Décimo segundo Domingo en el Tiempo Ordinario (25 de junio de 2023)

Énfasis sugerido

 

“No teman a aquellos que pueden privar al cuerpo de vida pero que no pueden destruir el alma".

 

Perspectiva Salesiana

 

 “Miedo, pavor, susto, alarma, pánico, terror, turbación, significan una agitación ante o cuando se anticipa un peligro. El miedo es el término más general e implica ansiedad y comúnmente la pérdida del coraje; el pavor se refiere a una fuerte renuencia a enfrentar o a encontrarse con personas o situaciones y sugiere aversión además de ansiedad; susto es un miedo súbito y alarmante; la alarma sugiere una mayor y repentina conciencia del peligro inmediato; el pánico se refiere a un miedo irracional y abrumador que genera histeria; el terror es el nivel más extremo del miedo; la turbación le añade al temor las implicaciones de la timidez, el estremecimiento y la vacilación”. (Diccionario Webster)

 

Al igual que muchas otras emociones, el miedo –y los sentimientos relacionados al mismo– hacen parte de la vida. ¿Quién de nosotros nunca se ha sentido asustado, alarmado o ansioso? ¿Quién de nosotros tiene el control total de las cosas, personas o situaciones que pueden generarnos temor?

 

Aunque puede que no sea posible evitar el miedo, sí podemos elegir cómo vamos a lidiar con él.  Francisco de Sales observaba que: “San Pedro, se llenó de miedo al ver la fuerte tormenta. Tan pronto sintió temor, empezó a hundirse y ahogarse y entonces gritó: '¡Señor sálvame!', y Nuestro Señor lo tomó de la mano y le dijo: 'Oh, hombre de poca fe, ¿por qué dudas?'. Miren a este apóstol: él camina sobre el agua y ni las olas ni los vientos pueden hacer que se hunda. Sin embargo, su temor al viento y a las olas harán que perezca a menos que su Creador lo salve. El miedo es peor que el mal en sí. Oh hombres de poca fe, ¿a qué le temen? No, no tenga miedo; están caminando sobre el mar, rodeados por el viento y el agua, pero están con Jesús: ¿qué hay que temer? Si el terror los atrapa, digan en voz alta: ¡Señor sálvame! Él extenderá su mano hacia ustedes; sujétenla con fuerza y continúen con dicha por su camino”. (Stopp, Cartas selectas, página 125)

 

El secreto para lidiar con el miedo es la paciencia, tener control de nosotros mismos, ósea, ser centrados y reflexivos. Francisco de Sales escribió: "Con paciencia ganarán sus almas. Nuestra gran felicidad es ser dueños de nuestras propias almas, y entre más perfecta nuestra paciencia poseeremos nuestras almas más completamente" (Introducción, Parte III, Capítulo 3). Independientemente de la intensidad del miedo que podamos llegar a experimentar, no debemos permitir que esto nos abrume o nos derrote hasta el punto en que no tenemos control de nuestras almas. 

 

“En resumen, no es necesario filosofar sobre sus problemas, no peleen con ellos, sólo avancen, así de simple. Dios jamás permitiría que se pierdan si ustedes viven conforme a su resolución de no perderlo a él. Así el mundo entero quedara patas arriba y todo a nuestro alrededor fuera oscuridad, humo y estrépito, Dios seguirá con nosotros" (Stopp, Cartas selectas, página 125).

 

 El miedo es parte de la vida. Es un sentimiento poderoso e inquietante que puede tener un profundo efecto en nosotros. Sin embargo, no importa cuán formidable o frecuente, el miedo no puede prevalecer… a menos que, por supuesto, le permitamos que nos paralice.