Primer Domingo de Cuaresma (10 de Marzo de 2019)

El Evangelio para este Primer Domingo de Cuaresma nos recuerda que, cuando seamos tentados por nuestros deseos egoístas, debemos enfocarnos en la forma de amar de Dios, que fue ejemplificada por Jesús. He aquí algunos de los pensamientos de San Francisco de Sales sobre cómo amar primero a Dios, y después hacer lo que nosotros queremos.

Jesús fue tentado para así enseñarnos que durante el curso de nuestra vida siempre tendremos que escoger entre el bien y el mal. Aún cuando Jesús nos dice que la vida del Cristiano requiere un continuo rechazo a la maldad, y que siempre escojamos la bondad y la verdad de Dios, El también nos urge a que caminemos con confianza por el sendero del amor como los hijos más queridos de Dios. Cuando vivimos para hacer la voluntad de Dios nada puede hacernos daño por que la fe en Dios nos protege. El amor de Dios se convierte entonces en la fuente de todos nuestros deseos.

Aún así, incluso si deseamos cumplir con la voluntad de Dios, esto no significa que estamos exentos de que nuestro egoísmo infecte nuestro pensamiento. Muchas personas que confiaron en su propia fuerza para obrar las maravillas de Dios, fracasaron cuando se hallaron en la línea de fuego; mientras que aquellos que encontraron su fuerza en la ayuda de Dios lograron milagros. Puede que sintamos que no tenemos la fuerza suficiente para hacer frente a nuestros deseos egoístas. Pero no debemos temer a nuestra debilidad. Ya que deseamos pertenecer enteramente a Dios, debemos confiar en que Su fuerza nunca nos fallará cuando flaqueemos.

Aún cuando debemos adoptar una firme y reiterada resolución de no caer deliberadamente en la imperfección, no debemos sorprendernos si al final esto sucede. En esos momentos debemos confiarnos a la bondad de Dios, quién no por esto nos amará menos. Depositen gentilmente su corazón de vuelta en las manos de Nuestros Señor, pidiéndole al mismo tiempo que lo sane. Entonces encamínense de nuevo por el sendero de la moralidad, haciendo uso de las virtudes que contrarrestan sus deseos egoístas.

A medida que vayamos creciendo en la santidad, más perturbados nos sentiremos al reconocer nuestras faltas. Cuando nos damos cuenta de que no somos los santos que esperábamos ser, nos sentimos desanimados en la búsqueda de la verdadera virtud. Pero no se apresuren tanto. Empiecen por vivir su vida con rectitud, y cumplir con las tareas propias del estado en el que se encuentran. La perfección consiste en llevar a cabo pequeñas obras de acuerdo a nuestra vocación, con amor, por medio del amor y en nombre del amor. Confíen en Dios. El transformará todos sus deseos en algo sagrado, cuando El decida hacerlo.

(Adaptado del libro de J. Power & W. Wright, Francisco de Sales, Juana de Chantal; L. Fiorelli, ed. Sermones)