DOMINGO 29 EN TIEMPO ORDINARIO (Octubre 20, 2019)

Enfasis Sugerido

“Jesús relató a sus discípulos una parábola sobre la necesidad de orar siempre y de no perder el Corazón.”

Perspectiva Salesiana

En un mundo perfecto nosotros siempre seriamos conscientes de la presencia de Dios quien nos ha creado, quien nos ha redimido y quien nos ha inspirado. En un mundo perfecto, nosotros siempre reconoceríamos- y siempre aprovecharíamos- las innumerables oportunidades que Dios nos presenta para hacer lo correcto, lo que es bueno, lo que es creativo, lo que fomenta el perdón, para hacer lo que es amoroso. En un mundo perfecto, nosotros siempre seriamos energicos y entusiastas con respecto a la vida y a vivir cada día, cada hora, cada momento como un regalo de Dios. En un mundo perfecto, nada nos distraería cuando se trata de hacer las cosas que verdaderamente importan en la vida.

Nuestro mundo, por supuesto, es todo menos perfecto. Nosotros, somos todo menos perfectos.

Algunas veces nos olvidamos de la presencia de Dios. Algunas veces desperdiciamos las oportunidades que Dios nos da para hacer lo correcto, lo que es bueno, y lo amoroso. Algunas veces no apreciamos lo suficiente el regalo de la vida – y de cada momento que tenemos en esa vida. Algunas veces somos consumidos por preocupaciones triviales, incluso insignificantes. Algunas veces simplemente no tenemos la energía suficiente.

Algunas veces, parece como si perdiéramos el corazón.

La oración nos recuerda la presencia de Dios. La oración nos ayuda a ver las innumerables ocasiones que tenemos cada día para crecer en la virtud y para alejarnos del pecado. La oración nos permite acoger agradecidamente el regalo de cada día nuevo a medida que llega. La oración es lo que nos mantiene conectados con Dios; la oración es lo que nos mantiene conectados con lo divino en nosotros; la oración s lo que nos mantiene conectados con lo divino en los demás.

La oración no se trata tanto de lo que hacemos, más que nada se trata de una actitud –y una visión – que nosotros hemos desarrollado y profundizado.

Francisco De Sales describe la oración de esta forma: “La esencia de la oración no se halla en estar siempre arrodillados, sino en mantener nuestras voluntades claramente unidas a la voluntad de Dios en todos los eventos.” (Sobre Viviendo a Jesús, p. 295) En otro lugar, el observa: “La oración es el agua bendita que hace las plantas de nuestros deseos crezcan verdosas y florezcan; limpia nuestras almas de sus imperfecciones; y sacia la sed de la pasión en nuestros corazones.” (Ibid, p. 309)

La oración nos da la humildad necesaria para reconocer a donde hemos ido; la oración nos da la gentileza para aceptar en donde estamos; la oración nos da el coraje para considerar a donde debemos ir.

En medio de nuestras ocupadísimas, frecuentemente exigentes, algunas veces frustrantes y ocasionalmente abrumadoras vidas, la oración nos ayuda a estar conectados con las personas y con las cosas de la vida que realmente importante. Cuando nosotros “...le entregamos nuestros corazones a Dios mil veces al día” (Ibid, p. 298), nosotros sabemos como ser verdaderamente felices, saludables y santos.

La oración hace que nuestra mente este siempre alerta… para que así seamos personas de corazón.