Enfasis Sugerido
“Vayan, hagan discípulos en todas las naciones.”
Perspectiva Salesiana
Hablando del misterio de la Asunción de Nuestro Señor, Francisco de Sales escribió: “Nosotros traicionamos nuestra vida humana para poder vivir una vida que está por encima de nosotros. Escondemos esta nueva vida en Dios con Jesús Cristo quien es el único que puede verla, la conoce y la otorga. Nuestra nueva vida es el amor celestial, que aviva y anima nuestra alma y este amor está completamente escondido en Dios y en las cosas de Dios con Jesús Cristo. Como las palabras sagradas del Evangelio dicen, después que Jesús se había mostrado por un tiempo ante sus discípulos, el ascendió al cielo, y una nube lo rodeó, lo tomó y lo escondió de sus ojos. Jesús Cristo entonces, está oculto en el cielo, en Dios. Jesús Cristo es nuestro amor, y nuestro amor es la vida de nuestra alma. Por consiguiente nuestra vida está oculta en Dios con Jesús Cristo, y cuando Jesús que es nuestro amor y nuestra vida espiritual, aparezca en el Día del Juicio, nosotros también apareceremos junto con el en la gloria. Esto significa que, Jesús Cristo, nuestro amor, nos glorificara comunicándonos su propia dicha y esplendor.” (Tratado del Amor de Dios, Libro VII , Capitulo 6)
Nuestra vida está ciertamente oculta en Dios. La realidad más profunda de quienes somos sólo es conocida por Dios. Aún así, para Francisco de Sales, vivir una vida escondida en Dios no es lo mismo que mantener esa vida en secreto: se trata de dar testimonio de nuestra verdad más profunda, de quienes somos – y quien es Dios – a través de la calidad de nuestras relaciones con los demás. Por lo tanto es apropiado que Francisco de Sales nos llama a practicar las virtudes ocultas, “esas virtudes pequeñas y humildes que crecen como flores al pie de la cruz: ayudar al pobre, visitar a los enfermos, cuidar de tu familia, desempeñando todas las tareas que esto incluye, y con esa diligencia que no te permitirá distraerte.” (Introducción a la Vida Devota, Parte III, Capitulo 35)
A través de la Asunción, Jesús ha sido removido de nuestra vista: más bien, del alcance de nuestra vista a nivel físico. Aún así, la misma autoridad que Jesús reclamó del Padre ha sido otorgada a nosotros en virtud de nuestra creación y confirmada en nuestro bautismo. Nosotros estamos llamados a continuar el trabajo que Jesús comenzó, esto es, a hacer discípulos – seguidores, creyentes – de todas las naciones. Nosotros estamos llamados a ser símbolos del reto continuo de redención de Dios, pero en las obras simples y ordinarias de cada día.
Paradójicamente, mientras nos mantengamos fieles a la practica de las pequeñas y ocultas virtudes que crecen “al pie de la cruz” Jesús ya no estará oculto: el se hará visible en nuestro amor, nuestra preocupación, nuestra lucha en nombre de la justicia, nuestra promoción de la paz, nuestro deseo de perdonar, nuestros intentos para sanar.
Cuál es la forma más poderosa - y convincente- de ganar discípulos en todas las naciones?
O, al menos, que aquellas personas con quienes interactuamos cada día en nuestros pequeños rincones del mundo, se hagan discípulos?