REFLEXION SALESIANA PARA EL DOMINGO
Segundo Domingo de la Pascua
Abril 16, 2023
Hoy, en el momento en que Jesús aparece ante Sus Discípulos después de Su resurrección, podemos apreciarlo ocupando Su cuerpo glorioso e inmortal. San Francis de Sales nos dice lo siguiente:
¡Observen como la fe de los apóstoles de Jesús ha sido sacudida después de Su crucifixión! Todos se hallan reunidos en un cuarto a puertas cerradas, llenos de miedo. Entonces entra Jesús, se ubica en medio de ellos, y los saluda: La paz sea con ustedes. Les muestra las marcas y los símbolos de la reconciliación de la humanidad con Dios y les dice, observen mis manos y mi costado. ¿Por qué hace esto? Para reafirmar su fe vacilante. Sin la presencia de nuestro Salvador ellos se sintieron tímidos, les falto la fuerza. Eso mismo ocurre cuando uno no está con Dios. Ellos sintieron miedo. Como un barco en medio de una tormenta y sin capitán a bordo; ese era el estado de ese pobre barco. Nuestro Señor aparece ante sus discípulos trayendo consigo el alivio a sus temores.
Qué dicha tan grande, qué júbilo experimentan los Apóstoles cuando ven a su Maestro nuevamente entre ellos. Jesús reafirma su fe acobardada, reanima sus esperanzas apagadas, e ilumina su amor sagrado por Dios. La fe, la esperanza, y el amor sagrado, son indispensables para nosotros durante nuestra permanencia en la tierra. Una vez estemos en el cielo sólo el amor sagrado perdurará. Durante los días posteriores a Su resurrección, especialmente con Sus discípulos, y particularmente durante la aparición que nos ha sido narrada hoy, nuestro Salvador se dedica a hacer una sola cosa: enseñarnos que es necesario creer, tener esperanza, y amar.
El llega para devolver la seguridad a este lugar asaltado por el miedo. El toma nuestras miserias y las ennoblece. ¿Necesitan fuerza? Aquí están mis manos. ¿Necesitan un corazón? Aquí está el mío. Con gentileza, Su poder nos va dando poder. La fe viviente reconoce su poder. Confortados por el amor sagrado, la fe viviente se dedica al servir a Dios fielmente. Que permanezcamos arraigados en la fe, en la esperanza dichosa, y en el amor sagrado y fervoroso, en el cual nos podamos regocijar por toda la eternidad.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente Oeuvres: Semones)