Sexto Domingo de Pascua (26 de Mayo de 2019)

Las lecturas de hoy nos recuerdan que amar a Dios significa cumplir Su palabra. San Francisco de Sales resalta nuestra necesidad de aprender a cumplir con la palabra de Dios, y de vivir a Jesús, llevando una vida de oración y virtud.

La oración enfoca nuestra mente en la luz brillante de Dios, y expone nuestra voluntad al calor del amor de Dios. La oración es un torrente de agua bendita que hace que esas plantas, que representan nuestros buenos deseos, crezcan frondosas y verdes, y que florezcan. Saquen tiempo cada día para la meditación. Si es posible mediten temprano en la mañana, ya que a esa hora sus mentes son menos susceptibles a las distracciones, y están frescas después del descanso de la noche. Para que puedan vivir a Jesús, pídanle a Dios que los ayude a orar desde lo más profundo de su corazón.

Cuando ustedes meditan sobre la vida de Jesús al mismo tiempo van aprendiendo de su forma de ser, y por ende moldearán sus acciones en base a Su patrón de vida. Acostúmbrense poco a poco a pasar de la oración al cumplimiento de sus obligaciones diarias con calma y con facilidad, aunque las obligaciones difieran totalmente de los afectos que estaban recibiendo cuando estaban orando. El abogado debe aprender a pasar de la oración a la presentación de sus alegatos, el comerciante a su comercio, los padres de familia al cuidado de sus hijos. Debemos aprender a hacer esa transición con fluidez; a pasar de nuestra experiencia en la meditación al cumplimiento de nuestras tareas diarias, y esto requiere llevar una vida de virtud.

Cada persona debe poner en práctica, de forma especial, las virtudes necesarias para poder llevar el tipo de vida al que ha sido llamada. A la hora de practicar las virtudes deberíamos preferir aquellas que mejor encajan con nuestras obligaciones, en lugar de escoger aquellas que más se acomodan a nuestro gusto. Por regla general los cometas se ven mucho más grandes que las estrellas ya que se encuentran mucho más cerca de nosotros. Es sólo por esto que nos parecen más grandes. De la misma forma hay algunas virtudes que consideramos mejores solamente por que nos parecen mucho más significativas. Pero lo que debemos hacer es escoger las virtudes necesarias para contrarrestar nuestros fracasos y nuestras debilidades habituales, y poder así avanzar por la senda del amor sagrado. Les doy un ejemplo: cuando la ira los asalte pongan en práctica la dulzura. No importa cuán pequeño parezca este acto virtuoso, la verdadera virtud no tiene límites. Si actuamos de buena fe y reverenciamos a Dios, El nos elevará a alturas verdaderamente grandiosas para que podamos vivir a Jesús.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales)