NAVIDAD (Diciembre 25, 2022)

Énfasis Sugerido

“Todos los confines de la tierra han sido testigos del poder salvador de Dios.”

Perspectiva Salesiana

“Dios nos ha manifestado de muchas formas y a través de muchos medios que su voluntad es que todos seamos salvados, así que nadie puede argumentar que ignora este hecho. Es con este mismo fin que Dios nos hizo “a su imagen y semejanza” y a través de la creación, y por medio de la Encarnación, Dios se hizo a nuestra imagen y semejanza, y murió para así poder pagar nuestra recompensa y salvarnos.” (Tratado del Amor de Dios, Libro VIII, Capítulo 4)

Desde el principio de los tiempos Dios ha deseado que todos nosotros quienes conocemos la verdad seamos salvados. Cuál es la verdad? La verdad es que nosotros hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, que nosotros compartimos la esencia misma de la vida divina de Dios; que nosotros estamos inundados con el amor creativo, redentor e inspirador de Dios; que nosotros estamos hechos para hacer que ese amor y que esa vida crezcan aquí en la tierra; que nosotros estamos destinados a experimentar ese amor y esa vida por siempre en el cielo.

Por supuesto la única condición es que nosotros escojamos hacerlo.

Más allá de las imágenes reconfortantes del establo, de la ‘estrella de David,” de los reyes magos, de los pastores y del coro de ángeles, se halla una verdad dura e inevitable: aún cuando Dios desea que nosotros seamos salvados, la decisión de vivir conforme a los deseos de Dios sólo podemos tomarla nosotros. Francisco de Sales observó que: “No todos los hombres son salvados, aún cuando la voluntad de que todos seamos salvados es la única y verdadera voluntad de Dios, porque Dios actúa en nosotros de acuerdo con la condición de la naturaleza humana y divina. La bondad de Dios lo mueve a comunicarnos ampliamente como su gracia nos puede ayudar para que disfrutemos la dicha de la gloria de Dios; pero nuestra naturaleza requiere que Dios también sea amplio a la hora de darnos libertad y que la utilicemos para nuestra salvación o la ignoremos, lo cuál resultará en nuestra condena” (Ibid)

Con esta reflexión no queremos aguar la fiesta de la Navidad, ni de la promesa de la paz, la reconciliación y la dicha. Tampoco es que estemos tratando de empañar esa época del año que Francisco de Sales describió como, “el tiempo dedicado a la misericordia soberana que el hijo de Dios tuvo para con nosotros cuando vino acá a la tierra para salvarnos a todos.” (Stopp, Cartas Selectas, p. 294) Simplemente hablando, la Navidad es una época en la que cada uno de nosotros debe preguntarse lo siguiente: Yo tomo el regalo de Jesucristo en mi vida tan en serio como se lo toma Dios? O dicho de otra forma, estoy tan interesado en la disposición eterna de mi alma como lo está Dios?

Todos los confines de la tierra han sido testigos del poder salvador de Dios; lo han visto manifestarse a través del nacimiento del Mesías. Ojala que todos los confines de la tierra – incluyendo los rincones en el que tú y yo nos encontramos- se resuelvan a aceptar ese poder.

Ojala que nos decidamos a vivirlo y que seamos capaces de compartirlo.