Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario Enero 30, 2022

En las lecturas de hoy de la Primera Carta a los Corintios, San Pablo nos dice lo que significa amar. San Francisco de Sales basó la totalidad de su vida y sus enseñanzas en el concepto del amor:

Por amor vivimos, sentimos y nos movemos. Todos nuestros afectos siguen el rumbo de nuestro amor. El amor es la vida del corazón. Nuestras acciones son un reflejo de nuestro corazón. Aquellos que abren su corazón al amor de Dios, transmiten el amor de Dios cuando actúan. El amor divino todo lo puede y todo lo soporta, cuando permitimos que reine en nuestros corazones. Un corazón que está lleno del amor sagrado vive una vida limpia, saludable, nueva. Esta nueva vida es alegre y vigorizante. Es la unión de la perfección.

El amor de Dios siempre se halla presente en nosotros, pero desafortunadamente nosotros no lo vemos. Como no captamos la presencia del amor de Dios en nosotros, con facilidad lo olvidamos. Entonces nos comportamos como si Dios estuviera muy lejos de nosotros. El amor de Dios se halla presente de forma muy especial en sus corazones y en el centro mismo de su espíritu. Refúgiense de vez en cuando en la soledad de su corazón, aún si están en medio de una conversación o transacción. Hablen con Dios. Las demás personas no pueden perturbar este espacio de soledad mental, dado que ellas no tienen la capacidad de adentrarse en sus corazón; este permanece solamente en presencia de Dios.

Nuestra vida se asemeja al movimiento perpetuo y diverso de las olas del mar. Hay días en que nos mantenemos a flote gracias a la esperanza, y hay veces en que nos hundimos en el temor. Aún cuando todo a nuestro alrededor cambie, nosotros debemos ser como la aguja de la brújula del marinero que siempre apunta a la Estrella del Norte. Nuestra voluntad siempre debe mirar, buscar y aspirar al amor de Dios. No existe nada que nos pueda remover del amor de Dios por que el compromiso que hemos hecho, de nunca renunciar al amor misericordioso de Dios, nos mantendrá firmes incluso cuando enfrentados a los cambios que esta vida nos imponga. No pierdan el coraje, ni dejen que su espíritu se hunda en un mar de contradicciones. Dios jamás dejará de atender sus corazones, por que el amor de Dios es eterno.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).