Décimo Octavo Domingo en el Tiempo Ordinario Julio 31, 2022

Reflexión salesiana para el domingo 

Décimo Octavo Domingo en el Tiempo Ordinario

Julio 31, 2022

En el Evangelio de hoy Jesús nos recuerda lo perjudicial que es que hagamos de nuestros éxitos materiales, y de nuestros placeres, las principales prioridades en nuestras vidas. San Francisco de Sales nos enseña cómo podemos re-direccionar estos afectos de forma que “podamos enriquecernos con las cosas que realmente interesan a Dios”:

A veces pareciera que jamás tenemos lo suficiente para satisfacer nuestros deseos. Incluso aún, siendo conscientes de que las riquezas, y las posesiones terrenales, sólo representan poderosas tentaciones que gradualmente van dilapidando nuestro corazón si nos aferramos a ellas de manera excesiva. Más aún, el cuidado que debemos tener para poder preservar e incrementar nuestro capital, y nuestros bienes materiales, agota nuestra energía. Aun así, yo quiero inculcar en sus corazones la riqueza junto con la pobreza. Encárguense de incrementar su riqueza y sus recursos, pero háganlo de forma justa, apropiada, y caritativa. Ustedes deben asegurarse, aún más que las personas de mundo, de que su propiedad sea rentable y fructífera.

Nada nos hará prosperar más en esta vida que dar limosna a los pobres. Dios nos retribuirá, no sólo en el próximo mundo sino también en este. Nuestras posesiones no son nuestras. Son un regalo de Dios quien desea que las cultivemos, y que las hagamos productivas y rentables, para el reino de Dios entre nosotros.

Cuando trabajamos para obtener un beneficio terrenal, y nos regimos por el amor pacífico de Dios, hacemos nuestra labor con cuidado, calmadamente, afablemente y agradablemente.  Esta manera gentil y simple de actuar nos conduce al amor divino. El amor divino jamás dirá que bastante es suficiente. El amor sagrado anhela contar con el coraje necesario para progresar por la senda de la verdadera felicidad. Ustedes pueden poseer riquezas materiales sin necesidad de envenenarse con ellas, si tan sólo se limitan a dejarlas en sus casas y sus carteras, y no en sus corazones. Es de esta forma que viviremos con humildad espiritual en medio de la riqueza. En conclusión, en vez de dejarse cautivar por los bienes terrenales, permitan que su espíritu humano, que ya está encaminado al cielo, emigre rumbo a la bondad de Dios; quien sana y otorga sabiduría al corazón humano cuando este se abre al recibimiento del amor divino.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)