2021 

El Evangelio de hoy nos narra cómo Jesús experimento el rechazo, y cuánto le sorprendió la falta de fe en El que demostraron algunas personas. San Francisco de Sales nos habla de la fe como un acto de consentimiento al amor de Dios:

Casi siempre hay un lapso de tiempo largo entre el momento en que despertamos de la incredulidad, y el momento en tomamos la decisión de creer plenamente en el amor de Dios, y en su preocupación por nosotros. Muchas veces se presentan dificultades entre los primeros movimientos de la fe en la bondad de Jesucristo, y en nuestra decisión de creerlo. San Agustín dejo pasar un tiempo antes de aceptar completamente las enseñanzas de Jesucristo. En una ocasión San Ambrosio le dijo: “Si no crees, ora para que puedas llegar a hacerlo”.

Durante este tiempo nosotros oramos como lo hiciera San Agustín, quien en un momento exclamo: “Señor, yo si creo, pero ayúdame a dejar mi incredulidad”. Esto quiere decir, “aun cuando ya no me encuentro sumergido en la oscura noche de la infidelidad, ilumina el horizonte de mi alma con los rayos de luz de tu fe, ya que aun no soy el creyente que debería ser. El conocimiento que provee la fe aun es frágil dentro de mí, y por lo tanto se mezcla ocasionalmente con la duda”.

Dios llama a nuestros corazones continuamente, hasta que las enseñanzas de Jesús nos resultan placenteras. Mientras logramos llegar a ese punto, la bondad de Dios jamás cesa en sus esfuerzos por lograr un acercamiento con nosotros por medio de las inspiraciones. Aun así, nosotros somos libres para acceder Su llamado amoroso, o para rechazarlo. Los grandes ríos se esparcen al llegar a las llanuras abiertas, y ocupan cada vez mas espacio. Así ocurre con el amor sagrado de Dios, el cual, siempre y cuando no lo rechacemos, continua creciendo en nosotros hasta que nos convierte totalmente. El amor de Dios es nuestro guía en la travesía hacia el perdón. Nos consuela, nos anima y nos fortalece en medio de las dificultades. Es por esto que la fe incluye un punto de partida que es el amor que el corazón siente por las cosas de Dios. No rechacemos ese regalo que es la fe.

(Adaptado de los escritos del Tratado del Amor de Dios de San Francisco de Sales.)

Thirteenth Sunday in Ordinary Time June 27, 2021

Salesian Sunday Reflection 

Thirteenth Sunday in Ordinary Time

June 27, 2021 

Today’s readings remind us of God’s desire for human wholeness as God forms us, not for death, but for eternal life through faith in Christ. Through this life-giving faith, God calls us to share the abundance of our gifts with those in need. Francis speaks similarly:

God’s desire that we be made whole has been shown to us in so many ways. God shows us that we are made for eternal happiness: first by creation and then by Jesus’ coming. In becoming human, He has taken on our likeness and given us His. Is it any wonder that this beloved Lover of us wants us to love one another as He has loved us? 

Nothing urges on a man’s heart so much as love. Our Lord suffered death with so much love in order that the whole human family may become divine. The self-giving love of Jesus presses down on us in a special way. He desires that we live in Him. To God’s glory then we must bring home all our works, actions, thoughts and affections.

God wills for all humans to be eternally happy. Our will must correspond to God’s will. Thus we must will our own wholeness just as God wills it. To the extent that God gives us the means to make ourselves whole, we must accept all the graces God has prepared for us and offers to us. How earnestly we ought to summon up our courage to live according to what we are. We ought to imitate as perfectly as possible Him who came into this world to teach us what we need to do to preserve in ourselves this beauty and divine resemblance which He has so completely repaired and embellished in us! It is this divine resemblance that we ought to recognize and help to preserve in our neighbor who is also God’s child. Let us walk then in the way of love as God’s most dear children.

(L. Fiorelli, ed. Sermons; St. Francis de Sales, Treatise on the Love of God).

Twelfth Sunday in Ordinary Time June 20, 2021

Salesian Sunday Reflection 

Twelfth Sunday in Ordinary Time

June 20, 2021

St. Francis de Sales, the “doctor of love,” had his own perspectives on judgment. Specifically, he cautioned against rash judgment. He observed: "Fear, ambition, and similar mental weaknesses often contribute to the birth of suspicion and rash judgment" when it comes to our perspectives of other people.

He continued: People “who have drunk in pride, envy, ambition, and hatred think that everything they see is evil and reprehensible. To be cured...I say, drink as deeply as you can of the sacred wine of charity. The sin of rash judgment is truly a spiritual jaundice that causes all things to appear evil to the eyes of those infected with it.”

Put another way, judgment is ultimately in the eye -- or the heart -- of the beholder. “If your reflections are kind,” remarked Francis, “your judgments will also be kind. If your affections are charitable, your judgments will be the same.”

Obviously, if our affections are neither kind nor charitable, our judgments of other people will be, at best, unkind and uncharitable. Such a practice is incompatible with anyone who is trying to be a “new creation” in Christ.

Unfortunately, we know from our own experience that it is all too easy to waste our time judging the motives and intentions of other people. If this weren't bad enough, we seldom keep such opinions to ourselves, but often share such judgments with third parties, leading to “uneasiness, contempt of neighbor, pride, self-satisfaction, and many other bad effects, chief among them being slander.”

Perhaps Francis de Sales really put his finger on the issue and summed it up when he wrote: “It is the mark of an unprofitable soul to amuse itself with examining the lives of other people.” The old ways of looking at other in terms of mere human judgment have passed away: what are we doing to keep it that way.

Besides, on any given day, we probably have more than enough to do when it comes to examining our own lives, don’t we? Why spin our wheels, then, by dissecting the lives of others for our own amusement…and to our own shame?

Eleventh Sunday in Ordinary Time June 13, 2021

Salesian Sunday Reflection

Eleventh Sunday in Ordinary Time

June 13, 2021

Today’s readings help us to keep things in perspective. Make no mistake – we are called to follow in the footsteps of Jesus Christ. While we are charged with a tremendous duty - advancing the kingdom of God - the most effective means to accomplishing this great calling is to pay attention to detail – that is, buy doing little things with great love.

In his Introduction to the Devout Life, Francis de Sales made the following exhortation:

“Put your hand to strong things, by training yourself in prayer and meditation, receiving the sacraments, bringing souls to love God, infusing good inspirations into their hearts and, in fine, by performing big, important works according to your vocation. But never forget…those little, humble virtues that grow like flowers at the foot of the cross: helping the poor, visiting the sick, taking care of your family, with all the responsibilities that accompany such things and with all the useful diligence which prompts you to not stand idle.”

“Great opportunities to serve God rarely present themselves, but little ones are frequent…you will profit greatly in God’s sight by doing all these things because God wishes you to do the.” (III, 35, pp. 214 – 215)

God gives us a rich abundance of means proper for our salvation. By a wondrous infusion of God’s grace into our minds, hearts, attitudes and actions the Spirit makes our works become God’s work. Our good works - like planting miniscule mustard seeds here or like scattering small seeds there - have vigor and virtue enough to produce a great good because they proceed from the Spirit of Jesus.

As it turns out, little things do really mean a lot in the eyes of God. In fact, they mean everything!

Body and Blood of Christ June 6, 2021

Salesian Sunday Reflection

Body and Blood of Christ

June 6, 2021  

In today’s Gospel we experience Jesus telling His disciples of His real presence in the Eucharist. St. Francis de Sales notes that the Eucharist strengthens us and the community.

The first Christians had but one heart and one soul and preserved this union among themselves. What built that great union among them was none other than the celebration of the Eucharist. Later, when reception of the Eucharist was discontinued or rarely received, holy love became cold among Christians, and totally lost both its strength and its alluring delight. In the Eucharist, God is at once both Gift and Giver who strengthens each of us in community.

The height of Our Savior’s self-giving love for us is the Eucharist. Infinite happiness is pledged to us in the Eucharist, the perpetual feast of divine grace. In the Eucharist, God becomes our food. How wonderful to be nourished on the Bread from heaven that Our Lord gave to us.

The more we are united to God, the more we are united to one another. Each time we receive Communion, our union will become more perfect. For being united with Our Lord, we shall also remain united to one another. That is why the holy reception of this heavenly Bread and of this sacrament is called Communion, that is, common union.

The Eucharist is the real and spiritual presence of Christ. When we receive the Eucharist, our Lord carries us and does deeds in us altogether performed by Him. In the Eucharist, all He asks is our co-operation in the practice of virtue and good works. Our Savior gives Himself totally to us in the Divine Sacrament. Ought we not to give ourselves totally to Him who advances, strengthens and nourishes us with His life-giving love in the Eucharist?

(Adapted from the writings of St. Francis de Sales.)

Domingo de la Trinidad 30 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Domingo de la Trinidad

30 de mayo de 2021 

Hoy, domingo de la Trinidad, la Iglesia celebra a las Tres Personas Divinas que habitan en Dios. San Francisco de Sales nos dice que nosotros como comunidad hemos sido llamados a forjar una unión similar, basada en el amor puro:

El amor puro de la Trinidad se desborda sobre la salud spiritual de la familia humana. El Espíritu Santo, que habita en nosotros a lo largo de nuestra vida mortal, nos conduce hacia Cristo quien es el camino que nos lleva al Padre. Es la Trinidad la que hizo posible el misterio de Dios hecho hombre. Nuestro Salvador asumió nuestra semejanza y nos otorgó la Suya. Es sólo en Cristo, y a través Suyo, que podemos participar en la unión de amor puro de la Trinidad.

Nuestra salud spiritual está basada en la Encarnación. Nuestro Salvador amaba demasiado la verdad y la autentica bondad, como para dejarse tentar por la ambición, la codicia, o los honores que tanto daño nos hacen a nosotros. Nuestro Señor nos ha dicho que debemos amarnos los unos a los otros, y a mantenernos unidos de la forma más pura y perfecta posible. Es la imagen y semejanza de Dios, presente en nosotros y en los demás, la que debemos honrar y amar. San Pablo nos hace la siguiente recomendación: “Queridos hermanos, caminen siempre por la senda del amor por los demás como deben hacerlo los buenos hijos de Dios”. Pablo añade que él desea que nosotros demos también demos pasos gigantes como lo hiciera Jesús: amando y perdonándolo todo. Nosotros demostramos que verdaderamente somos hijos de Dios, cuando nos amamos los unos a los otros verdaderamente y con el corazón lleno de bondad.

La unión de las tres Personas Divinas es realmente imposible de imaginar. Sería presuntuoso esperar que nosotros podamos llegar a alcanzar una unión en el amor semejante a la de la Santísima Trinidad. Aún así, siempre debemos estar dispuestos a tratar de forjar una unión similar según nuestra condición humana. Todos hemos sido llamados a convertirnos en santos, pero para poder amar de manera divina debemos ante todo depositar nuestra confianza en la gracia de Dios, más que en nuestras propias fuerzas. Del mismo modo en que el amor de la Santísima Trinidad desborda en la familia humana, ojalá que nuestro amor se asemeje al de la Trinidad, y que desborde en los corazones de todas las personas a quienes encontremos cada día.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente Los Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, Ediciones).

Domingo de Pentecostés 23 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Domingo de Pentecostés

23 de mayo de 2021 

Durante la Fiesta del Pentecostés podemos apreciar el Espíritu de la verdad que fortalece a los discípulos de Jesús, y que los impulsa a convertirse en testigos auténticos de Sus palabras y de Sus obras. San Francisco de Sales nos dice lo siguiente al respecto:

El amor sagrado que el Espíritu vierte sobre nuestros corazones es mucho más extraordinario que todas las otras formas de amor. El amor que el Espíritu no da, nos redime y nos concede la vida eterna. Durante la Fiesta del Pentecostés el Espíritu Santo infundió un nuevo vigor, fortaleció y llenó de virtudes a los discípulos de Jesús, para que ellos pudiesen continuar con la obra que comenzó nuestro Salvador por medio de la creación de la Iglesia.

Ustedes también están desempeñando una función apostólica dado fe de sus vidas como cristianos. El amor del Espíritu los faculta para continuar con la obra de nuestro Señor. Las labores que realicen, y que fluyan del amor del Espíritu, tendrán vigor y autenticidad, y crecerán como semillas de mostaza.  Este divino Espíritu no duda en establecer su morada en nosotros. Por lo tanto debemos abrir un espacio en nuestro ser para el Espíritu Santo. ¿Qué debemos hacer para abrir este espacio? Lo primero que Dios nos pide es nuestro corazón. El espíritu, que vive en nosotros, desea abrir nuestro corazón a la bondad divina. El Espíritu de Jesús desea que nosotros experimentemos los frutos del amor divino. El Espíritu logra esto al concedernos los dones y las bendiciones derivadas del amor sagrado, por medio de las cuales podremos alcanzar la felicidad eterna.

Nuestro deseo, el poder alcanzar la plenitud de una vida sagrada, es una chispa de la llama divina y de la obra del Espíritu. Si nuestro deseo es embarcarnos en la pequeña barca de la Iglesia para navegar en medio de las aguas amargas de este mundo, nuestro Salvador nos ayudará a deslizarnos rumbo a la felicidad eterna. El hará todo lo posible por animarnos a tomar los remos con nuestras manos y remar. El nos ha prometido que si nos tomamos la molestia de remar nuestra barca, El nos conducirá a otro lugar que está lleno de vida. En la medida en que ustedes permitan al Espíritu engrandecer sus corazones, éste incrementara su habilidad para amar divinamente. Verdaderamente, ¡dichosos aquellos que deciden servir a Dios, aun cuando sólo sea un poco! ¡EL jamás permitirá que ellos sean improductivos ni infructuosos! ¿Quién entonces puede resistir el amor enriquecedor del Espíritu Santo?

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal).

Séptimo Domingo de la Pascua 16 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Séptimo Domingo de la Pascua

16 de mayo de 2021 

En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús que ora para que sus discípulos sean uno, y que se “consagren en la verdad”. Al respecto, San Francisco de Sales añade lo siguiente:

¡Qué agradable es ver que los hermanos y hermanas viven juntos en unidad! Cuando dos, o tres, o más almas comparten entre ellas el amor y el afecto sagrado, hasta el punto que logran establecer un espíritu único, es entonces que experimentan la verdadera amistad. Las amistades que son sagradas hablan con la verdad, y sólo alaban la virtud y el amor de Dios.

Para aquellos de nosotros que vivimos en el mundo, y que deseamos poner en práctica las verdaderas virtudes, es necesario que nos unamos a través de la amistad sagrada. Entre más grandes sean las virtudes que compartan entre ustedes, más perfecta será la amistad que los une. Ustedes se animan, se ayudan y se orientan los unos a los otros para llevar a cabo las buenas obras. Las personas que van por terreno llano no necesitan ayuda para caminar. Pero aquellos que transitan por terrenos ásperos se apoyan los unos en los otros para seguir adelante con seguridad. La única conexión entre ellos es la que genera el amor sagrado, al cual San Pablo se refiere como: “el vínculo de la perfección”. Este vínculo de amor crece con el tiempo y adquiere un nuevo poder: Nos proporciona calma y una verdadera libertad.  Su fuerza es gentil y al mismo tiempo bastante sólida.

La presencia del amor de Dios en nosotros es lo que nos lleva a amarnos a nosotros mismos de una manera auténtica, y por consiguiente, a amar a los demás de la manera en que Dios desea que los amemos. Es el amor de Dios lo que nos permite apreciar a todas las criaturas. Amar a nuestros hermanos en la santidad, es amar a Dios en cada uno de ellos. Por lo tanto no debemos permitir que decaiga el cultivo de nuestra amistad con nuestros padres, nuestros familiares, nuestros vecinos, y con nuestro prójimo. Aún así, es cierto que vivimos en un mundo donde no todas las personas piensan ni sienten de la misma forma. He ahí el porqué necesitamos amistades particulares para que nos apoyen en los momentos en que nos vemos obligados a tomar caminos difíciles. Las verdaderas amistades son sagradas por que provienen de Dios, porque nos conducen a Dios, y porque perdurarán eternamente en Dios. ¡Qué maravilloso es el hecho de que podamos unir nuestros corazones aquí en la tierra, del mismo modo en que lo haremos en la eternidad!

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).

ASUCION DEL SENIOR 16 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo 

ASUCION DEL SENIOR

16 de mayo de 2021 

Hablando del misterio de la Asunción de Nuestro Señor, Francisco de Sales escribió: “Nosotros traicionamos nuestra vida humana para poder vivir una vida que está por encima de nosotros. Escondemos esta nueva vida en Dios con Jesús Cristo quien es el único que puede verla, la conoce y la otorga. Nuestra nueva vida es el amor celestial, que aviva y anima nuestra alma y este amor está completamente escondido en Dios y en las cosas de Dios con Jesús Cristo. Como las palabras sagradas del Evangelio dicen, después que Jesús se había mostrado por un tiempo ante sus discípulos, el ascendió al cielo, y una nube lo rodeó, lo tomó y lo escondió de sus ojos. Jesús Cristo entonces, está oculto en el cielo, en Dios. Jesús Cristo es nuestro amor, y nuestro amor es la vida de nuestra alma. Por consiguiente nuestra vida está oculta en Dios con Jesús Cristo, y cuando Jesús que es nuestro amor y nuestra vida espiritual, aparezca en el Día del Juicio, nosotros también apareceremos junto con el en la gloria. Esto significa que, Jesús Cristo, nuestro amor, nos glorificara comunicándonos su propia dicha y esplendor.” (Tratado del Amor de Dios, Libro VII , Capitulo 6)

Nuestra vida está ciertamente oculta en Dios. La realidad más profunda de quienes somos sólo es conocida por Dios. Aún así, para Francisco de Sales, vivir una vida escondida en Dios no es lo mismo que mantener esa vida en secreto: se trata de dar testimonio de nuestra verdad más profunda, de quienes somos – y quien es Dios – a través de la calidad de nuestras relaciones con los demás. Por lo tanto es apropiado que Francisco de Sales nos llama a practicar las virtudes ocultas, “esas virtudes pequeñas y humildes que crecen como flores al pie de la cruz: ayudar al pobre, visitar a los enfermos, cuidar de tu familia, desempeñando todas las tareas que esto incluye, y con esa diligencia que no te permitirá distraerte.” (Introducción a la Vida Devota, Parte III, Capitulo 35)

A través de la Asunción, Jesús ha sido removido de nuestra vista: más bien, del alcance de nuestra vista a nivel físico. Aún así, la misma autoridad que Jesús reclamó del Padre ha sido otorgada a nosotros en virtud de nuestra creación y confirmada en nuestro bautismo. Nosotros estamos llamados a continuar el trabajo que Jesús comenzó, esto es, a hacer discípulos – seguidores, creyentes – de todas las naciones. Nosotros estamos llamados a ser símbolos del reto continuo de redención de Dios, pero en las obras simples y ordinarias de cada día.

Paradójicamente, mientras nos mantengamos fieles a la practica de las pequeñas y ocultas virtudes que crecen “al pie de la cruz” Jesús ya no estará oculto: el se hará visible en nuestro amor, nuestra preocupación, nuestra lucha en nombre de la justicia, nuestra promoción de la paz, nuestro deseo de perdonar, nuestros intentos para sanar.

Cuál es la forma más poderosa - y convincente - de ganar discípulos en todas las naciones?

O, al menos, que aquellas personas con quienes interactuamos cada día en nuestros pequeños rincones del mundo, se hagan discípulos?

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).

Sexto Domingo de Pascua 9 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Sexto Domingo de Pascua

9 de mayo de 2021

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que debemos permanecer en Su amor, y que al hacer esto nosotros aprenderemos a amarnos los unos a los otros. Al respecto, San Francisco de Sales hace la siguiente observación:

El amor nos lleva a adoptar la apariencia de todo aquello que amamos. Todos nosotros hemos sido otorgados una inclinación natural a amar a Dios. Sumado a esto los mandamientos nos ordenan amar a Dios, y a las cosas de Dios, por sobre todo lo demás. Desafortunadamente, a veces somos como águilas que poseen una visión bastante aguda pero que demuestran poco poder a la hora de volar. A veces, aún cuando somos conscientes de que la bondad de Dios es digna de nuestro amor, demostramos muy poca fuerza de voluntad para demostrar ese amor.

Aún así, nuestro corazón humano posee total capacidad para generar algunas manifestaciones iniciales de amor por Dios. Pero para que podamos alcanzar una verdadera madurez en el amor, ósea, para poder amar a Dios y a todas las cosas Dios, necesitamos del amor divino. Es por obra de la bondad de Dios que nuestro espíritu se eleva y logra unirse al amor de Nuestro Señor. Desbordados por el amor divino, regresamos entonces a compartir ese amor puro con nuestros semejantes.

Pretender amar a Dios sin amar a nuestros hermanos es imposible. Dios nos ha escogido como Sus hijos, por lo tanto nosotros estamos en la obligación de demostrar que lo somos amándonos los unos a los otros como hermanos, e invirtiendo en dicho empeño toda la bondad que puedan albergar nuestros corazones. En el momento en que decidió venir al mundo Nuestro Salvador elevó nuestra naturaleza por encima de la de los ángeles, y nos hizo tan a Su imagen y semejanza que podemos decir sin duda que somos un fiel reflejo de Dios. En el momento en que Nuestro Señor decidió hacerse humano, EL adoptó nuestra semejanza y nos entregó la Suya. ¡Es mucho y muy sincero el coraje que debemos reunir para poder vivir de acuerdo a lo que somos! Esmerémonos por imitarlo a EL, quien vino a este mundo a enseñarnos lo que debemos hacer: preservar en nosotros la divina semejanza.

Es esta misma semejanza divina, presente también en nuestros hermanos, es lo que hemos sido comandados a amar y a honrar. ¿No les parece que ese es un motivo más que suficiente para amarnos los unos a los otros? Dichosas serán siempre las naciones cuyos corazones reflejen la imagen de Dios.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).

Quinto Domingo de Pascua 2 de mayo de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Quinto Domingo de Pascua

2 de mayo de 202 

En las lecturas del Evangelio de hoy Jesús que nos dice que EL es la vid y nosotros los sarmientos. Esto quiere decir que si nuestro deseo es dar muchos frutos, es necesario que permanezcamos en EL. San Francisco de Sales también nos dice que para poder contribuir a la expansión del reino de Dios en nuestros corazones, y en el mundo, es indispensable que vivamos a Jesús:

¡Qué felices seremos si, en medio de todas las imposiciones del mundo en que vivimos, mantenemos a Jesucristo vivo en nuestros corazones! Yo oro siempre para que EL continúe habitando y reinando allí eternamente. Ustedes deben continuar esforzándose por vivir a Jesús con confianza y sinceridad, por que la verdadera paz se origina en Su verdad.

Si Nuestro Salvador ha de reinar en nuestros corazones, para que así nosotros podamos dar muchos frutos, hay ciertas cosas que debemos poner en práctica. Primero, en la mañana deben preparar sus corazones para estar en paz. Pídanle a Dios que les otorgue la gracia, y ofrézcanle todas las obras buenas que realicen durante el día.  De esta forma ustedes estarán preparados para asumir en paz y con serenidad todo el sufrimiento y el dolor que puedan llegar a encontrar hoy. Asegúrense a lo largo del día de que sus corazones retornen con frecuencia a ese estado de paz; encárguense de que ponerlos en todo momento a merced de Nuestro Salvador. Si así lo hacen, poco a poco van a notar que a medida que el divino Amante establece Su morada en lo profundo de sus corazones, el mundo vacío y sin sentido que ha ocupado ese espacio hasta ahora irá desapareciendo.

Esta es una tarea enorme, pero las personas que son generosas pueden llevarla a cabo con la ayuda del Creador. Aun así, deben estar preparados, por que aprender a mantener nuestra alma bajo control no es algo que ocurre inmediatamente. Es algo que requiere se seamos tolerantes con los demás, pero ante todo con nosotros mismos. ¿Acaso piensan que la paz interior es algo que se puede lograr sin tener que esforzarnos y sufrir reveses? Si ustedes le piden a Dios que les de paciencia, EL sin duda alguna se las otorgará si ustedes se esmeran, con mucha fe, por ponerla en práctica. Lo más importante es que no desfallezcan. Tengan paciencia, y mientras tanto, hagan todo lo que esté a su alcance para desarrollar un espíritu compasivo. Las cosas que más relevancia tienen en la vida son aquellas que hacemos con fe; son todas esas cosas que debemos hacer para promover la expansión del reino de Dios en nuestros corazones. Si nos empeñamos en esto, serán bastantes los frutos que daremos en este mundo.

(Adaptación de los escritos de Francisco de Sales, Juana de Chantal….  J. Power & W. Wright, Ediciones; El Directorio Espiritual, L. Fiorelli, Ediciones).

Segundo Domingo de la Cuaresma Febrero 28 de 2021

Reflexion salesiana para el domingo

Segundo Domingo de la Cuaresma

Febrero 28 de 2021

El Evangelio de hoy nos narra la experiencia vivida por Pedro, Juan y Santiago en el momento de la Transfiguración de Jesús. San Francisco de Sales comenta lo siguiente al respecto:

A través de la transfiguración Dios hizo un gran esfuerzo por demostrarnos que Jesús es verdaderamente el Salvador. En ese momento no había nada que los apóstoles desearan más que permanecer en presencia de Jesús. Yo les aseguro que jamás he dejado de orar para que el cielo les otorgue miles de bendiciones, y en especial para que puedan disfrutar de la bendición de la transfiguración en Nuestro Señor. Gracias a nuestro Salvador podemos escalar el monte Tabor ya que nos hemos decidido a servirlo y a amar su divina bondad. Debemos hacer uso de la esperanza sagrada para motivarnos los unos a los otros. Debemos deshacernos del amor por las cosas mundanas para que podamos continuar aspirando fielmente a la felicidad que EL ha preparado para nosotros.

No hay mejor oportunidad para demostrar nuestra fidelidad a Dios que cuando nos encontramos en una situación donde todo nos está saliendo mal. En esos momentos es cuando la tentación nos asecha e intenta hacer que nos sintamos insatisfechos con el mundo, que nos deprimamos por tener que vivir lo que estamos viviendo. No importa si estamos inmersos en el trajín de los eventos diarios o si estamos sumergidos en la soledad, siempre vamos a encontrar dificultades. Creer que podemos alcanzar la santidad sin tener que sufrir es engañarnos a nosotros mismos. Las cosas mas difíciles encierran mayores virtudes. Si se tropiezan no se molesten ni se sientan avergonzados. Más bien acudan a Nuestro Señor y a Nuestra Señora quienes extenderán sus manos bondadosas y siempre dispuestas a ayudarlos.

Ustedes deben seguir el ejemplo de las abejas. Mientras ellas se dedican cuidadosamente a producir la miel de la santidad, al mismo tiempo deben elaborar la cera de todas aquellas cosas mundanas. Por que si la miel resulta dulce al paladar de nuestro Señor, la cera también hace honor a EL, dado que ésta será utilizada para fabricar las velas que proveen luz a todos quienes nos rodean. Manténganse en paz, y caminen llenos de humildad y fidelidad por la senda que Dios les ha trazado. De esta manera podrán caminar con confianza. Nuestro Salvador quien los está transfigurando, los ha tomado de la mano y los ha encaminado por la senda de Su Gloria. Permítanle ser su Guía.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales.)

Primer Domingo de La Cuaresma Febrero 21 de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Primer Domingo de La Cuaresma

Febrero 21 de 2021

 En el Evangelio de hoy experimentamos el momento en que Jesús fue tentado en el desierto. San Francisco de Sales hace la siguiente observación al respecto:

Jesús no fue en busca de la tentación. El Espíritu Santo lo llevo al desierto para que fuera tentado. Si el Espíritu Santo nos guía hasta un lugar en donde encontramos una tentación, debemos confiar plenamente en que Dios nos dará la fuerza necesaria para resistir dicha tentación sin importar cuán fuerte parezca. Aún así, no importa cuán santos y generosos creamos que somos, jamás debemos confiarnos de nuestra propia fortaleza y coraje, y salir en busca de la tentación creyendo que podremos derrotarla. Debemos prepararnos para lograr sobreponernos a las tentaciones. Al igual que Jesús, debemos armarnos con la verdad de Dios. Esta verdad no es otra que la fe, la cual nos protege de la tentación. Cuando nosotros decimos “Yo creo” en Dios Todopoderoso, estamos depositando toda nuestra confianza en el poder de Dios, no en nuestra propia fuerza. 

En el momento en que ustedes se percaten de que la tentación los está asechando, hagan lo mismo que hacen los niños cuando ven un lobo o un oso en el bosque: Ellos corren inmediatamente a los brazos de sus padres, o los llaman para que los ayuden y les brinden protección. Si la tentación persiste aférrense con fuerza a la Sagrada Cruz, vuélvanse a Nuestro Señor y enfoquen sus pensamientos en una actividad que sea productiva y constructiva. Nuestras tentaciones son como perros encadenados: si no nos acercamos a ellos no nos harán daño, aún cuando traten de asustarnos con sus ladridos.

A veces sucede que cuando nos enfrentamos a una tentación, al principio nos sentimos como si hubiésemos sido heridos por una emoción que nos resulta preocupante. Hasta puede que lleguemos a pensar que nos resulta imposible servir a Dios en la santidad. No se deje amedrentar por miedos infundados. Ármense con la verdad de la Palabra de Dios; EL los fortalecerá y les dará la gracia para perseverar y cumplir con todo lo que la gloria de Dios, y el bienestar y la felicidad de todos nosotros, requiere.

(Adaptación de los Escritos de San Francisco de Sales, principalmente “Los Sermones de San Francisco de Sales para La Cuaresma” de L. Fiorelli, ed.).

Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario Febrero 14 de 2021

Reflexión salesiana para el domingo  

Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario

Febrero 14 de 2021

Hoy San Pablo nos dice que “todo lo que hagamos debe ser para dar gloria a Dios”. San Francisco de Sales nos habla un poco mas respecto a este tema:

¿Cómo lograr que “todo lo que hacemos sea en nombre de Dios” para que podamos vivir mejor?” Primero, debemos purificar nuestras intenciones hasta donde más podamos. Debemos hacer el firme propósito de aprovechar el día de la mejor manera, y que nuestra intención sea dar gloria a Dios y no a nosotros mismos. Debemos anticipar las oportunidades, las tareas y obligaciones que tenemos que cumplir hoy, y pensar cómo a través de ellas podemos servir a Dios.  ¿A qué tentaciones se exponen? Puede ser la ira, el egoísmo o cualquier otro tipo de irregularidades. Prepárense con mucho cuidado para evitar, resistir y superar cualquier cosa que pueda entorpecer la legitimidad de sus esfuerzos por vivir en Jesús.  

Para lograr hacer todas las cosas bien, primero debemos demostrar que poseemos la determinación para crecer y seguir el ejemplo de amor que Jesús nos enseño. Si desean poner esa determinación en práctica, pídanle a nuestro Salvador que les ayude a utilizar todos los medios a su disposición de la mejor manera posible, para que así puedan crecer en el amor sagrado y servirle. Admitan que ustedes por su propia cuenta no pueden cumplir con la resolución de evitar el mal y hacer el bien de la manera que Dios desea que lo hagan. Tomen sus corazones en sus manos y ofrézcanselos a Nuestro Salvador junto con todos los buenos deseos que tengan. Pídanle a EL que proteja sus corazones y que los fortalezca para que puedan crecer en Su autentico amor.

Acostúmbrense a orar y así lograrán que todo lo que hagan sea para dar gloria a Dios. Reciban los sacramentos con frecuencia. A medida que ustedes cumplen con las obligaciones propias de su vocación jamás se olviden de poner en práctica la humildad, la gentileza, la paciencia y la sencillez, todas las virtudes que crecen como flores a los pies de la cruz.

Mientras se dedican al cuidado de su familia con toda la diligencia requerida, ayuden a que ellos acerquen sus almas al amor de Dios e inculquen en sus corazones las buenas inspiraciones. Las oportunidades extraordinarias para servir a Dios se nos presentan rara vez, pero las oportunidades pequeñas se presentan con frecuencia. Cuando ustedes aprovechan el cumplimiento de sus responsabilidades para dar gloria a Dios, todas sus actividades incluyendo el comer, beber, dormir o divertirse, todo lo que hagan será en nombre de Dios, quien los guía hacia la autentica plenitud a través de Jesucristo.

(Adaptación de los escritos de San Francisco De Sales)

Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario Febrero 7 de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario

Febrero 7 de 2021 

El Evangelio de hoy nos cuenta que en medio de tantas ocupaciones, incluso Jesús se veía en la necesidad de encontrar un espacio silencioso donde pudiese orar. San Francisco de Sales también hace énfasis en la importancia de poner en práctica la oración mental, al tiempo que nos ocupamos de cumplir con nuestras labores diarias. Para ello nos aconseja que hagamos uso de un método que es breve y simple:

Yo les recomiendo especialmente que pongan en práctica la oración del corazón. Tomen un momento cada día, preferiblemente y de ser posible temprano en la mañana, ya que a esa hora la mente está menos distraía y despejada después del descanso de la noche. Preséntense ante Dios. Recuerden que EL se halla presente de manera muy especial dentro de sus corazones, en el centro mismo de su espíritu. No se afanen por tratar de decir muchas cosas, simplemente hablen con el corazón. Un solo Padre Nuestro que oremos con verdadero sentimiento vale mucho más que si repetimos varias oraciones mecánicamente y a prisa. No se preocupen si no pueden terminar la oración que han empezado a decir en voz alta. Una vez que sus ojos se enfoquen en Jesucristo durante la meditación, todo su ser se llenará de EL. Entonces aprenderán de Su manera de ser, y moldearán sus actos en base al ejemplo que EL les ha dado.

Durante la meditación traten de seleccionar algunos de los pensamientos que hayan tenido y que más les hayan gustado, o que sientan que mejor se adaptan a su propósito de convertirse en mejores personas. Reflexionen sobre estos pensamientos con frecuencia a lo largo del día. Adopten decisiones puntuales con el fin de rectificar sus actitudes. Durante el transcurso del día, y con sumo cuidado, busquen oportunidades, pequeñas o grandes, que les permitan poner en práctica las resoluciones que han establecido. La oración ilumina nuestra mente con el resplandor de la luz de Dios, y expone a la calidez de Su amor celestial nuestra habilidad para tomar decisiones. Nada más efectivo que el amor de Dios para purificar nuestros pensamientos de la ignorancia y de nuestra obstinación por los afectos desordenados. La meditación hace que todos los buenos deseos que germinan en nosotros crezcan y florezcan, y nos ayuda a saciar las pasiones excesivas que se despiertan en nuestros corazones. Cuando nos acercamos a nuestro Salvador a través de la meditación y obedecemos Su palabra, sus actos y sus afectos, por SU gracia aprendemos a hablar, a actuar y a lograr que nuestra voluntad se asemeje a la suya.

(San Francisco de Sales, Introducción a la Vida Devota)

Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario Enero 31 de 2021

Reflexión salesiana para el domingo

 Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario

Enero 31 de 2021

 En las lecturas de hoy San Pablo nos dice que debemos “librarnos de la ansiedad”. San Francisco de Sales nos da ciertos consejos sobre cómo podemos manejar la ansiedad:

 Existe una gran tentación de declararnos insatisfechos con el mundo y de afligirnos por ello, aún cuando necesariamente debemos estar aquí. Entonces imaginamos que nos sentiríamos mejor si estuviéramos en otro barco. Puede que eso sea cierto, ¡pero sólo ocurrirá si nos decidimos a cambiar! La soledad tiene sus arremetidas, el mundo tiene sus ocupaciones. Nosotros debemos demostrar coraje en ambas situaciones, dado que en ambas instancias la ayuda divina está disponible para aquellos que confían en Dios, y que humilde y gentilmente solicitan a Dios sus cuidados y ayuda.

Una de las fuentes de nuestra ansiedad es nuestro egocentrismo. ¿Porqué nos sorprenden nuestras imperfecciones? No deseamos nada más que consuelo. En los momentos en que experimentemos nuestra propia miseria y debilidades, debemos hacer tres cosas y entonces tendremos paz. Debemos tener una intención pura de encontrar el honor y la gloria de Dios en todas las cosas. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lograr este objetivo, y debemos dejar lo demás en manos de Dios para que EL se encargue.

Los pequeños ataques de la ansiedad y la tristeza, que son el resultado de las múltiples responsabilidades que tenemos, nos brindan la oportunidad de poner en práctica las mejores y más queridas virtudes que Jesús nos recomendó: la gentileza y la confianza en Dios. La verdadera virtud no se origina en la inactividad exterior, del mismo modo en que los peces saludables no crecen en las aguas estancadas de los pantanos.

Debemos mantener avivados en nuestros corazones la paciencia y el coraje, para que nos protejan de esos ataques sorpresivos de la ansiedad que hacen que nos llenemos de resentimiento, y que provocan que estallemos si alguien llega a molestarnos de algún modo. Cuando nos tambaleemos y caigamos no debemos sentirnos avergonzados por estar un poco sucios y polvorientos. Es mejor estar cubiertos de polvo que de llagas. Si nos entregamos al cuidado de Dios, y dejamos que el rocío celestial de Su amor nos sane, todo estará bien.