Quinto Domingo de la Pascua (14 de Mayo de 2017)

Hoy Jesús nos implora que creamos en El. El es la Verdad que nos da vida, la que nos llena de fuerza para que podamos hacer grandes obras. San Francisco de Sales nos dice:

No existe nada más fuerte que la verdad. Vivir en la verdad es llevar una vida completamente conformada a la fe simple. La fuerza de la fe es tan grande que no le teme a nada. Todos poseemos esa fe férrea, pero como no siempre nos damos cuenta de que la llevamos dentro de nosotros, frecuentemente nos dejamos vencer por el miedo y nos volvernos débiles. La fuerza de la fe consiste, en parte, en el entendimiento del poder que ésta nos otorga, el cual nos dice que podemos hacer todo en nombre de Dios quien nos fortalece. La fuerza de nuestra fe nos hace reconocer la realidad de nuestra bondad y dignidad, como personas que tienen la capacidad de estar unidas a Dios, que es la Verdad. Nuestra fe, en unión con Dios, nos sustenta en medio de tantas y tan grandes debilidades, y nos provee la fuerza necesaria para convertirnos en personas auténticas.

El objetivo de la autenticidad Cristiana es trascender más allá de nuestro espíritu egocéntrico, y encontrar nuestro verdadero espíritu en Cristo. Nuestro Señor vino a este mundo a darnos vida. Aun así, a lo largo de nuestras vidas prevalecerán en nosotros ciertos intereses egoístas que nos apartan del camino vivificante de Dios. Poco a poco, debemos ir dejando a un lado esos afectos por las cosas inferiores, y aspirar a la felicidad que El desea para nosotros. Entre más fervor demostramos en nuestro propósito de dejar ir esos amores inferiores, más cabida estamos dando al amor de Dios para que pueda hacer obras maravillosas en nosotros. Entre más nos liberemos de nuestros deseos egoístas, y accedamos a lo que Dios desea para nosotros, más libre será nuestro espíritu humano de la intranquilidad interior.

Las abejas se muestran intranquilas mientras no tienen una reina. Nosotros también estamos intranquilos hasta que damos luz a nuestro Salvador, en nuestros corazones. Permanezcamos muy cerca de este Salvador sagrado quien nos reúne a su alrededor para mantenernos siempre bajo Su santa protección. El es como la reina abeja, a cual le preocupa tanto su enjambre, que jamás deja su colmena a menos que esté rodeada por todo su pequeño pueblo. Muy grande es la confianza que nuestro Redentor desea que depositemos en Su cuidado para con nosotros. Todos aquellos que confían en El siempre cosecharán los frutos de esta confianza. ¡Imitar su ejemplo verdadero y vivificante, realmente nos llevará a hacer grandes obras!

(Adaptación de los escritos de San Francis de Sales)