Vigésimo Domingo en el tiempo Ordinario (19 de Agosto de 2018)

La enseñanza que nos deja las lecturas de hoy, es que debemos mantener nuestra salud spiritual a lo largo de nuestro viaje por la vida: Vivan sabiamente, utilicen el canto espiritual para dirigirse los unos a los otros, hagan un esfuerzo por comprender la voluntad del Señor, permitan que el Espíritu los colme, alaben a Dios, sean agradecidos y aliméntense con el Pan de Cristo que nos vivificará eternamente. San Francisco de Sales observa que este consejo nos ayudará a cumplir con la Voluntad de Dios para con nosotros:

Incluso el corazón, que ha de ser nuestro punto de partida, necesita recibir instrucción sobre cómo modelar su conducta externa para que las demás personas puedan apreciar en él, no solo la presencia del amor sagrado, sino también una gran sabiduría y prudencia. Dado que Dios ha estampado en nosotros un deseo infinito por la verdad y la bondad, nuestra alma en su sabiduría está consciente de que nada en este mundo podrá satisfacerla plenamente, hasta que no consiga hallar sosiego en las cosas de Dios.

Mientras que el desbordante amor de Dios se dedica a dar, nuestra fragilidad nos hace dependientes de la divina abundancia de Dios. Él se complace infinitamente en poder otorgarnos la gracia que nos conduce a la vida eterna. Nuestros corazones, sin importar cuán frágiles y débiles, no sucumbirán a la corrupción del pecado una vez que hayan sido nutridos por el cuerpo y la sangre incorruptible del Hijo de Dios. Es por esto que quienes participen del sacramento de la Eucaristía estarán contribuyendo a la salud de sus almas.

6Nuestro Señor ama inmensamente a aquellos que, llenos de felicidad, se entregan completamente a Su santo cuidado, ya que ellos están permitiendo que Su divina Providencia sea la que los gobierne. Ellos están convencidos de que Dios permite que en sus vidas solo sucedan eventos y cosas que contribuyan a su bienestar spiritual. La voluntad de Dios es que nosotros llevemos una vida de verdad y bondad, y que seamos salvados. Es por esto que cuando sientan que su angustia ha llegado al punto máximo, deben dejar sus corazones en manos de nuestro Salvador para que Él les ayude a sanar. Entreguemos toda nuestra voluntad a Dios quien sabiamente nos aconseja y aviva nuestros corazones, para que tanto nosotros como nuestros semejantes logremos comprender y a vivir Su voluntad.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)