Reflexión Salesiana para el Domingo
Domingo de Pascua
17 de Abril de 2022
¡Felices Pascuas! Hoy celebramos el momento más singular en la historia de la humanidad: La Resurrección de Jesús, quien ha triunfado sobre la muerte. Hoy damos la bienvenida a los recién bautizados, cuya nueva vida en Cristo los preparará para alcanzar la gloria eterna. San Francisco de Sales nos habla acerca de la necesidad de renovar cada año nuestro deseo de servir a Dios para poder vivir a Jesús.
Habiendo sobrevivido a la muerte, Jesús continua existiendo a través de Sus obras. Llegará un día en que también nosotros resucitaremos de entre los muertos; entonces nuestros cuerpos mortales, que ahora están sujetos a la corrupción, serán hechos inmortales. Jesús adoptó nuestra semejanza y nos otorgó Su semejanza para que pudiésemos tener una nueva vida en la abundancia. Nuestro Dios nos inspira y nos urge con cariño a que aceptemos la conversión. En el bautismo cada uno de ustedes se convierte en un hijo de Dios, quien deberá formarse a sí mismo conforme a la Ley del Evangelio. Al dejar atrás su antiguo yo, ustedes han resucitado nuevamente en Cristo.
Aun así, mientras estemos vivos tendremos que renovarnos y comenzar de nuevo. Con nuestro corazón sucede igual que con algunos relojes que requieren ser limpiados y reparados; a veces es necesario enderezar las partes que se han doblado y reemplazar aquellas que ya están desgastadas. Realizar este ejercicio cada año va a reconfortar sus corazones, infundirá un nuevo aire de vida a sus buenas resoluciones en servicio de Dios, y los ayudará a florecer con sus fuerzas renovadas.
Durante el invierno la tierra se relaja, reposa y no produce; cuando llega la primavera la tierra se renueva, de ella brotan flores que nos llenan de alegría. Dado que nuestra naturaleza tiende a enfriarse fácilmente, es necesario renovar nuestra promesa de amar a Dios por sobre todas las cosas, y de amar todas las demás cosas porque son aceptables para Dios, favorables para el honor de Dios, y porque han sido destinadas para glorificar a Dios. Antes de que entremos a la gloria eterna, el Jardinero desea plantar muchas flores en nuestro jardín. Debemos servir a Dios tal y como Él desea que lo hagamos; entonces llegará un día en que Él hará todo lo que nosotros queremos, y nos dará mucho más de lo que podríamos llegar a desear. Cuando somos criados para conducir nuestra vida por la senda del amor divino, vivimos por nuestro Salvador resucitado. Es el día que el Señor ha creado. Alegrémonos. ¡Aleluya!
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)