En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús decir a María y a José que Su
lugar está en “casa de su Padre”, aún cuando él continua obedeciéndolos a
ellos como sus padres. San Francisco de Sales observa:
Dios nos acerca a él por medio de atracciones especiales. Si la atracción
viene de Dios, los conducirá por la senda de la “obediencia amorosa”. La
obediencia amorosa hace que asumamos un mandato con amor, sin importar cuán
difícil sea, en cumplimiento con la voluntad de Dios. Entonces deseamos que
Dios se haga cargo de nuestros afectos y nuestras acciones, y que los
moldee. Ciertamente el seguir por esta senda los llevará a cosechar
bendiciones.
En las escrituras Jesús frecuentemente nos dice que El no vino a la tierra
a hacer su voluntad, sino a cumplir con la voluntad del Padre. Durante su
vida como mortal Jesús obedeció a sus padres y a otros con amor. Nuestro
Salvador ahora nos pide que imitemos esa misma obediencia amorosa que El
demostró, no sólo para con la voluntad Divina, sino también hacia sus
padres en la tierra. José y María recibieron una gran dicha por que lo
ayudaron, y porque pudieron permanecer constantemente en presencia Suya.
¿Qué es lo que hace que nuestro estado de ánimo cambie y que no sea
constante a la hora de servir y amar a Dios? Es la diversidad de nuestros
deseos. Los cambios constantes de nuestro estado de ánimo son resultado de
la desmesura de nuestros deseos. El amor Sagrado sólo tiene un deseo: amar
y servir a Dios; quien desea que nuestro espíritu este tranquilo, y que
podamos experimentar en este mundo un leve anticipo de lo que será la dicha
eterna.
El equilibrio mental, y de nuestro corazón es la virtud que más necesitamos
para poder lograr la estabilidad de nuestro estado anímico, y que esto nos
conduzca por la senda de la santidad. Una forma de lograr el equilibrio
mental y de nuestro corazón en nuestras vidas, es crear una rutina de
oración mental y otras actividades que contribuyan a mantener nuestro
bienestar: comer, dormir y hacer ejercicio. Cumplan fielmente con los
deseos y los mandatos de Dios, del mismo modo en que las abejas cumplen con
su reina. De esta forma podrán cumplir firme e inquebrantablemente con la
resolución de amar la voluntad de Dios como lo hiciera Jesús:
constantemente, con coraje, con resistencia y con ardor.
(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, especial Oeuvre: Entretiens).