Octavo Domingo en el Tiempo Ordinario (26 de febrero de 2017)

En el Evangelio de hoy Jesús nos reta a que nos esforcemos por evitar preocuparnos y sentirnos ansiosos cuando debamos enfrentar los problemas diarios. Jesús nos invita a tener plena seguridad y confianza en Él frente a los altibajos, las pérdidas y las ganancias de cada día. San Francisco de Sales nos ofrece su opinión de por qué debemos confiar en Dios como si fuésemos niños:

El sol toca todas las cosas con su calor vivificante y, como un amante universal, les proporciona el vigor que necesitan para crecer. Del mismo modo en que el amor de Dios anima el corazón humano. No hay persona que pueda esconderse del amor de Dios; Él desea amarnos y a su vez desea nuestro amor.

Es el amor eterno y fiel de Dios lo que nos acerca a una vida llena de fe. Dios está a la entrada, no solo está tocando a la puerta sino llamando a nuestra alma y despertándola: “Ven, levántate, apresúrate”. Dios incluso clama en las calles: “¡Regresen a mí! ¡Vivan!” Nuestro divino Salvador nos demuestra con fe que su misericordia sobrepasa su justicia, y que su redención es abundante. Él desea que todos seamos plenos y que nadie perezca. “Yo los he amado con un amor eterno y los levantaré nuevamente”. Estas son las fieles palabras de Dios; la promesa que Él nos hizo de que cuando nuestro Salvador viniera a este mundo establecería un Nuevo Reino a través de su Iglesia.

Aun así, el Espíritu Santo, una fuente de agua viviente que fluye en cada parte de nuestro corazón para impregnarlo totalmente con el amor de Dios, no desea entrar en nosotros a menos que sea con el consentimiento de nuestro corazón. Nunca seremos privados del amor de Dios, pero nosotros somos los que podemos privar al amor de Dios de nuestra cooperación. Dios nunca nos quita los dones que nos ha otorgado. Somos nosotros quienes alejamos nuestros corazones de Dios. Por ello debemos estar atentos al progreso del amor que le debemos a Dios. Porque el amor que Dios nos entrega nunca nos faltará. Respondamos a ese amor divino con el que el Espíritu de Jesús desea colmar nuestros corazones. Entonces experimentaremos una nueva vida en el Espíritu que nos ayudará a enfrentar las realidades de la vida sin preocuparnos excesivamente y sin dejarnos llevar por la ansiedad.

(Adaptación del Tratado del Amor de Dios de San Francisco de Sales)