Tercer Domingo del Tiempo Ordinario (Enero 27, 2018)

En las lecturas para hoy, de la Carta a los Corintios, San Pablo dice que los miembros de la comunidad Cristiana tienen diferentes funciones y dones que contribuyen a la unidad de esta comunidad. San Francisco de Sales habla de los dones que nos unen aún en medio de nuestras diferencias:

Como miembros del cuerpo de la Iglesia estamos tan unidos que compartimos nuestro bienestar individual. Incluso los enfermos que aún a pesar de sus padecimientos son constantes, admirablemente, en la práctica de las virtudes, están contribuyendo al bienestar de la comunidad. Nuestro Salvador desea que el amor sagrado nos una. Como miembros vivientes de Jesucristo y de la Iglesia, los frutos de nuestra labor son distribuidos, y benefician a todos aquellos con quienes estamos ligados por medio del amor sagrado. Para hacer un vino se exprimen muchas uvas. Muchos granos de trigo son molidos y amasados para hacer una hogaza de pan. Compartir la Eucaristía juntos es un regalo y es la fuente de nuestra unión, por que la Eucaristía nos une como hijos de Dios.

Debemos valorar inmensamente los dones que hemos recibido de parte de Dios y hacer nuestro mejor esfuerzo por obtener el bienestar de todos. Puede que esto sea difícil a veces. Puede que muchas veces tengamos dudas en cuanto a si aceptamos las responsabilidades que nos han sido encomendadas. Aún así, y con sencillez en nuestro corazón, debemos decir “yo todo lo puedo en Dios quien me da fortaleza”. Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer: sin preocuparnos por cuán grande es la tarea encomendada, el tiempo que requerirá, o las muchas demoras que se nos puedan presentar. Por que el Espíritu Santo, que habita en nosotros, hace que nuestras frágiles obras reflejen la grandeza del amor de Dios que nos une a todos.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).