Reflexión de Salesiana para el Domingo
Tercer domingo de la Pascua
14 de abril de 2024
En el Evangelio de hoy nos damos cuenta cómo se afirma la fe de los discípulos a medida que siguen experimentando la presencia de Jesús entre ellos. San Francisco de Sales nos dice que Dios también continúa afirmando nuestra fe:
¡Qué amorosa es mano de Dios cuando sujeta nuestros corazones! Tan experta es Su mano que puede llenarnos con su fuerza sin privarnos de nuestra libertad. El poder de Dios gentilmente nos da poder, mientras que el Espíritu Santo vierte sobre nuestros corazones los primeros rayos de la luz divina de la fe.
Estos movimientos del Espíritu son el principio del amor sagrado. Son los primeros y verdes capullos que brotan del alma en la primavera, y que reciben el calor de un Sol Celestial. Jubiloso, hermoso y gratificante, es este amanecer del amor sagrado. Aún así, es cierto que el amanecer no es el día. Estos movimientos del amor divino anteceden a nuestro acto de fe. Cuando Dios nos da la fe, Él entra en nuestro ser y nos habla a través de las inspiraciones.
Poco por poco nuestro Señor fortalece la gracia que la inspiración divina nos otorga. Dios nos propone de manera amable que debemos creer y aferrarnos a la luz de la verdad con un convencimiento discreto pero poderoso: sólo la fe puede darnos certeza y lograr que amemos y que creamos en la verdad del amor de Dios. La fe es la mejor amiga de nuestro espíritu, ya que paso a paso nos lleva de regreso a Dios.
Qué gentil es nuestro Señor con aquellos corazones que aceptan servir a Dios a través del cumplimiento de los mandamientos a lo largo de sus vidas. Yo creo que Dios nos ayudaría aún más de no ser por nuestras fallas y por los obstáculos que notros mismos colocamos en nuestro camino. Por lo tanto, debemos estar atentos a los avances que hagamos en el amor que le debemos a Dios. Si así lo hacemos, el amor que Dios nos brinda jamás nos parecerá poco, y nuestra fe en Cristo crecerá como creció la fe de los apóstoles después de la resurrección.
(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, en particular del Tratado Sobre el Amor de Dios).