Reflexion salesiana para el domingo
Epifanía del Señor Enero 8 de 2023
La fiesta de la epifanía nos recuerda que Dios está dispuesto a aceptar a todos aquellos que se acercan a Él con humildad en su corazón. San Francisco de Sales observa:
El nacimiento del Salvador estuvo marcado por varias maravillas. La primera fue la aparición de la estrella que guió a los reyes magos. Ellos llegaron al pequeño establo, sus corazones llenos de humildad, a homenajear y rendir tributo a nuestro nuevo Rey que allí yacía. Amemos a Nuestro Salvador del mismo modo, con sencillez en nuestro corazón, teniendo un solo propósito y objetivo para todo lo que hacemos. La sencillez no es más que un simple y puro acto de caridad, que llevamos a cabo con una sola meta en mente: obtener el amor de Dios. Un corazón que lleno de amor sagrado no demuestra menos afecto en momentos en que debe dirigir su atención al cumplimiento de tareas externas, que cuando está sumido en la oración. En tales corazones el silencio y el habla, sus acciones y sus contemplaciones, su trabajo y su descanso, todo alaba a Dios por igual. Esos corazones realizan todas sus obras, pequeñas y grandes, con un amor inmenso. Así, de este modo, eran las vidas de los santos.
Puede que nos preguntemos, “¿Cómo podemos obtener el amor de Dios?” Hay algunas personas que piensan que debemos dominar cierto arte para lograr la consecución del amor sagrado. Pero en realidad no se necesita ningún arte más que decidirnos a trabajar en el amor a Dios, lo cual significa que debemos dedicarnos a la práctica de todas esas cosas que lo complacen; simplemente, sin problemas ni preocupaciones. Ustedes deben imitar ese amor simple que caracteriza a las palomas. Ellas solo tienen una pareja por quien todo lo hacen, a quien desean complacer. Imítenlas también en su sencillez para demostrar su amor. Ellas se alegran con tan solo retozar en silencio, una en presencia de la otra.
La verdadera fórmula para que podamos encontrar y obtener el amor sagrado, implica que permanezcamos en presencia de Dios. Una vez en presencia Suya, deleitémonos en la dicha que produce el poder experimentar las diversas inspiraciones y afectos, por que pertenecemos exclusivamente a Dios. Acerquémonos a la cuna del Niño Dios, como lo hicieron los reyes magos, y enriquezcámonos en el amor por nuestro Salvador quien desea enseñarnos como debemos amar.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)