Quinto Domingo de la Cuaresma (7 de Abril de 2019)

Las lecturas de hoy nos prometen una vida eterna siempre y cuando vivamos y creamos en el Espíritu de Jesucristo que habita dentro de nosotros. San Francisco de Sales nos ofrece la siguiente reflexión respecto a éstas promesas: “Cuando un halconero remueve la capucha que cubre la cabeza del ave, ésta divisa su presa y extiende sus alas, lista para salir volando a capturarla. Al ser retenida por el halconero, el ave lucha por tratar de liberarse de él. Esto mismo nos sucede cuando la fe nos quita el velo de la ignorancia, y nos damos cuenta de que nuestro bienestar supremo se halla en Dios; entonces decidimos volar hacia Él, pero las condiciones de ésta vida mortal nos retienen. Es posible que esto haga que nuestro fervor se convierta en tristeza”.

Sin embargo, no debemos desfallecer ni permitir que la desesperación nos doblegue. Dios nos ha asegurado, por medio de mil promesas plasmadas en las Escrituras, y de las inspiraciones divinas que ha depositado en nuestros corazones, que alcanzar una vida de infinita bondad es posible. Aun así, debemos estar dispuestos a utilizar los medios que Él nos ha ofrecido. Si ustedes se dedican a vivir según las enseñanzas de nuestro Señor Crucificado, el deseo de recibir la bondad de Dios se irá convirtiendo progresivamente en una esperanza avivada por Su amor. Nuestro Salvador jamás nos dejará ir siempre y cuando nosotros escojamos seguirlo. Una vez que ustedes hayan sido sanados por el amor que el Espíritu de Jesús vierte en sus corazones, podrán seguir adelante y sostenerse en pie por sus propios medios, apoyados en virtud de su nueva salud y del amor sagrado.

A pesar de que nuestra naturaleza humana hace que alberguemos ciertos deseos y pensamientos egoístas, debemos impedir que éstos retrasen nuestro recorrido en busca de la bondad amorosa de Dios, y en el cumplimiento de Sus obras. Bienaventurados son aquellos cuyo amor abnegado está al servicio de Dios ¡Él jamás les permitirá permanecer improductivos e infructuosos! Si bien el sacrificio que ellos hacen por Dios es pequeño, Él se encargará de derramar sobre ellos abundantes bendiciones en esta vida y en la siguiente. La seguridad que Dios infunde en nosotros a través de sus promesas sobre el paraíso, fortalece infinitamente nuestro deseo de continuar disfrutando la bondad de Dios en Jesucristo, cuyo Espíritu habita en nosotros.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).