Cuarto Domingo de Adviento (Diciembre 18 de 2016)

Cuarto Domingo de Adviento (Diciembre 18 de 2016)

El Evangelio de hoy nos recuerda que, al igual que San José, debemos tener confianza en el plan que Dios tiene para nosotros. Dios tiene un plan para nosotros que es mucho más grande que el nuestro. San Francisco de Sales observa:

En Evangelio de hoy nos habla del momento en que José descubre que Maria está embarazada. El estaba dispuesto a divorciarse sabiendo que el niño no era suyo. Pero el ángel le reveló a José que el Hijo Sagrado estaba destinado a ser Nuestro Salvador. Con gran paz y serenidad mental, José aceptó ese suceso inesperado en su vida. Nuestra confianza en Dios debe ser igual a la confianza que demostró San José.

Los fundamentos de nuestra confianza no se hallan en nosotros mismos sino en Dios. Aún cuando nosotros estamos sujetos a los cambios, Dios siempre se muestra gentil y misericordioso; tanto en los momentos en que somos débiles e imperfectos, como cuando somos fuertes y perfectos. Cuando sentimos absoluta confianza en Nuestro Señor somos como un niño en el seno de su madre. El niño se deja cargar y guiar a donde su madre quiera llevarlo. Del mismo modo, cuando amamos la voluntad de Dios en todo lo que nos sucede, debemos sentir la confianza necesaria para dejarnos llevar.

Sentir una confianza sagrada en la bondad de Dios significa la vida para el espíritu humano. A medida que nuestro amor por Dios aumenta, experimentaremos las contracciones y las punzadas del nacimiento espiritual. Cuando tengamos problemas Nuestro Salvador nos guiará por la senda sin importar cuán difícil sea esta. Reflexionemos sobre las palabras de nuestro gentil Salvador: “Cuando una mujer da a luz se debate en medio de la angustia, pero después del parto se olvida del sufrimiento que ha vivido porque le ha dado vida a un hijo”. Nuestras almas deben dar luz al Hijo más amado que una persona pueda desear. Ese es Jesús, a quien nosotros debemos dar forma y traer a la vida dentro de nosotros. El Hijo vale todo lo que tengamos que soportar. ¡Qué felices seríamos si dedicáramos todos nuestros esfuerzos a cumplir con lo que Dios desea para nosotros! Obtendríamos de la generosidad de Dios todo lo que podríamos llegar a desear y a necesitar, una nueva y vigorizante existencia ¡Un renacimiento sagrado en Cristo!

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)