BAUTISMO DEL SEÑOR (Enero 10, 2021)
Enfasis Sugerido
“Yo, el Señor, te he llamado al triunfo de la justicia”
“Aquellos de todas las naciones que… actúen honradamente son aceptables para Dios”
Perspectiva Salesiana
El relato del bautismo de Jesús termina con el sonido de una voz procedente del cielo que dice, “Este es mi hijo, el amado. Mi predilecto”.
¿Por qué es Jesús el hijo predilecto de Dios? Porque Jesús es Hijo de la Justicia. Jesús nos mide a todos en base a los estándares establecidos por Dios, para otorgar a cada quien lo que le corresponde.
Isaías nos dice que Dios nos ha llamado, al igual que a Cristo, “al triunfo de la justicia” y en los Actos de los Apóstoles, a que “actuemos honradamente”. Pero, hablando en términos más comunes ¿qué significa trabajar por la justicia de Dios, y actuar honradamente?
Consideren por un momento lo opuesto a actuar justa y honradamente: “nosotros condenamos a nuestro vecino por cualquier cosita, pero nos excusamos cuando cometemos faltas que tienen un gran impacto. Queremos vender a precios altos, pero comprar a precio de rebaja. Exigimos que se obre de manera correcta en otro hogar, pero que la misericordia y la generosidad sean otorgadas a nuestro hogar. Queremos que las cosas que la gente no se tome tan en serio las cosas que decimos, pero nos mostramos sumamente susceptibles y ofendidos ante los comentarios de los demás” (Introducción a la Vida Devota, Parte III, Capítulo 36). En el fondo la injusticia se refiere al hecho de vivir con una doble moral; es utilizar dos balanzas diferentes para medir al mundo: una balanza en la que medimos todo lo que resulte en beneficio nuestro, y la otra en la medimos todo aquello que implica una desventaja para los demás.
Lo que hace difícil identificar nuestros actos de injusticia es que estos casi nunca son grandes cosas. Por el contrario, frecuentemente son cosas pequeñas que hacemos y que por lo tanto resultan fáciles de ignorar. San Francisco de Sales escribe que: “El amor propio nos maneja y nos incita a cometer incontables y pequeños, aunque peligrosos, actos de injusticia e iniquidad. Como son tan pequeños bajamos la guardia y, porque son tantos, lo más seguro es que ocasionen grandes heridas, tanto a nosotros mismos – como también a los demás-”
Francisco de Sales dice que las personas que son justas y honradas son, en resumen, personas sensatas. Ellos no viven de la doble moral. Ellos son personas íntegras. Ellos siguen la Regla de Oro: tratar a otros de la misma forma en que desean ser tratados, y no esperando obtener de los demás algo que ellos mismos se rehúsan a poner en práctica. Las personas que son justas y honradas utilizan una sola balanza: la del amor de Dios. “Sean justos y sensatos cuando se pongan en el lugar de sus vecinos y a ellos en el suyo” dice San Francisco, “Vivan con un corazón que sea generoso, noble, cortés, real, justo y sensato” (Ibíd.).
En la medida en que nosotros hagamos esto todos y cada uno de nuestros días con los demás, creceremos como “los amados hijos e hijas de Dios”. El favor de Dios estará con nosotros – y morará en nosotros- siempre y cuando compartamos ese favor que EL nos ha dado, con los demás.