Décimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario (Julio 7, 2019)

Décimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario (Julio 7, 2019)

Las primeras lecturas para el día de hoy hacen énfasis en la providencia de Dios, y en la necesidad de recibir la cruz de Jesús (nuestros compromisos) si queremos ser partícipes de nuestra nueva creación en Cristo. He aquí algunas de las reflexiones de San Francisco de Sales sobre el valor de la sencillez a la hora de imitar a Cristo:

Nuestro Salvador vino a hacer de la humanidad una nueva creación (IDL 1:10). El amor puro se convierte en el objetivo principal que Dios propone a la hora de crear a la humanidad. La totalidad del cosmos existe para exaltar a Dios, y nosotros, que somos la perfección dentro del cosmos, llegamos a entender este objetivo divino a medida que profundizamos en el amor a Dios. Jamás podremos complacer un mundo cuyo centro no sea Dios, a menos que nos perdamos junto con ese mundo. No importa lo que hagamos, un universo sin Dios se volverá en contra nuestra. Dejemos que este mundo ciego nos llame a gritos todo lo que quiera, como un gato castañea los dientes y maúlla para asustar a los pájaros durante el día. San Francisco de Sales: El hombre, el Pensador, Su Influencia, E.J. Lajeunie, O.P. Los verdaderos valores son firmes y constantes (IDL).

Sean sencillos en el cumplimiento de sus labores. No se dejen amargar ni deprimir por pequeñeces que no tendrán relevancia alguna en la eternidad. Lleven la vida en sus hogares con gentileza, amabilidad y caridad. Ojala que puedan alcanzar la dicha sagrada, y que su felicidad sea tal que les permita apartar un lugar de descanso para aquellas almas que han de alabar a Dios por siempre. Alaben a este buen Dios con amor, con todo su corazón, ya que este es el llamado sagrado que se les ha hecho, y ofrezcan a Dios el fruto que El desea encontrar en ustedes.

No demuestren desilusión si las cosas no se dan con la prontitud que desean. Dejen eso en manos de Jesús. El pan diario jamás les faltará desde que cumplan con la voluntad de Dios. Saben muy bien que la perfección no consiste en hacer cosas fuera de lo común, sino en la práctica de virtudes sólidas y verdaderas, en mantener plena confianza en Dios, en la amistad, en la compasión, en abrirnos, con prontitud y simplicidad, al cumplimiento de la voluntad de Dios (Joyas de Santa Juana de Chantal).

La sencillez no es nada más que un acto puro y simple de caridad. Como tal sólo tiene un objetivo y un deseo: amar a Dios (Conf. Coneiro, 96-7). La sencillez es una virtud. Las personas que son realmente sencillas pasan su tiempo con el Señor. Aprendan de la paloma cómo amar a Dios en la candidez de su corazón. Las palomas tienen una sola pareja por quien todo lo hacen. Ellas están muy seguras de su amor y se sienten felices al estar en su compañía. Todo esto para decirles que deben buscar en ustedes mismos la forma de incrementar el amor divino a través de la humildad de su corazón (Conf. Coneiro, 97).

La sencillez nos ayuda a expulsar de nuestros corazones toda preocupación, y la ansiedad que sentimos a medida vamos afianzando nuestros conocimientos sobre el arte de amar a Dios. La única manera de experimentar y de profundizar en el amor a Dios es haciendo aquellas cosas que lo complacen. La sencillez incluye todos los medios prescritos para que cada persona pueda obtener el amor de Dios, de acuerdo a su vocación individual. (Conf. Coneiro, 98)

La sencillez se opone a toda clase de sutileza, de trampas e hipocresía, que son tácticas que a veces utilizamos para engañar al prójimo. La sencillez requiere que nuestra disposición interior corresponda a nuestro comportamiento exterior. Esto no implica que debemos exteriorizar todo sentimiento que llevamos dentro. El amor de Dios requiere que admitamos aquellos sentimientos que nos inquietan, para que por medio de Su amor podamos transformarlos para que sirvan al buen propósito de Dios (Conf. Coneiro, 99-100). Con esto quiero decir que cuando cooperamos con la gracia de Dios a través del uso de la razón, y de nuestra libre voluntad, ese acto virtuoso de cumplir con la voluntad de Dios transforma todos nuestros sentimientos destructivos.

(Generar un nuevo yo requiere que nuestro antiguo yo deje de existir). Imaginen las abejas. Una vez que las abejas han succionado el jugo amargo del tomillo lo convierten en miel (IDL 1.2). Así mismo ocurre cuando hacemos cosas dolorosas para poder hacernos más santos, y por consiguiente enteramente humanos, como Dios desea que lo seamos (TLG). Entre menos egoístas seamos más creceremos y nos acercaremos al lugar donde encontraremos el amor de Dios (Conf. Coneiro, 101).

Una vez hayan sido enriquecidos con la virtud de la sencillez, y que hayan llevado a cabo una acción que, a su juicio, hayan sido llamados a efectuar, no piensen en nada más. Si por alguna razón experimentan cierta ansiedad al respecto dirijan sus pensamientos a Dios, para que su punto de referencia sea siempre el Creador y no las creaturas que los inquietan (Conf. Coneiro, 100). Los problemas en si no son pecado (Conf. Coneiro, 99-100).

No tiene sentido que gastemos una hora reflexionando sobre cada cosa que hacemos en nuestra vida con el pretexto de que estamos siendo prudentes (Conf. Coneiro, 101). La sencillez solo busca el amor de Dios y no desperdicia tiempo haciendo o comentando aquellas cosas que ha percibido como correctas. Si saben que algo es correcto sencillamente háganlo. Dios se encargará del resto. Una vez que hayan cumplido con su responsabilidad nada más ha de preocuparlos por que Dios no quiere esto. La humildad no vive detrás de sus palabras y acciones. Todo lo deposita en manos de Dios. Simplemente sigue su camino. Si a lo largo del camino encuentra oportunidades de poner en práctica la virtud lo hace con cuidado, y como una forma apropiada de alcanzar el destino final que es el amor de Dios. Se rehúsa a apresurarse. Se mantiene en calma y serena por que confía en que Dios está consciente de su deseo de complacerlo, y sabe que esto es todo lo que necesita (Conf. Coneiro, 103).

Por un lado se nos dice que debemos cuidar muy bien de nuestra perfección y nuestro progreso, y por el otro lado se nos dice que no pensemos en ello. La miseria del espíritu humano es que este nunca adopta una posición neutral, sino que usualmente cede a los extremos. Estos extremos son los que debemos evitar (Conf. Coneiro, p.103).

Es posible que no se nos presente la oportunidad de hacer grandes hazañas, pero hay pequeñas obras que podemos llevar a cabo en todo momento y con gran amor (TLG 12:6, 268).

La verdadera sencillez busca nuestro bienestar ya que permite que el espíritu de Dios sea quien nos guíe y dirija completamente (Conf. Coneiro, 109)\.