Segundo Domingo de Cuaresma (Marzo 12 de 2017)

Este domingo escalamos el Monte Tabor con Jesús. Allí alcanzamos a vislumbrar brevemente la gloria de nuestro Salvador, cuyo amor divino nos transforma continuamente. San Francisco de Sales observa: Jesús, por medio de su Transfiguración, nos muestra un destello de la felicidad eterna que nos espera. Nuestro Señor se transfiguró para generar en nosotros el deseo de obtener la felicidad eterna en su totalidad.

Nuestro gentil Salvador hace uso de sus atracciones e inspiraciones divinas, para acercarnos a la expresión más pura de Su amor. Cuando Dios nos da fe, El se comunica directamente con nuestra mente a través de las inspiraciones. El Espíritu Santo se encarga de propagar en nosotros estos primeros indicios del amor de Dios. En aquellos corazones que acceden, EL va fortaleciendo, poco a poco, gentilmente, el amor sagrado que emana de las inspiraciones.

Los discípulos experimentaron tanta dicha en el Monte Tabor que por un instante desearon quedarse allí. Entreguemos nosotros también todos nuestros afectos a Nuestro Salvador, y aspiremos a obtener la felicidad que Dios ha preparado para nosotros. EL nos ha otorgado todos los medios necesarios para alcanzar la felicidad de la gloria eterna. Nosotros también estamos escalando el Monte Tabor, ya que también hemos hecho la firme resolución de servir bien a Nuestro Salvador, y a amar Su divina Bondad. Aún así, y como sucede cuando comenzamos a avanzar por la senda de la santidad, muchas veces encontramos que nuestros afectos todavía están enredados en amores inútiles. Pero no se disgusten por ello. Tómenlo como una oportunidad de poner en práctica las virtudes. Ustedes sienten un gran deseo de lograr la santidad. Alimenten ese deseo y permítanle que crezca cada día. Si se tropiezan, clamen a Nuestro Señor quien desea obtener su amor, y quien los tomará de la mano. Escalemos entonces el Monte Tabor, sin desfallecer, rumbo a la visión celestial que nuestro Salvador nos ha dado.

Caminen dichosos por entre las dificultades que se presentan en esta vida pasajera. Asuman todos los retos que se les presenten a lo largo del camino que Dios ha señalado para ustedes, y manténganse en paz. La transformación es el verdadero sello de una manifestación divina. ¡Ojalá que ustedes siempre sientan el deseo de ser transformados!

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)