Décimo Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario 28 de julio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Séptimo Domingo en el Tiempo Ordinario

28 de julio de 2024

Hoy San Pablo nos urge a que nos amemos los unos a los otros con humildad, con gentileza y paciencia. San Francisco de Sales se refiere a éstas virtudes como “las pequeñas virtudes”:

Tratemos de aprender todas esas pequeñas virtudes como la paciencia, la humildad y la gentileza para ponerlas en práctica con nuestros semejantes. Es importante que sepan que la paciencia es la única virtud que nos puede garantizar que alcanzaremos la santidad. Aunque es necesario ser pacientes con los demás, también debemos serlo con nosotros mismos. La paciencia nos ayuda a poseer nuestra propia alma para que así podamos cumplir con la voluntad de Dios; la fuente de la felicidad más grande. Quienes aspiran al amor puro de Dios, deben ser más pacientes con ellos mismos que con los demás.

Ser pacientes con nosotros mismos nos lleva a ser humildes. Para poder adquirir una profunda humildad, debemos comenzar por reconocer la multitud de de bendiciones que Dios nos ha concedido. Nosotros las disfrutaremos y nos regocijaremos en ellas ya que las poseemos, pero daremos gloria a Dios ya que ha sido Él, solamente él, el artífice de las mismas. Debemos poner nuestros dones y talentos al servicio de Dios y de nuestros semejantes. Quienes son humildes poseen aún más coraje, ya que ellos han depositado toda su confianza en Dios. Diríjanse a nuestro Señor, quien ha dado Su vida por todos nosotros. La humildad nos perfecciona con respecto a Dios, y la gentileza con respecto a nuestros semejantes.

Poco a poco hagan que su rapidez mental de paso a la paciencia, la gentileza, la sencillez y la afabilidad, aun cuando enfrentados a la mezquindad, la inmadurez o las imperfecciones demostradas por aquellos que son más débiles. Estas pequeñas virtudes, las cuales deben ser puestas en práctica a diario, en sus hogares, en su lugar de trabajo, con sus amigos y con extraños, en cualquier momento y en todo momento-esas son las virtudes para nosotros. Dios, en su infinita bondad, se siente satisfecho con los pequeños logros de nuestro corazón. Cuando nosotros alimentamos nuestro corazón con la virtud, con buenos proyectos que nos permitan server a Dios y a los demás, éste es capaz de obrar maravillas.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales.)

Décimo Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario 21 de julio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario

21 de julio de 2024

Las lecturas de hoy nos recuerdan que nuestro Dios es un Dios compasivo. San Francisco de Sales frecuentemente hace énfasis en el cuidado amoroso de Dios, especialmente en la adversidad:

Nuestro Dios es el Dios del corazón humano. Cuando nuestro corazón está en peligro, solamente Él puede salvarlo y protegerlo. Así como Dios es el creador de todo cuanto nos rodea, Él mismo se encarga de protegerlo todo. Él sustenta y abarca toda la creación. En consecuencia, Su deseo es que todas las cosas sean buenas y hermosas. Es por esto que debemos tener la certeza que Dios vela por nuestros intereses, incluso en la adversidad. Las razones por las cuales debemos enfrentar ciertas pruebas no siempre nos resultan claras; debemos admitir sin embargo, que algunas veces nosotros mismos somos la causa de nuestros problemas.

Aun cuando es importante que seamos cuidadosos y que estemos atentos a todas aquellas cosas que Dios ha encomendado a nuestro cuidado, no debemos dejarnos llevar por la ansiedad, la incomodidad, ni tampoco debemos precipitarnos. La preocupación nubla la razón y el buen juicio, y nos impide hacer bien precisamente esas cosas que tanto nos inquietan. Las lluvias hacen que los campos abiertos den frutos, pero las inundaciones arruinan los campos y las praderas.

Así pues, asuman todos sus asuntos con la mente en calma y de manera ordenada, cada uno a su tiempo. Si intentan lograr todo al mismo tiempo, o de manera desordenada, su espíritu se sobrecargará y se deprimirá tanto que seguramente quedarán hundidos bajo el peso de la carga, y no lograrán llevar nada a buen término. En todos sus asuntos, deben luchar en paz y cumplir con el plan que Dios ha trazado para ustedes.

Dios nos provee una gran abundancia de medios apropiados para que podamos alcanzar la salvación. Por medio de una inyección maravillosa de la gracia de Dios en nuestros corazones, el Espíritu hace que nuestras obras se conviertan en obras de Dios. Nuestros buenos trabajos, como un pequeño grano de mostaza, tienen vigor y virtud para hacer un gran bien, ya que proceden del Espíritu de Jesús. Ustedes pueden estar seguros de que si confían firmemente en el amor compasivo de Dios, y en Su preocupación por nosotros, el éxito que tendrán de sus trabajos siempre será útil tanto para ustedes como para la comunidad creyente.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios, Introducción a la Vida Devota).

Reflexión salesiana para el domingo Décimo Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario 14 de julio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario

14 de julio de 2024

En el Evangelio de hoy revivimos el momento en que Jesús les otorga a los Apóstoles la autoridad para continuar con Su labor, y cómo la fe en Él los guiará para que puedan continuar llevando a cabo buenas obras. Al respecto, San Francisco de Sales observa lo siguiente:

La fe viviente genera muchas y muy buenas obras. Sin embargo, muchas veces vemos como hay personas que, aun siendo fuertes y saludables, necesitan ser motivados frecuentemente para que hagan buen uso tanto de su fuerza como de sus talentos. La mano debe guiar su labor. Aun cuando toda alma que acarrea el peso de una gran carga posee el poder para creer y depositar sus esperanzas en el amor de Dios, muchas veces no tiene la fuerza para percatarse de ello. La angustia se apodera de ella. Pero nuestro Salvador jamás nos dejará solos mientras transitamos por la senda. El Espíritu de Jesús siempre está con nosotros, instándonos a seguir adelante, apelando a nuestros corazones, e impulsándolos a avanzar para así poder hacer buen uso del amor sagrado que Él deposita en nosotros.

Una madre amorosa guía a su pequeño hijo, lo ayuda y lo lleva en brazos tanto tiempo como lo considere necesario. Ella lo deja que de unos cuantos pasos por sí solo en lugares donde pueda caminar sin dificultad y sin tropiezos. Entonces lo toma de la mano y lo sujeta con firmeza. A veces lo toma en sus brazos y lo carga. De este mismo modo nuestro Salvador cuida constantemente, y se encarga de guiar a Sus hijos. Él les permite caminar al frente Suyo. Él les toma de la mano cuando atraviesan por dificultades. Es por esto que, cuando todo nos falle, cuando nuestra angustia llegue a su punto máximo, debemos encomendarnos a Dios. Él jamás nos fallará. Nos llevará en sus brazos cuando tengamos que enfrentar sufrimientos que Él considere insoportables para nosotros, siempre y cuando lo dejemos.

Dios tiene muchas maneras de proteger y cuidar de todos aquellos que tienen fe en las enseñanzas de Jesús. Nuestro bienestar consiste no solo en aceptar la verdad de la palabra de Dios, sino también en preservarla. Por lo tanto, debemos demostrar un gran coraje y confianza en que Él nos ayudará en todo lo que hagamos por glorificarle. Hagamos que nuestra fe despierte. Avivémosla, demostrando que creemos plenamente en el amor y el cuidado de Dios para con nosotros. Entonces todas nuestras obras darán frutos similares a los que produjeron los doce Apóstoles.

(San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios; Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, Ed.).

Decimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario 7 de julio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Decimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario

7 de julio de 2024

El Evangelio de hoy nos narra cómo Jesús experimento el rechazo, y cuánto le sorprendió la falta de fe en El que demostraron algunas personas. San Francisco de Sales nos habla de la fe como un acto de consentimiento al amor de Dios:

Casi siempre hay un lapso de tiempo largo entre el momento en que despertamos de la incredulidad, y el momento en tomamos la decisión de creer plenamente en el amor de Dios, y en su preocupación por nosotros. Muchas veces se presentan dificultades entre los primeros movimientos de la fe en la bondad de Jesucristo, y en nuestra decisión de creerlo. San Agustín dejo pasar un tiempo antes de aceptar completamente las enseñanzas de Jesucristo. En una ocasión San Ambrosio le dijo: “Si no crees, ora para que puedas llegar a hacerlo”.

Durante este tiempo nosotros oramos como lo hiciera San Agustín, quien en un momento exclamo: “Señor, yo si creo, pero ayúdame a dejar mi incredulidad”. Esto quiere decir, “aun cuando ya no me encuentro sumergido en la oscura noche de la infidelidad, ilumina el horizonte de mi alma con los rayos de luz de tu fe, ya que aun no soy el creyente que debería ser. El conocimiento que provee la fe aun es frágil dentro de mí, y por lo tanto se mezcla ocasionalmente con la duda”.

Dios llama a nuestros corazones continuamente, hasta que las enseñanzas de Jesús nos resultan placenteras. Mientras logramos llegar a ese punto, la bondad de Dios jamás cesa en sus esfuerzos por lograr un acercamiento con nosotros por medio de las inspiraciones. Aun así, nosotros somos libres para acceder Su llamado amoroso, o para rechazarlo. Los grandes ríos se esparcen al llegar a las llanuras abiertas, y ocupan cada vez mas espacio. Así ocurre con el amor sagrado de Dios, el cual, siempre y cuando no lo rechacemos, continúa creciendo en nosotros hasta que nos convierte totalmente. El amor de Dios es nuestro guía en la travesía hacia el perdón. Nos consuela, nos anima y nos fortalece en medio de las dificultades. Es por esto que la fe incluye un punto de partida que es el amor que el corazón siente por las cosas de Dios. No rechacemos ese regalo que es la fe.

(Adaptado de los escritos del Tratado del Amor de Dios de San Francisco de Sales.)

Decimotercer Domingo en el Tiempo Ordinario 30 de Junio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Decimotercer Domingo en el Tiempo Ordinario

30 de Junio de 2024

Las lecturas de hoy nos recuerdan que el deseo de Dios para que nosotros podamos alcanzar la plenitud, a medida que EL nos va formando, no es para después de la muerte sino en vida, a través de la fe en Cristo. Es por medio de esta fe vivificante que Dios nos llama a compartir la abundancia de nuestros dones con aquellos que lo necesitan. Francisco de Sales nos dice algo similar:

El deseo de Dios, que es que nosotros logremos la plenitud, nos ha sido comunicado de muchas formas. Entre los métodos empleados por Dios para demostrarnos que hemos sido creados para alcanzar la dicha eterna están la creación en primer lugar, y segundo, la venida de Jesús. En el momento en que EL se hizo humano asumió nuestra semejanza y nos cedió la Suya. ¿Sorprende entonces que nuestro bien amado Amante desee que nosotros nos amemos los unos a los otros como EL lo hizo?

Nada como el amor para despertar la urgencia en el corazón del hombre. Nuestro Señor padeció la muerte con amor, para que de esta forma la familia humana tuviera la oportunidad de convertirse en una familia divina. El amor entregado de Jesús obra en nosotros de manera especial. El desea que vivamos en El. Por lo tanto, para dar Gloria a Dios, debemos hacer un esfuerzo para que todas nuestras obras, nuestras acciones, nuestros pensamientos y afectos se materialicen.

La voluntad de Dios es que todos los humanos seamos eternamente felices. Nuestra voluntad debe corresponder a la voluntad de Dios. Por ende, nosotros debemos esforzarnos por alcanzar la plenitud, tal y como EL lo desea para nosotros. En la medida en que Dios nos de los medios para lograr este objetivo, debemos aceptar toda la gracia que El ha destinado para nosotros y que nos otorga. Debemos armarnos de coraje, y de total honestidad, para vivir de acuerdo a lo que somos. ¡Debemos imitar a Jesús, con tanta perfección como nos sea posible, ya que EL vino a este mundo a enseñarnos lo que debemos hacer para poder preservar esa belleza, esa divina semejanza que EL reparó y embelleció en nosotros tan completamente! Es esta misma divina semejanza la que debemos aprender a identificar, y que debemos ayudar a preservar en los demás. Porque ellos también son hijos de Dios. Caminemos entonces por la senda del amor como hijos amados de Dios.

(L. Fiorelli, ed. Sermones; San Francisco de Sales, Tratado del Amor de Dios).

Décimo segundo domingo del tiempo ordinario 23 de Junio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo segundo domingo del tiempo ordinario

23 de Junio de 2024

San Francisco de Sales –el “doctor del amor”– tenía su propio punto de vista acerca de los juicios. Específicamente, él nos previno contra los juicios precipitados. Él dijo: "A menudo, el temor, la ambición y otras debilidades mentales similares generan sospecha y juicios precipitados" en lo que se refiere a nuestra percepción de otras personas.

Y continuó: Las personas que están "ebrias de orgullo, de envidia, de ambición y de odio consideran que todo lo que ven es malo y reprochable. Para ser sanados… les digo, deben beber tanto como puedan del vino sagrado de la caridad. Los juicios precipitados son pecados derivados de una amargura espiritual que hace que todas las cosas parezcan malas a los ojos de quienes están infectados con ella”.

Dicho de otra manera, los juicios dependen, en última instancia, del punto de vista –o del corazón– de quien los hace. “Si sus reflexiones son amables,” comentó Francisco, “sus opiniones también lo serán. Si sus afectos son caritativos, sus opiniones así mismo lo serán”.

Obviamente, si nuestros afectos no son ni buenos ni caritativos juzgaremos a los demás de manera desagradable e insensible, en el mejor de los casos. Estos comportamientos no son compatibles con las personas que buscan ser “renovadas” en Cristo.

Desafortunadamente, por experiencia propia sabemos que es demasiado fácil desperdiciar el tiempo juzgando la motivación y las intenciones de los demás. Como si esto no fuera lo suficientemente grave, pocas veces nos guardamos esas opiniones. A menudo compartimos nuestros juicios con otros y esto crea "malestar, desprecio por el prójimo, orgullo y autosatisfacción, y tiene muchos otros efectos negativos, principalmente la calumnia”.

Quizás Francisco de Sales puso su dedo en a llaga y resumió esta falta cuando escribió que: “El sello distintivo de un alma improductiva es que se deleita escrudiñando las vidas de los demás”. La antigua costumbre de valorar a los demás basados en juicios meramente humanos ya no es relevante: ¿Qué estamos haciendo para que así sea?

Además, en un día cualquiera, seguramente tendremos suficiente con examinar nuestras propias vidas, ¿o no? Entonces, ¿por qué desperdiciar nuestro tiempo diseccionando las vidas de otros sólo para divertirnos… y para deshonrarnos?

Décimo primer domingo del tiempo ordinario 16 de junio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo primer domingo del tiempo ordinario

16 de junio de 2024

Las lecturas de hoy nos ayudan a mantener las cosas en perspectiva. Que no quepa la menor duda: todos hemos sido llamados a seguir los pasos de Jesucristo. Pese a que todos tenemos una responsabilidad muy importante –promover el reino de Dios– la manera más eficaz de responder a este llamado es prestar atención a los detalles; es decir, hacer todas las cosas, incluso las que parecieran menos trascendentales, con un gran amor.

En su Introducción a la Vida Devota, Francisco de Sales nos exhorta a hacer lo siguiente:

“Consagren sus manos a las labores arduas: aprendan a orar y a meditar, reciban los sacramentos, guíen a otras almas para que amen a Dios, inculquen las buenas inspiraciones en los corazones de los demás; en resumen, realicen grandes obras conforme a su vocación. Sin embargo, jamás se olviden de… esas pequeñas y humildes virtudes que crecen como flores al pie de la cruz: ayudar a los pobres, visitar a los enfermos, cuidar de sus familias, con todas las responsabilidades que éstas implican y con la diligencia que les urge a no permanecer de brazos cruzados”.

“Rara vez se nos presentan oportunidades importantes para servir a Dios. Sin embargo, frecuentemente se presentan oportunidades que a simple vista parecen menos relevantes... ustedes se beneficiarán más a los ojos de Dios si aprovechan esas pequeñas oportunidades porque Dios desea que lo hagan". (III, 35, pp. 214 - 215)

Dios ha puesto a nuestra disposición un sinnúmero de métodos para que logremos nuestra salvación. Gracias a una maravillosa infusión de la gracia de Dios en nuestras mentes, corazones, actitudes y acciones, el Espíritu hace que nuestras obras se conviertan en obras de Dios. Nuestras buenas labores –como plantar pequeñas semillas de mostaza aquí o esparcir pequeñas semillas allá– cuentan con el vigor y la virtud suficiente para hacer un gran bien porque proceden del Espíritu de Jesús.

A la final, las pequeñas cosas que hacemos son realmente significativas a los ojos de Dios. De hecho, ¡lo son todo!

Décimo Domingo del Tiempo Ordinario 9 de junio de 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Décimo Domingo del Tiempo Ordinario

9 de junio de 2024

En su Introducción a la Vida Devota, Francisco de Sales no compara la felicidad con el egocentrismo, el ensimismamiento o la obsesión con nosotros mismos. Sin embargo, Francisco sí compara la felicidad con lo que él llama el autodominio. El Santo Caballero escribe: “La mayor felicidad del hombre es ser dueño de su propia alma, y entre más perfecta sea nuestra paciencia más completamente poseeremos nuestras almas".

¡Qué felicidad es conocernos y aceptarnos a nosotros mismos por quienes somos a los ojos de Dios! ¡Qué dicha es sentirnos cómodos –sin ser autocomplacientes– en nuestra propia piel! ¡Qué dicha es, en esencia, sentirse en casa –estar en paz– con la persona que Dios nos hizo! En realidad, es lo mejor después del Paraíso.

Lo trágico es que, la capacidad de sentirnos como en casa con nosotros mismos fue la primera –y la más fundamental– víctima de la Caída. Tan pronto Adán y Eva comieron del fruto del árbol del conocimiento, su estado natural –su desnudez, su transparencia– se convirtió en reprobación. Se sentían incómodos –estaban avergonzados– de quienes eran. Literalmente, ya no se sentían cómodos en su propia piel. Manchados de repente por su auto-aislamiento y el odio hacia sí mismos, perdieron el Paraíso... y la vida se convirtió en una carga.

Como bien sabemos, mucha de la miseria, el pecado y la tristeza que azotan a la familia humana hasta nuestros días procede ya sea de (1) nuestra incapacidad de ser quienes realmente somos o (2) nuestros intentos inútiles por ser quienes no somos.

En su Tratado Sobre el Amor de Dios, Francisco de Sales dijo: "Dios se ha manifestado ante nosotros de tantas maneras y a través de tantos medios que Él desea que todos seamos salvados y que nadie desconozca este hecho. Para este propósito, a través de la Creación Dios nos hizo "a su imagen y semejanza”; mientras que mediante la Encarnación Dios se hizo a sí mismo a nuestra imagen y semejanza".

La gracia redentora de la Encarnación nos permite experimentar nuevamente la felicidad que produce el poseer nuestras propias almas. El poder restaurador de la Encarnación hace que podamos experimentar otra vez la dicha de sentirnos básicamente de nuevo cómodos con quienes somos a los ojos de Dios. Heridos como estamos por el pecado, nuestra práctica de la devoción –nuestra cruzada para poseer nuestras almas– ya no es tan fácil como lo fuera originalmente en el Paraíso. Requiere una práctica perpetua; exige una enorme paciencia. Aun así, Dios no solo nos promete la dicha y la paz fruto de esta auto-aceptación celestial; Él también nos muestra cómo lograrla en esta tierra y en la persona de su Hijo.

Jesús encarna el poder del autodominio. Jesús exhibe la alegría de quien se acepta a sí mismo. Jesús irradia la paz de la autodeterminación. ¿Quién mejor que Jesús para mostrarnos lo que es sentirnos cómodos en nuestra propia piel? ¿Quién mejor que Jesús para demostrar lo que es invitar –y empoderar– a otros para que hagan lo mismo?

Cuerpo y Sangre de Cristo Junio 2, 2024

Reflexión salesiana para el domingo

Cuerpo y Sangre de Cristo

Junio 2, 2024

Hoy celebramos la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía. He aquí algunas de las reflexiones que San Francisco de Sales hace en relación a este Sacramento.

Después de la resurrección Jesús entró en la habitación donde se habían reunido los apóstoles; aún cuando las puertas estaban cerradas con llave. El quería asegurarles que seguía con vida y que permanecía entre ellos. De este mismo modo Jesús nos entrega Su cuerpo y Su sangre, transformados en pan y vino, para convencernos de que Su presencia entre nosotros es real.

El punto máximo del amor de Dios por nosotros, un amor que se basa en la autoentrega, es manifestado en la Eucaristía. Cristo instituyo el sacramento de la Eucaristía para que la totalidad de la familia humana pudiese estar íntimamente ligada a El. Una vez unidos en Cristo, este sacramento también nos llama, y nos ayuda, a unirnos a los demás por medio de una clase conexión espiritual que Nuestro Salvador desea que exista entre nosotros. Esta unión agrupa a muchos y muy diferentes miembros, y los moldea en un sólo cuerpo. Es por esto que este sacramento es conocido también como la Comunión, ya que representa para nosotros la unión común del amor sagrado que ha de existir entre nosotros.

En la Eucaristía, el banquete perpetuo de la gracia divina nos ha sido otorgada una promesa de felicidad infinita. Cuando recibimos la Eucaristía con frecuencia y con devoción, estamos fortaleciendo nuestra salud espiritual para así poder evitar el mal de manera efectiva. Esto fortifica nuestro corazón y nos hace como dioses en este mundo. Las frutas más delicadas, como las fresas, están sujetas a la descomposición. Pero pueden ser conservadas fácilmente por un año si se les coloca entre miel o azúcar. Así mismo ocurre -aunque de forma más grandiosa- cuando recibimos la Eucaristía, ya esta conserva nuestros débiles corazones y los protege del mal.

Tanto quienes se consideran perfectos, como aquellos que se consideran imperfectos, han de recibir la Eucaristía frecuentemente. Los perfectos por que poseen la predisposición para hacerlo. Los imperfectos para que puedan alcanzar la perfección. Nuestro Señor nos ama a todos con el mismo amor, El nos acoge en sus brazos a través de este Sacramento. Debemos afianzar estos gentiles y vigorizantes lazos del amor divino por medio de la Eucaristía.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales.)

Domingo de la Trinidad 26 de mayo de 2024

Reflexion salesiana para el domingo

Domingo de la Trinidad

26 de mayo de 2024

Hoy, domingo de la Trinidad, la Iglesia celebra a las Tres Personas Divinas que habitan en Dios. San Francisco de Sales nos dice que nosotros como comunidad hemos sido llamados a forjar una unión similar, basada en el amor puro:

El amor puro de la Trinidad se desborda sobre la salud spiritual de la familia humana. El Espíritu Santo, que habita en nosotros a lo largo de nuestra vida mortal, nos conduce hacia Cristo quien es el camino que nos lleva al Padre. Es la Trinidad la que hizo posible el misterio de Dios hecho hombre. Nuestro Salvador asumió nuestra semejanza y nos otorgó la Suya. Es sólo en Cristo, y a través Suyo, que podemos participar en la unión de amor puro de la Trinidad.

Nuestra salud spiritual está basada en la Encarnación. Nuestro Salvador amaba demasiado la verdad y la autentica bondad, como para dejarse tentar por la ambición, la codicia, o los honores que tanto daño nos hacen a nosotros. Nuestro Señor nos ha dicho que debemos amarnos los unos a los otros, y a mantenernos unidos de la forma más pura y perfecta posible. Es la imagen y semejanza de Dios, presente en nosotros y en los demás, la que debemos honrar y amar. San Pablo nos hace la siguiente recomendación: “Queridos hermanos, caminen siempre por la senda del amor por los demás como deben hacerlo los buenos hijos de Dios”. Pablo añade que él desea que nosotros demos también demos pasos gigantes como lo hiciera Jesús: amando y perdonándolo todo. Nosotros demostramos que verdaderamente somos hijos de Dios, cuando nos amamos los unos a los otros verdaderamente y con el corazón lleno de bondad.

La unión de las tres Personas Divinas es realmente imposible de imaginar. Sería presuntuoso esperar que nosotros podamos llegar a alcanzar una unión en el amor semejante a la de la Santísima Trinidad. Aún así, siempre debemos estar dispuestos a tratar de forjar una unión similar según nuestra condición humana. Todos hemos sido llamados a convertirnos en santos, pero para poder amar de manera divina debemos ante todo depositar nuestra confianza en la gracia de Dios, más que en nuestras propias fuerzas. Del mismo modo en que el amor de la Santísima Trinidad desborda en la familia humana, ojalá que nuestro amor se asemeje al de la Trinidad, y que desborde en los corazones de todas las personas a quienes encontremos cada día.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente Los Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, Ediciones).

Domingo de Pentecostés 19 de mayo de 2024

Reflexion salesiana para el domingo

Domingo de Pentecostés

19 de mayo de 2024

Durante la Fiesta del Pentecostés podemos apreciar el Espíritu de la verdad que fortalece a los discípulos de Jesús, y que los impulsa a convertirse en testigos auténticos de Sus palabras y de Sus obras. San Francisco de Sales nos dice lo siguiente al respecto:

El amor sagrado que el Espíritu vierte sobre nuestros corazones es mucho más extraordinario que todas las otras formas de amor. El amor que el Espíritu no da, nos redime y nos concede la vida eterna. Durante la Fiesta del Pentecostés el Espíritu Santo infundió un nuevo vigor, fortaleció y llenó de virtudes a los discípulos de Jesús, para que ellos pudiesen continuar con la obra que comenzó nuestro Salvador por medio de la creación de la Iglesia.

Ustedes también están desempeñando una función apostólica dado fe de sus vidas como cristianos. El amor del Espíritu los faculta para continuar con la obra de nuestro Señor. Las labores que realicen, y que fluyan del amor del Espíritu, tendrán vigor y autenticidad, y crecerán como semillas de mostaza. Este divino Espíritu no duda en establecer su morada en nosotros. Por lo tanto debemos abrir un espacio en nuestro ser para el Espíritu Santo. ¿Qué debemos hacer para abrir este espacio? Lo primero que Dios nos pide es nuestro corazón. El espíritu, que vive en nosotros, desea abrir nuestro corazón a la bondad divina. El Espíritu de Jesús desea que nosotros experimentemos los frutos del amor divino. El Espíritu logra esto al concedernos los dones y las bendiciones derivadas del amor sagrado, por medio de las cuales podremos alcanzar la felicidad eterna.

Nuestro deseo, el poder alcanzar la plenitud de una vida sagrada, es una chispa de la llama divina y de la obra del Espíritu. Si nuestro deseo es embarcarnos en la pequeña barca de la Iglesia para navegar en medio de las aguas amargas de este mundo, nuestro Salvador nos ayudará a deslizarnos rumbo a la felicidad eterna. El hará todo lo posible por animarnos a tomar los remos con nuestras manos y remar. El nos ha prometido que si nos tomamos la molestia de remar nuestra barca, El nos conducirá a otro lugar que está lleno de vida. En la medida en que ustedes permitan al Espíritu engrandecer sus corazones, éste incrementara su habilidad para amar divinamente. Verdaderamente, ¡dichosos aquellos que deciden servir a Dios, aun cuando sólo sea un poco! ¡EL jamás permitirá que ellos sean improductivos ni infructuosos! ¿Quién entonces puede resistir el amor enriquecedor del Espíritu Santo?

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal).

Séptimo Domingo de la Pascua 12 de mayo de 2024

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Séptimo Domingo de la Pascua

12 de mayo de 2024

En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús que ora para que sus discípulos sean uno, y que se “consagren en la verdad”. Al respecto, San Francisco de Sales añade lo siguiente:

¡Qué agradable es ver que los hermanos y hermanas viven juntos en unidad! Cuando dos, o tres, o más almas comparten entre ellas el amor y el afecto sagrado, hasta el punto que logran establecer un espíritu único, es entonces que experimentan la verdadera amistad. Las amistades que son sagradas hablan con la verdad, y sólo alaban la virtud y el amor de Dios.

Para aquellos de nosotros que vivimos en el mundo, y que deseamos poner en práctica las verdaderas virtudes, es necesario que nos unamos a través de la amistad sagrada. Entre más grandes sean las virtudes que compartan entre ustedes, más perfecta será la amistad que los une. Ustedes se animan, se ayudan y se orientan los unos a los otros para llevar a cabo las buenas obras. Las personas que van por terreno llano no necesitan ayuda para caminar. Pero aquellos que transitan por terrenos ásperos se apoyan los unos en los otros para seguir adelante con seguridad. La única conexión entre ellos es la que genera el amor sagrado, al cual San Pablo se refiere como: “el vínculo de la perfección”. Este vínculo de amor crece con el tiempo y adquiere un nuevo poder: Nos proporciona calma y una verdadera libertad. Su fuerza es gentil y al mismo tiempo bastante sólida.

La presencia del amor de Dios en nosotros es lo que nos lleva a amarnos a nosotros mismos de una manera auténtica, y por consiguiente, a amar a los demás de la manera en que Dios desea que los amemos. Es el amor de Dios lo que nos permite apreciar a todas las criaturas. Amar a nuestros hermanos en la santidad, es amar a Dios en cada uno de ellos. Por lo tanto no debemos permitir que decaiga el cultivo de nuestra amistad con nuestros padres, nuestros familiares, nuestros vecinos, y con nuestro prójimo. Aún así, es cierto que vivimos en un mundo donde no todas las personas piensan ni sienten de la misma forma. He ahí el porqué necesitamos amistades particulares para que nos apoyen en los momentos en que nos vemos obligados a tomar caminos difíciles. Las verdaderas amistades son sagradas por que provienen de Dios, porque nos conducen a Dios, y porque perdurarán eternamente en Dios. ¡Qué maravilloso es el hecho de que podamos unir nuestros corazones aquí en la tierra, del mismo modo en que lo haremos en la eternidad!

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).

Sexto Domingo de Pascua 5 de mayo de 2024

Reflexion salesiana para el domingo

Sexto Domingo de Pascua

5 de mayo de 2024

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que debemos permanecer en Su amor, y que al hacer esto nosotros aprenderemos a amarnos los unos a los otros. Al respecto, San Francisco de Sales hace la siguiente observación:

El amor nos lleva a adoptar la apariencia de todo aquello que amamos. Todos nosotros hemos sido otorgados una inclinación natural a amar a Dios. Sumado a esto los mandamientos nos ordenan amar a Dios, y a las cosas de Dios, por sobre todo lo demás. Desafortunadamente, a veces somos como águilas que poseen una visión bastante aguda pero que demuestran poco poder a la hora de volar. A veces, aún cuando somos conscientes de que la bondad de Dios es digna de nuestro amor, demostramos muy poca fuerza de voluntad para demostrar ese amor.

Aún así, nuestro corazón humano posee total capacidad para generar algunas manifestaciones iniciales de amor por Dios. Pero para que podamos alcanzar una verdadera madurez en el amor, ósea, para poder amar a Dios y a todas las cosas Dios, necesitamos del amor divino. Es por obra de la bondad de Dios que nuestro espíritu se eleva y logra unirse al amor de Nuestro Señor. Desbordados por el amor divino, regresamos entonces a compartir ese amor puro con nuestros semejantes.

Pretender amar a Dios sin amar a nuestros hermanos es imposible. Dios nos ha escogido como Sus hijos, por lo tanto nosotros estamos en la obligación de demostrar que lo somos amándonos los unos a los otros como hermanos, e invirtiendo en dicho empeño toda la bondad que puedan albergar nuestros corazones. En el momento en que decidió venir al mundo Nuestro Salvador elevó nuestra naturaleza por encima de la de los ángeles, y nos hizo tan a Su imagen y semejanza que podemos decir sin duda que somos un fiel reflejo de Dios. En el momento en que Nuestro Señor decidió hacerse humano, EL adoptó nuestra semejanza y nos entregó la Suya. ¡Es mucho y muy sincero el coraje que debemos reunir para poder vivir de acuerdo a lo que somos! Esmerémonos por imitarlo a EL, quien vino a este mundo a enseñarnos lo que debemos hacer: preservar en nosotros la divina semejanza.

Es esta misma semejanza divina, presente también en nuestros hermanos, es lo que hemos sido comandados a amar y a honrar. ¿No les parece que ese es un motivo más que suficiente para amarnos los unos a los otros? Dichosas serán siempre las naciones cuyos corazones reflejen la imagen de Dios.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales).

28 de abril de 2024 Quinto Domingo de Pascua

Reflexion salesiana para el domingo

Quinto Domingo de Pascua

28 de abril de 2024

En las lecturas del Evangelio de hoy Jesús que nos dice que EL es la vid y nosotros los sarmientos. Esto quiere decir que si nuestro deseo es dar muchos frutos, es necesario que permanezcamos en EL. San Francisco de Sales también nos dice que para poder contribuir a la expansión del reino de Dios en nuestros corazones, y en el mundo, es indispensable que vivamos a Jesús:

¡Qué felices seremos si, en medio de todas las imposiciones del mundo en que vivimos, mantenemos a Jesucristo vivo en nuestros corazones! Yo oro siempre para que EL continúe habitando y reinando allí eternamente. Ustedes deben continuar esforzándose por vivir a Jesús con confianza y sinceridad, por que la verdadera paz se origina en Su verdad.

Si Nuestro Salvador ha de reinar en nuestros corazones, para que así nosotros podamos dar muchos frutos, hay ciertas cosas que debemos poner en práctica. Primero, en la mañana deben preparar sus corazones para estar en paz. Pídanle a Dios que les otorgue la gracia, y ofrézcanle todas las obras buenas que realicen durante el día. De esta forma ustedes estarán preparados para asumir en paz y con serenidad todo el sufrimiento y el dolor que puedan llegar a encontrar hoy. Asegúrense a lo largo del día de que sus corazones retornen con frecuencia a ese estado de paz; encárguense de que ponerlos en todo momento a merced de Nuestro Salvador. Si así lo hacen, poco a poco van a notar que a medida que el divino Amante establece Su morada en lo profundo de sus corazones, el mundo vacío y sin sentido que ha ocupado ese espacio hasta ahora irá desapareciendo.

Esta es una tarea enorme, pero las personas que son generosas pueden llevarla a cabo con la ayuda del Creador. Aun así, deben estar preparados, por que aprender a mantener nuestra alma bajo control no es algo que ocurre inmediatamente. Es algo que requiere se seamos tolerantes con los demás, pero ante todo con nosotros mismos. ¿Acaso piensan que la paz interior es algo que se puede lograr sin tener que esforzarnos y sufrir reveses? Si ustedes le piden a Dios que les de paciencia, EL sin duda alguna se las otorgará si ustedes se esmeran, con mucha fe, por ponerla en práctica. Lo más importante es que no desfallezcan. Tengan paciencia, y mientras tanto, hagan todo lo que esté a su alcance para desarrollar un espíritu compasivo. Las cosas que más relevancia tienen en la vida son aquellas que hacemos con fe; son todas esas cosas que debemos hacer para promover la expansión del reino de Dios en nuestros corazones. Si nos empeñamos en esto, serán bastantes los frutos que daremos en este mundo.

(Adaptación de los escritos de Francisco de Sales, Juana de Chantal…. J. Power & W. Wright, Ediciones; El Directorio Espiritual, L. Fiorelli, Ediciones).

21 de abril de 2024 Cuarto domingo de Pascua

Reflexión de Salesiana para el Domingo 

Cuarto domingo de Pascua

21 de abril de 2024

En el Evangelio de hoy experimentamos a Jesús, quien se describe a Sí mismo como el Buen Pastor y nos cuenta lo que esto significa. San Francisco de Sales nos recuerda que todos somos pastores que deben cuidar de sus ovejas:

Nuestro Buen Pastor nos reúne a Su alrededor para mantenernos siempre bajo Su sagrada protección. Pero nosotros también somos pastores y tenemos un rebaño al que debemos cuidar. Nuestro rebaño son nuestros deseos, nuestros sentimientos y nuestras emociones. Debemos vigilar este rebaño espiritual, aprendiendo de Jesús cómo autogobernarnos.

Debido a que algunas veces perdemos fácilmente el dominio sobre nuestro ser, Nuestro Buen Pastor quiere que dejemos de tratar de auto-controlarnos, excepto para aceptar y cumplir con Su voluntad. Él desea que logremos alcanzar la plenitud. Siguiendo los pasos del Buen Pastor, aprenderemos cómo dirigir, controlar y ordenar nuestros deseos, sentimientos y emociones, de modo que se conformen a la bondad de Dios. ¿Qué podría ser más agradable para el Divino Pastor que el que le entreguemos nuestro amor para que pueda purificarlo? El amor sagrado es nuestro primer deseo. El verdadero amor se logra cuando dejamos de vivir según nuestros deseos egoístas, y empezamos a vivir según las inspiraciones y las persuasiones de Nuestro Salvador.

Nuestro Pastor nos alimenta dulcemente con un amor incomprensible. Él murió en el amor y por el amor. Para darnos la vida, Él padeció la muerte. ¿Qué nos queda? Debemos consagrar cada momento de nuestras vidas al amor sagrado de Nuestro Salvador que nos abrió las puertas a la vida eterna. Es decir, debemos hacer realidad todas nuestras obras, todas nuestras acciones y todos nuestros pensamientos de modo que la gloria de Dios pueda brillar a través de ellos. ¡Qué felices seremos si permanecemos en la presencia del Pastor, ayudándole con nuestra fe a que Su reino se haga realidad entre nosotros!

(Adaptado de la obra "Sermones" de San Francisco de Sales,L. Fiorelli, Ed., y el Tratado Sobre el Amor de Dios de San Francisco de Sales).

14 de abril de 2024 Tercer domingo de la Pascua

Reflexión de Salesiana para el Domingo 

Tercer domingo de la Pascua

14 de abril de 2024

En el Evangelio de hoy nos damos cuenta cómo se afirma la fe de los discípulos a medida que siguen experimentando la presencia de Jesús entre ellos. San Francisco de Sales nos dice que Dios también continúa afirmando nuestra fe:

¡Qué amorosa es mano de Dios cuando sujeta nuestros corazones! Tan experta es Su mano que puede llenarnos con su fuerza sin privarnos de nuestra libertad. El poder de Dios gentilmente nos da poder, mientras que el Espíritu Santo vierte sobre nuestros corazones los primeros rayos de la luz divina de la fe.

Estos movimientos del Espíritu son el principio del amor sagrado. Son los primeros y verdes capullos que brotan del alma en la primavera, y que reciben el calor de un Sol Celestial. Jubiloso, hermoso y gratificante, es este amanecer del amor sagrado. Aún así, es cierto que el amanecer no es el día. Estos movimientos del amor divino anteceden a nuestro acto de fe. Cuando Dios nos da la fe, Él entra en nuestro ser y nos habla a través de las inspiraciones.

Poco por poco nuestro Señor fortalece la gracia que la inspiración divina nos otorga. Dios nos propone de manera amable que debemos creer y aferrarnos a la luz de la verdad con un convencimiento discreto pero poderoso: sólo la fe puede darnos certeza y lograr que amemos y que creamos en la verdad del amor de Dios. La fe es la mejor amiga de nuestro espíritu, ya que paso a paso nos lleva de regreso a Dios.

Qué gentil es nuestro Señor con aquellos corazones que aceptan servir a Dios a través del cumplimiento de los mandamientos a lo largo de sus vidas. Yo creo que Dios nos ayudaría aún más de no ser por nuestras fallas y por los obstáculos que notros mismos colocamos en nuestro camino. Por lo tanto, debemos estar atentos a los avances que hagamos en el amor que le debemos a Dios. Si así lo hacemos, el amor que Dios nos brinda jamás nos parecerá poco, y nuestra fe en Cristo crecerá como creció la fe de los apóstoles después de la resurrección.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, en particular del Tratado Sobre el Amor de Dios).

7 de abril de 2024 Segundo Domingo de Pascua

Reflexión de Salesiana para el Domingo

Segundo Domingo de Pascua

7 de abril de 2024

En el Evangelio de hoy los discípulos experimentan la verdadera presencia de Jesús después de Su resurrección. Él nos invita a que nosotros también creamos que se encuentra realmente presente entre nosotros. San Francisco de Sales observa lo siguiente:

A través la fe, Dios nos ayuda a aceptar, a comprender y a amar las verdades divinas que nos son reveladas. De nuestra parte, un acto de fe es elegir amar a Dios y a todo lo que provenga de Él. Cuando permitimos que los misterios de la revelación divina nos hablen, nuestra fe se consolida.

Cuando surgen las tentaciones en contra de la fe y de la Iglesia, hagan lo mismo que hacen cuando enfrentan otras tentaciones. No peleen con ellas. Arrodíllense a los pies de Nuestro Salvador. Díganle que ustedes le pertenecen y que necesitan Su ayuda, aún si no pueden hablar. Las tentaciones en contra la fe son una prueba como cualquier otra, y ustedes deben permanecer en calma. He visto a muy pocas personas progresar sin experimentar este tipo de pruebas. Por lo tanto, deben ser pacientes. Después de la tempestad, Dios envía la calma.

El amor sagrado le da vida a la fe. Sin duda alguna, mientras permanezcamos en esta vida, el movimiento imperceptible del amor de Dios en nosotros nos hace santos. Es el Espíritu Santo el que vierte ese amor divino en nuestros corazones. Tan pronto se trasplanta un árbol, sus raíces se extienden y se hunden en lo más profundo de la tierra que las nutre. Es sólo después, cuando vemos que el árbol sigue creciendo, que nos damos cuenta de que sus raíces se están extendiendo y que la tierra las está alimentando. De igual manera, gracias al amor divino, un corazón puede ser trasplantado de las cosas que no son de Dios a las cosas que sí lo son. Si este corazón ora fervientemente, seguramente continuará abriéndose y adhiriéndose a la bondad de Dios que lo nutrirá.

Reanimada por el amor sagrado, la fe viviente sirve a Dios; como un siervo fiel, hace todo lo que sabe y que reconoce que le agrada a Dios. Seamos siervos del amor de Dios como lo fueron los apósteles y los primeros cristianos. De esta manera seremos testigos de la presencia de Jesús entre nosotros, como comunidad viva de fe, de esperanza y del amor sagrado.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).

31 de Marzo de 2024 Domingo de Pascua

Reflexión de Salesiana para el Domingo

Domingo de Pascua

31 de Marzo de 2024

Hoy experimentamos y alabamos el triunfo de Jesús sobre la muerte. También celebramos y damos la bienvenida a quienes hoy recibieron el sacramento del bautismo y que ahora están cubiertos con el manto de una nueva vida en Jesucristo. San Francisco de Sales nos habla del poder del amor de Dios a medida que nos despojamos de esas viejas prendas que nos alejaban de Él y nos colocamos la nueva prenda que nos da Jesucristo:

El amor divino que nos fortalece para que nos liberemos de aquello que cubría a Adán y que nos envolvamos con el manto de Jesucristo. Es el amor sagrado lo que nos permite vivir nuevamente en Dios. El amor divino entra en el alma para que ésta, llena de júbilo, se libere de todo aquello que no provenga de Dios.

Así es, debemos liberarnos hasta de nuestros afectos por las virtudes que para nosotros resultan agradables, beneficiosas y honorables, y que se adaptan a nuestros amores egoístas. Ahora debemos vestirnos con nuevos y diversos afectos. Quizás, con aquellos afectos a los que renunciamos porque son agradables para Dios, porque son para beneficio y honra de Dios y porque están destinados a la gloria de Dios. Esto significa debemos asumir los afectos apropiados para servir al amor de Dios. Por lo tanto, debemos amar a nuestros padres, a nuestro país, a nuestro hogar, a nuestros amigos, a todas las cosas, de la manera en que Dios desea que los amemos.

El amor del Dios, que es más fuerte que la muerte, nos permite renunciar a todo aquello que nos alejó de nuestra capacidad de amar de manera divina. El amor sagrado, magnífico como la resurrección, nos concede la gloria y el honor. ¡Gracias al amor de Dios, con alegría renunciamos a nuestro falso yo para que nuestro verdadero yo pueda resucitar en Cristo!

¡Aleluya!

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, en particular del Tratado Sobre el Amor de Dios).

Marzo 24 de 2024 Domingo de Ramos/De la Pasión

Reflexion salesiana para el domingo 

Domingo de Ramos/De la Pasión

Marzo 24 de 2024

Hoy caminamos con Jesús rumbo al Monte Calvario. Con Su muerte en la Cruz, todos pudimos experimentar el amor abnegado que El siente por nosotros. Nosotros también hemos sido llamados a imitarle. San Francisco de Sales comenta:

Contraria a la sabiduría de la cultura, los verdaderos cristianos que buscan la santidad depositan toda su perfección en la locura de la Cruz. Todos los santos se hicieron sabios en su locura por seguir a Jesús. Ellos padecieron las humillaciones y el desprecio de los eruditos, los conocedores de la cultura. Aun así, ellos lavaron sus pies y sus manos en las aguas sagradas del perdón. Nosotros también debemos limpiar nuestras obras, y nuestros afectos, para poder glorificar a Dios.

Tal y como lo hicieron los Santos, debemos ir al Monte Calvario con nuestro Señor, pasar trabajos, y soportar persecuciones. Cuando los problemas externos e internos se apoderen de ustedes, tomen sus buenas resoluciones y, como lo haría una madre que rescata a su hijo del peligro, deposítenlas sobre las heridas de nuestro Señor y pídanle que los proteja, tanto a ustedes como a ellas. Quédense allí en el resguardo sagrado, y esperen hasta que la tormenta haya pasado. Con la ayuda de Dios progresarán bastante. Como nos demuestra Jesús, el hecho de que podamos pecar no significa que tenemos poder, por el contrario, significa que hemos quedado indefensos. Incluso las persecuciones que Jesús tuvo que soportar a manos de sus enemigos, no fueron lo suficientemente poderosas como para destruir el amor constante e incomparablemente sólido que Nuestro Salvador siente por todos nosotros. Así mismo debe ser el amor que hemos de tener los unos por los otros: firme, fervoroso, sólido y perseverante.

Cuando accedemos a amar de forma divina, deshaciéndonos de nuestra voluntariedad, nos asemejamos a los pájaros que emigran. Entonces emigramos de un mundo invernal, en el que encontramos corazones fríos, gélidos, a la primavera donde el amor de Dios es el sol que calienta al corazón humano. Este Fuego Sagrado nos llena de un amor infinito y totalmente entregado. Este amor jamás dirá: “Bastante es suficiente”. Nuestro Salvador nos amo con un amor tan fervoroso y perseverante, que incluso la muerte no consiguió enfriarlo. El amor divino es más fuerte que la muerte. Ojalá que permanezcamos siempre al pie de la Cruz de Nuestro Salvador para poder alimentarnos de Su amor abnegado, el cual hemos sido llamados a imitar.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, en especial de los Sermones)

Marzo 17 de 2024 Quinto Domingo de la Cuaresma

Reflexión salesiana para el domingo 

Quinto Domingo de la Cuaresma

Marzo 17 de 2024

En las lecturas del Evangelio de hoy (opción para el Ciclo A) podemos experimentar la firmeza de la fe que Martha y María han depositado en Jesús, al tiempo que EL resucita a su hermano Lázaro. San Francisco de Sales hace la siguiente observación al respecto:

Si nuestra fe en el poder de Nuestro Salvador posee la misma confianza que demostraron María y Martha, ésta puede vivificarnos. Entonces será en EL y de EL que esperaremos recibir toda la ayuda que necesitamos.

Nuestra confesión de fe es un acto voluntario de amor a Dios y a todas las cosas que provienen de EL. Nuestros corazones encuentran a Dios en la fuente de la fe. Cuando EL nos da la fe, EL entra en nosotros y le habla a nuestras mentes a través de las inspiraciones. Lo primero que Dios hace en nuestros corazones es hacer que despierte en ellos la bondad. Dios nos ve sumidos en nuestra miseria y, si nosotros demostramos que tenemos la voluntad necesaria, EL puede rescatarnos de esa miseria. La fe es la mejor amiga de nuestro espíritu, ya que nos exhorta a amar la verdad.

La fe es la chispa que enciende amor que nuestro corazón siente por todas las cosas que provienen de Dios. La fe nos permite ver que Dios es gentil con nosotros, y que constantemente nos llena de bondad. La fe nos permite ver que el amor eterno de Dios aviva la compasión en lugar de la justicia. Dios, por medio de las inspiraciones, nos lleva del amor al amor, como de una morada a otra, hasta que alcanzamos el más sagrado de todos los amores. El amor divino hace que nuestra fe cobre vida. La fe unida al amor sagrado produce frutos que son las buenas obras. A través de Sus obras, Jesús nos comprueba Su amor por nosotros de todas las maneras posibles.

Al resucitar a Lázaro de entre los muertos, nuestro amado Maestro nos muestra que de Su bondad provienen todas Sus obras. EL también se convirtió en nuestro alimento por medio de la Eucaristía. ¿Y acaso no fue EL quien llevó a cabo el más grandioso acto de amor posible al morir en una cruz, donde nos demostró que el amor es más fuerte que la muerte? Entonces, ¿podemos confiar plenamente en nuestro fiel Siervo y amar todo lo que EL ama? EL cuidado de Nuestro Salvador para con nosotros es superior a nuestras debilidades. Vivan su fe con júbilo y en el amor sagrado, como lo hicieron Martha y María. Del mismo modo en que lo hizo con Lázaro, Dios obrará maravillas en ustedes y avivará su fe con la vida eterna.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, particularmente el Tratado del Amor de Dios)