LA FIESTA DE LA SANTISIMA FAMILIA (Diciembre 30, 2022)

Enfasis Sugerido

“Honrad a tu made y a tu padre.”

Perspectiva Salesiana

La selección del día de hoy del Libro de Sirach hace eco al Mandamiento que dice: “Honrad a tu padre y a tu madre.” Lo que la lectura nos está diciendo es que la verdadera religión implica obligaciones morales para con los demás, las cuales a su vez evolucionan de nuestras propias obligaciones morales para con nuestros padres. Nuestras relaciones con los demás, especialmente con aquellos con quienes compartimos tanto tiempo, con quienes estamos en contacto a diario, son la expresión primaria de la disposición de nuestros corazones, nuestras mentes, nuestros afectos y nuestras actitudes.

La selección de la Carta de los Colosos nos habla del regalo – y del reto- de crear ese “espacio” al que llamamos “familia,” un espacio en el que principalmente aprendamos algo de lo que significa ser los hijos y las hijas de Dios. Como los escogidos de Dios, santo y amado, debemos revestirnos con compasión, con bondad, con humildad, con docilidad y con paciencia. En la medida en que una vida santa no es lo mismo que una vida libre de estrés ni de problemas (sino observen por ejemplo la vida, especialmente los primeros años de vida, de Jesús, María y José), todos nosotros debemos practicar estas virtudes todo el tiempo y con la esperanza de que podamos establecer, mantener y fortalecer a la familia, especialmente – Dios no lo quiera- cuando reñimos, nos distraemos o nos decepcionamos los unos a los otros.

Francisco de Sales nos invita a vivir una vida llena de devoción de formas que encajen con las demandas y las responsabilidades acordes con el estado y etapa actual de nuestras vidas. Qué es una vida devota? Es una vida no más difícil (pero si mucho más exigente) que hacer lo que es correcto a los ojos de Dios, y en relación con los demás, cuidadosamente, frecuentemente y diligentemente. Es precisamente en la vocación en la que nos encontramos con nosotros mismos, especialmente en esos roles básicos como el de ser madre, padre, hermano, hermana, esposa, esposo, hijo o hija, que debemos practicar la vida devota.

Francisco de Sales nos dice que: “Las virtudes pequeñas, poco llamativas, aquellas en las cuales casi nunca nos fijamos, que son requeridas de nosotros en nuestras casas, en nuestros trabajos, con nuestros amigos, con extraños, en todo momento y en todos los momentos, esas son las virtudes para nosotros.” (Introducción, Parte III, Capítulo 2). Por supuesto que lo más importante es la práctica del amor, ya que este no solo contribuye a la reconciliación sino que también a la purificación, y, me atrevo a decir, que contribuye a la glorificación de las relaciones humanas. Es solo cuando nos relacionamos entre nosotros que debemos practicar esas pequeñas virtudes, esas virtudes cotidianas, para así ayudar a crear una vida mejor aquí en la tierra, y también para proveernos una muestra de la vida eterna que nos ha sido prometida en el cielo.

Ahora que celebramos la festividad de la Sagrada Familia nos damos cuenta de que realmente es muy poco lo que sabemos sobre las interacciones cotidianas entre Jesús, María y José: la vida en familia es en cierta forma un talento. Pero si consideramos a fondo la fidelidad y la consistencia de Jesús en su lucha por la justicia, la paz, la reconciliación y la libertad, verdaderamente podemos llegar a intuir dónde fue que él adquirió, siendo un niño, muchos de los talentos que su ministerio le requirió al convertirse en adulto.

Después de todo, la caridad, la paz, la justicia, el perdón – como muchas otras cosas- comienzan en casa.