Reflexión Salesiana para el Domingo Domingo 29 en el Tiempo Ordinario Octubre 16, 2022
Las lecturas de hoy nos incitan a ser perseverantes en nuestra fe en la bondad de Dios, permaneciendo siempre atentos a Su Palabra. San Francisco de Sales también hace énfasis en el valor de la perseverancia:
La perseverancia es el valor con el cual obtendremos la corona. Sin embargo a la hora de la práctica, ésta resulta ser la más difícil de todas las virtudes dada la debilidad e inconsistencia del espíritu humano. Un minuto deseamos hacer una cosa, pero poco después cambiamos de parecer. Debemos mantener una vigilancia constante sobre nosotros mismos. El néctar del amor divino no puede ser destilado en un corazón donde nuestro antiguo “yo” es amo y señor. Poder crecer en el amor de Dios implica que debemos trabajar diligentemente para dejar a un lado nuestro egocentrismo y vivir de acuerdo a la razón, y no de acuerdo a las tendencias terrenales.
Tengan coraje. Un profesor no siempre va a exigir que sus estudiantes se sepan toda la lección sin derecho a cometer un error. Es suficiente que los estudiantes hagan su mejor esfuerzo por aprender la lección. ¿Han observado alguna vez a las personas que están aprendiendo a montar en caballo? Muchas veces se caen. Aun así no se dan por vencidos. Porque una cosa es ser golpeado una que otra vez, y otra cosa completamente distinta es ser derrotado.
No siempre tenemos que sentirnos fuertes y llenos de coraje. Es suficiente tener esperanza en que Dios nos dará esa fuerza, y ese coraje, justo donde y cuando los necesitamos. Ciertamente Nuestro Señor jamás exhortará a sus fieles a que perseveren sin estar listo para otorgarles el poder necesario para hacerlo. Si somos fieles progresaremos demasiado. La perseverancia es el don más deseable al que podemos aspirar en esta vida. Por esta razón debemos orar para poder ser constantes, utilizando los medios que Dios nos ha proporcionado para poder conseguir este objetivo: la oración, ayudando a los demás, haciendo uso habitual de los sacramentos, asociándonos con buenas personas, y escuchando y leyendo las Sagradas Escrituras.
Debemos ser como quienes navegan por el mar. Ellos que observando siempre la estrella polar logran un gran avance porque saben que están yendo en la dirección correcta. Sigamos esa hermosa estrella y esa brújula divina sin miedo alguno, porque es nuestro Señor quien nunca nos falla.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)