Reflexión salesiana para el domingo
Segundo Domingo de Adviento Deciembre 4 de 2022
En el Evangelio de hoy escuchamos como nos exhorta Juan Bautista: “arrepiéntanse, preparen la senda del Señor, y enderecen sus caminos”. San Francisco de Sales hace los siguientes comentarios con respecto a este pasaje:
“Enderecen los caminos del Señor”. Los caminos que serpentean y dan demasiadas vueltas solo terminan por fatigar y despistar a los viajeros. Nuestra vida está llena de sendas tortuosas que debemos encauzar en preparación para la llegada de Nuestro Señor. Primero debemos corregir la ambigüedad de nuestras intenciones y tener solo una: complacer a Dios, demostrando un cambio de corazón. Así como el marinero que mantiene siempre sus ojos fijos en la aguja de la brújula mientras maneja el barco, nosotros también debemos mantener nuestros ojos abiertos a la penitencia, ósea, a experimentar un cambio de corazón.
Cuando accedemos a un cambio de corazón, retornamos a la imagen y semejanza de Dios en nosotros. Por medio del arrepentimiento experimentamos la amargura y el dolor que genera el haber ofendido la bondad de Dios. Ya no seremos esclavos de nuestras emociones. Nuestras inclinaciones, sentimientos, y emociones ahora se inclinarán ante el amor a Dios y al prójimo. Claramente vemos que arrepentirnos de nuestras grandes culpas es un acto totalmente razonable, cuando consideramos atentamente los beneficios de llevar una vida virtuosa. Todos los actos de arrepentimiento son llevados a cabo por el bien de la belleza, el honor, la dignidad, y la felicidad, por nuestro propio bienestar. Un cambio de corazón nos motiva a tener una mejor disposición.
Perfeccionar la penitencia significa alcanzar un amor sagrado por Dios, que se desborda en un amor por el prójimo. El amor por Dios y nuestro amor propio viven en constante pugna dentro de nuestro corazón, lo cual nos ocasiona grandes penurias. El verdadero amor propio está al servicio de Dios. Cuando el amor divino reina en nuestros corazones domina todos los otros amores. Entonces organiza todas nuestras emociones y deseos naturales dentro del plan y el servicio Divino. Caminemos entonces ante Dios como lo hiciera Juan Bautista. Convirtámonos en una voz que proclama que debemos preparar el camino y enderezar la senda para el Señor, para que al recibirlo en esta vida podamos disfrutar de Él en la siguiente.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)