REFLEXION SALESIANA PARA EL DOMINGO
Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario 19 de febrero de 2023
En el Evangelio de hoy Jesús nos llama a poner en práctica el amor supremo. ¡Jesús nos llama a perdonar y a amar a nuestros enemigos! Evidentemente, esta no es una tarea fácil. San Francisco de Sales subraya la noción de que quizás la mejor manera en que podemos convertirnos en instrumentos del amor misericordioso e indulgente de Dios, es aceptando en primer lugar ese mismo amor divino, misericordioso, e indulgente nosotros mismos.
Verdaderamente no debemos desfallecer. Porque aun cuando somos débiles, nuestra debilidad no es tan grande como la misericordia de Dios hacia todos aquellos que deseamos responder al amor de Dios. Todos nosotros estamos sujetos a algunas pasiones o a cambios y altibajos. No debemos preocuparnos por estas emociones. Perseveremos en nuestro llamado a alcanzar la santidad. Todos estamos esforzándonos por darlo todo por Dios de buena fe. Es el amor misericordioso de Dios lo que constantemente nos transforma, por lo tanto debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance.
A primera hora en la mañana debemos preparar nuestros corazones para estar en paz. Durante el día debemos esforzarnos para que nuestros corazones regresen a ese estado y, por así decirlo, debemos llevarnos en nuestras manos. Si de pronto hacemos algo de lo que nos arrepentimos, no debemos asombrarnos ni molestarnos. Reconozcamos nuestra falta. En silencio, dirijámonos a Dios e intentemos recuperar la compostura con serenidad. Digámosle a nuestra alma: “Hemos cometido un error, pero debemos seguir adelante y ser más cuidadosos”. Hagamos lo mismo cada vez que nos caigamos. No importa cuán frágiles y débiles nos sintamos, tenemos que recordar que el divino Artesano se regocija erigiendo edificios magníficos hechos con piezas de madera que están retorcidas y que pareciera que no sirvieran para nada.
Cuando logremos alcanzar la paz interior, no perdamos la oportunidad para hacer todas las buenas obras que podamos-con tanta frecuencia como sea posible- y sin importar qué tan pequeñas parezcan. Porque como dice nuestro Señor: “La personas que son fieles en las pequeñas cosas, recibirán grandes recompensas”.
Caminemos con humildad por la senda que nuestro Señor nos ha mostrado y sin preocuparnos. Porque si los polluelos se sienten completamente seguros cuando se encuentran cobijados por las alas de su madre, ¡cuán seguros deben sentirse los hijos de Dios estando bajo Su protección! El amor misericordioso de Dios es eterno.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente Francisco de Sales, Juana de Chantal: Cartas de Guía Espiritual, J. Power, W. Wright, Eds. P)