Trigésimo Tercer Domingo en el Tiempo Ordinario (13 de Noviembre de 2016)

Trigésimo Tercer Domingo en el Tiempo Ordinario (13 de Noviembre de 2016)

En el Evangelio de hoy experimentamos a Jesús que nos dice que, independientemente de la situación en la que nos encontremos, debemos continuar siguiéndolo. Francisco de Sales nos dice algo similar:

¿Habrá alguna sociedad, religión, institución o estilo de vida que sea tan seguro que está exento de todo mal? Dado que este peligro nos afecta a todos, es arriesgado vivir en un mundo con quienes hacen el mal. Cuando nos enfrentamos a la maldad debemos saber distinguir los hechos reales de los miedos imaginarios. Dios no nos dará fuerzas para enfrentar un conflicto imaginario, pero ciertamente nos dará el coraje que necesitamos cuando surja una necesidad verdadera. Muchos de los siervos de Dios se asustaron y casi que perdieron su coraje ante un peligro imaginario. Sin embargo, cuando el peligro verdadero apareció demostraron su valentía.

Si nos entregáramos a nuestros miedos imaginarios muy seguramente perderíamos nuestro coraje y no haríamos nada por vencer el mal. Es necesario que trabajemos. Nuestro Señor desea que seamos combatientes y conquistadores de la maldad. Si sentimos que nos hace falta el coraje, digamos con confianza “¡Sálvame Señor!”. Si nuestro deseo de servir a Dios es bueno y verdadero, pero nos hace falta la fuerza necesaria para poner ese deseo en práctica, debemos ofrecérselo a Dios quien hará posible que logremos lo que deseamos. Él renovará nuestras aspiraciones cuantas veces sea necesario para hacer que perseveremos. Solo es necesario tener el deseo de pelear valientemente y con una confianza perfecta para que el Espíritu nos ayude.

En la medida en que seamos perseverantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, Él nos ayudará a salir victoriosos durante los tiempos turbulentos. Entreguemos nuestra voluntad a Nuestro Señor quien la renovará para que podamos tener el coraje suficiente durante el resto de nuestra vida mortal. Los niños pequeños se sienten seguros cuando están en brazos de sus madres; sienten que nada puede hacerles daño cuando ellas los llevan tomados de la mano. Aunque los tiempos de conflicto nos produzcan miedo, debemos tomar la mano de nuestro “Dios todo poderoso” quien nos protege y nos hace sentir seguros.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)