Décimo Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario (29 de julio de 2018)

Hoy San Pablo nos urge a que nos amemos los unos a los otros con humildad, con gentileza y paciencia. San Francisco de Sales se refiere a éstas virtudes como “las pequeñas virtudes”:

Tratemos de aprender todas esas pequeñas virtudes como la paciencia, la humildad y la gentileza para ponerlas en práctica con nuestros semejantes. Es importante que sepan que la paciencia es la única virtud que nos puede garantizar que alcanzaremos la santidad. Aunque es necesario ser pacientes con los demás, también debemos serlo con nosotros mismos. La paciencia nos ayuda a poseer nuestra propia alma para que así podamos cumplir con la voluntad de Dios; la fuente de la felicidad más grande. Quienes aspiran al amor puro de Dios, deben ser más pacientes con ellos mismos que con los demás.

Ser pacientes con nosotros mismos nos lleva a ser humildes. Para poder adquirir una profunda humildad, debemos comenzar por reconocer la multitud de de bendiciones que Dios nos ha concedido. Nosotros las disfrutaremos y nos regocijaremos en ellas ya que las poseemos, pero daremos gloria a Dios ya que ha sido Él, solamente él, el artífice de las mismas. Debemos poner nuestros dones y talentos al servicio de Dios y de nuestros semejantes. Quienes son humildes poseen aún más coraje, ya que ellos han depositado toda su confianza en Dios. Diríjanse a nuestro Señor, quien ha dado Su vida por todos nosotros. La humildad nos perfecciona con respecto a Dios, y la gentileza con respecto a nuestros semejantes.

Poco a poco hagan que su rapidez mental de paso a la paciencia, la gentileza, la sencillez y la afabilidad, aun cuando enfrentados a la mezquindad, la inmadurez o las imperfecciones demostradas por aquellos que son más débiles. Estas pequeñas virtudes, las cuales deben ser puestas en práctica a diario, en sus hogares, en su lugar de trabajo, con sus amigos y con extraños, en cualquier momento y en todo momento-esas son las virtudes para nosotros. Dios, en su infinita bondad, se siente satisfecho con los pequeños logros de nuestro corazón. Cuando nosotros alimentamos nuestro corazón con la virtud, con buenos proyectos que nos permitan server a Dios y a los demás, éste es capaz de obrar maravillas.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales.)