Vigesimocuarto Domingo en el Tiempo Ordinario (17 de Septiembre de 2017)

Las lecturas de hoy nos retan a que aprendamos a perdonarnos los unos a los otros. A continuación presentamos una recopilación de algunos pensamientos en relación al perdón que reflejan las enseñanzas de San Francisco de Sales:

El perdón es algo difícil de lograr. Incluso cuando deseamos perdonar a veces permitimos que sentimientos como la ira nos dominen. Si dejamos que la ira reine en nuestros corazones ésta pasará de ser un retoño para convertirse en una rama grande. El principal motivo por el cual no debemos albergar el enojo dentro de nosotros, es que éste no nos permite florecer como seres humanos sanos y alegres. El perdón por el contrario nos conduce a la plenitud en Cristo, cuyo espíritu inunda nuestro interior con el amor eterno.

Aún así, las heridas que se abren una y otra vez nos recuerdan que nunca podrán ser eliminadas completamente. Justo cuando creemos que hemos triunfado y alcanzado el perdón, descubrimos la ira revuelta una vez más en nuestros corazones. Aún cuando la hemos echado por la puerta de en frente, la rabia, como un ventarrón, se cuela de nuevo por cualquier ventana trasera que se haya quedado sin reparar.

No obstante, en ninguna parte está escrito que debemos permitir que nuestras debilidades controlen nuestras vidas. Dios no nos exige que impidamos a la ira entrar en nuestros corazones. Lo que El desea es que no toleremos que el enfado domine nuestros corazones. Poco a poco debemos aprender a perdonar, a medida que vamos depositando de nuevo, y con gentileza, nuestro corazón en manos de Dios, y le pedimos que lo sane. Díganle a Dios que ustedes desean perdonar del mismo modo en que Jesús perdono. Porque a Jesús a quien debemos encomendar todos nuestros afectos.

Si alimentamos el amor sagrado en nuestro corazón, por medio de la oración y de la práctica de los sacramentos, seremos más receptivos al poder del perdón. El perdón se manifiesta de manera más completa cuando accedemos a que nuestro Salvador entre en nuestros corazones, y que examine todas las habitaciones que necesiten reparación. No debemos dejar que nuestros padecimientos nos perturben, por el contrario, debemos encontrar el esplendor oculto en ellos para que el poder de Dios pueda brillar a través nuestro. Nuestro dolor más profundo nos recuerda nuestras debilidades, y nuestra necesidad de ser más compasivos frente a las debilidades de los demás. Es ahí donde reside el verdadero poder del perdón.

(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)