Reflexión Salesiana para el Domingo
Segundo Domingo de la Pascua
24 de abril de 2022
La lectura del Evangelio para hoy ilustra la firmeza del amor Dios en Jesús resucitado en el momento en que Él se presenta ante Sus discípulos. San Francisco de Sales comenta que el propósito de esta aparición es confirmar la fe de los discípulos en el Dios de Jesucristo:
Cuando se reunieron en el cenáculo a puertas cerradas, Nuestro Salvador apareció entre ellos y los saludó: La paz sea con ustedes. Entonces les mostró sus manos y su costado. ¿Por qué hizo esto? Para fortalecer su fe, que había sido sacudida por la crucifixión de Jesús, con quien tenían un vínculo estrecho. Ante la ausencia de nuestro Salvador, los discípulos se sintieron asustados y débiles. Esto es lo que ocurre cuando no tenemos a Dios. Ellos tenían miedo. Como un buque sacudido por una tormenta sin un capitán, aquel era el estado de ese pobre barco. Nuestro Señor apareció ante sus discípulos para aliviar sus miedos. Su fuerza nos fortalece de manera gentil.
En Jesús, sorbida es la muerte en victoria. Él asume nuestras miserias y las ennoblece. ¿Necesitan fuerza? Aquí están mis manos. ¿Necesitan un corazón? Aquí está el mío. Él nos muestra sus heridas por amor. Jesús vino a este mundo a enseñarnos lo que debemos hacer para preservar en nuestro ser la belleza y la semejanza divina que Él ha reparado y embellecido por completo en nosotros. Es cuando reconocemos la semejanza del Creador en nosotros que logramos ver la imagen de Dios reflejada en otros. Caminemos como Jesús, que eligió dar su vida por aquellos que se la arrebataron.
Qué alegría es reflexionar sobre cómo el Espíritu Santo vierte en nuestros corazones los primeros rayos y percepciones de luz y calor divinos. O buen Jesús, permítenos recibir la paz que nos ofreces. ¡Permite que podamos arraigarnos en la fe, ser dichosos en la esperanza y fervorosos en el amor sagrado, mientras esperamos tu futuro regreso!
(Adaptación de "Oeuvres" de San Francisco de Sales).