Vigesimotercer Domingo en el Tiempo Ordinario (10 de Septiembre de 2017)

El Evangelio de hoy nos reta a amarnos los unos a los otros poniendo en práctica la “corrección fraternal”, un concepto que ha desaparecido de nuestra cultura. San Francisco de Sales hace referencia a este concepto en relación al tema de la verdadera amistad:

A menudo ocurre que cuando tenemos una muy buena opinión de nuestros amigos, terminamos absorbiendo sus imperfecciones. Es cierto que debemos amar a nuestros amigos a pesar de sus faltas. Sin embargo, la verdadera amistad nos exige compartir el bien verdadero, no el mal. Por lo tanto, del mismo modo en que los excavadores de oro dejan la arena en la ribera y se llevan el oro que encuentran, quienes comparten una verdadera amistad deben remover la arena de la imperfección presente en la relación y no permitir que esa arena entre en sus almas.

La verdadera amistad solo sobrevive si está cimentada en la verdadera virtud. Es un afecto que viene de Dios, nos conduce a Dios, y sus lazos perduran eternamente en Dios. La amistad que es pasiva se dedica a observar a los amigos mientras escogen el camino equivocado: los deja perecer, en lugar de llenarse de coraje y hacer uso de la lanza de la corrección para ayudarlos. La amistad que es genuina y digna no puede progresar en medio del vicio. Aún si ese vicio es solo pasajero la verdadera amistad lo corregirá y lo sacará corriendo.

Cuando corregimos con compasión en lugar de ira, el arrepentimiento es asimilado de manera más profunda y penetra más efectivamente. No hay nada más efectivo y rápido que calme a un elefante enfurecido que cuando ve una pequeña oveja. Cuando la razón viene acompañada de rabia se vuelve más temida que amada. A diferencia de esto, la razón sin rabia, aún cuando es precisa y severa, reprende y advierte de manera pacífica. Los reproches generosos y amorosos de un padre tienen más poder a la hora de corregir al hijo que la rabia y la agitación.

¡Bienaventurados los que hablan sólo para “corregir fraternalmente” en el espíritu del amor sagrado y de la humildad profunda! ¡Mucho más bienaventurados quienes están preparados para recibir esta corrección con un corazón gentil, en paz y tranquilidad! Sólo por el hecho de demostrar su humildad, su fe y su coraje ellos ya han logrado un gran progreso, y alcanzarán el nivel más alto de la santidad Cristiana.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente la Introducción a la Vida Devota)