DOMINGO 15 EN TIEMPO ORDINARIO (Julio 16, 2023)

Enfasis Sugerido

“La semilla que cae en buena tierra dará una cosecha abundante.”

Perspectiva Salesiana

Algunas veces las cosas buenas toman demasiado tiempo... y requieren mucha paciencia.

Esto es cierto hasta de las mejores cosas, las semillas del amor de Dios.

Cada uno de nosotros es “la buena tierra” sobre la cual y en la cual Dios planta la semilla de la vida y del amor divino. Nosotros hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y nuestra vocación común (la cual es única para cada uno de nosotros de acuerdo con el plan de Dios) es permitir que estas semillas de la vida divina echen raíces en nuestras mentes y en nuestros corazones y produzcan en nosotros una bondad tan abundante que se extienda y sea transmitida a las vidas de nuestros hermanos y hermanas… para que así todos podamos dar gloria y honor a Dios.

Aun así como está ilustrado claramente en la parábola del Evangelio de Mateo, no todas las semillas del amor de Dios van a crecer bien dentro de nosotros. Algunas de estas semillas van a ver su crecimiento estancado a causa de nuestros temores y ansiedades. Algunas otras van a ser aplastadas por nuestras preocupaciones o por ciertas atracciones. Algunas otras simplemente se van a marchitar a causa de nuestra falta de atención y de cuidados. Aun así, y a pesar de estos y tantos otros obstáculos que pueden llegar a presentarse, muchas de las semillas del amor de Dios si logran echar raíces, crecer y producir una cosecha de amor, de justicia, de paz, de verdad de reconciliación y de libertad.

Pero este crecimiento lleva tiempo y también requiere de una serie de periodos de prueba, de cometer errores y de volver a intentarlo. Es importante que nosotros recordemos esto para que no desfallezcamos y para que simplemente dejemos que las semillas del amor de Dios obren libremente en nosotros. La práctica de la paciencia no es solo importante para promover el crecimiento espiritual en nosotros mismos, sino que también para promoverlo en las vidas de los demás. En una carta a cierta Madame Brulart, Francisco de Sales escribió: “En cuanto al su deseo de ver a sus seres queridos progresar en el servicio a Dios y su anhelo por llegar a obtener la perfección Cristiana, quiero decirle que alabo tremendamente ese deseo...Pero a decir verdad, siempre temo que en estos deseos se halle presente un rastro de auto-amor y de auto-voluntad; por ejemplo, nosotros podemos llegar a hallar tanto gusto en estos deseos que quizás no hagamos suficiente campo para las cosas que verdaderamente importan: la humildad, la resignación, la gentileza de corazón y otras cosas por el estilo. O puede también llegar a suceder que la intensidad de estos deseos nos ocasionen tanta ansiedad o de forma tan afanosa que a la final no podemos someternos a la voluntad de Dios tan perfectamente como deberíamos hacerlo.” (Cartas de Dirección Espiritual, página 110.)

Es claro que aun cuando debemos responsabilizarnos de nuestro crecimiento en la devoción – ósea, que debemos nutrir las semillas del amor de Dios en nosotros y animar a los demás para que hagan lo mismo- debemos hacerlo con paciencia y con la mente abierta a la voluntad de Dios para con nosotros, para que así nuestros esfuerzos no terminen siendo solo un ejercicio de nuestro amor propio, de nuestra auto desilusión y de nuestro ensimismamiento.

Francisco de Sales nos ofrece este consejo: “Luchen por sus objetivos de forma gentil y apacible… a través de sus palabras y de sus acciones deben sembrar semillas que animen a los demás… De esta forma harán mucho más bien que haciendo otras cosas, especialmente si ruegan para que así sea...” (Ibid)

Las semillas del amor de Dios que caen en buena tierra – en nosotros, en los demás – a largo plazo van a dar una cosecha fructífera. A corto plazo es nuestro deber nutrirlas poco a poco, con paciencia y con cuidado (especialmente cuando nos enfrentemos al fracaso y a la frustración) y en formas que glorifiquen a Dios en el cielo… y que ayuden a producir una cosecha de justicia y paz aquí en la tierra.