Reflexion salesiana para el domingo
Domingo de Ramos/De la Pasión
Marzo 24 de 2024
Hoy caminamos con Jesús rumbo al Monte Calvario. Con Su muerte en la Cruz, todos pudimos experimentar el amor abnegado que El siente por nosotros. Nosotros también hemos sido llamados a imitarle. San Francisco de Sales comenta:
Contraria a la sabiduría de la cultura, los verdaderos cristianos que buscan la santidad depositan toda su perfección en la locura de la Cruz. Todos los santos se hicieron sabios en su locura por seguir a Jesús. Ellos padecieron las humillaciones y el desprecio de los eruditos, los conocedores de la cultura. Aun así, ellos lavaron sus pies y sus manos en las aguas sagradas del perdón. Nosotros también debemos limpiar nuestras obras, y nuestros afectos, para poder glorificar a Dios.
Tal y como lo hicieron los Santos, debemos ir al Monte Calvario con nuestro Señor, pasar trabajos, y soportar persecuciones. Cuando los problemas externos e internos se apoderen de ustedes, tomen sus buenas resoluciones y, como lo haría una madre que rescata a su hijo del peligro, deposítenlas sobre las heridas de nuestro Señor y pídanle que los proteja, tanto a ustedes como a ellas. Quédense allí en el resguardo sagrado, y esperen hasta que la tormenta haya pasado. Con la ayuda de Dios progresarán bastante. Como nos demuestra Jesús, el hecho de que podamos pecar no significa que tenemos poder, por el contrario, significa que hemos quedado indefensos. Incluso las persecuciones que Jesús tuvo que soportar a manos de sus enemigos, no fueron lo suficientemente poderosas como para destruir el amor constante e incomparablemente sólido que Nuestro Salvador siente por todos nosotros. Así mismo debe ser el amor que hemos de tener los unos por los otros: firme, fervoroso, sólido y perseverante.
Cuando accedemos a amar de forma divina, deshaciéndonos de nuestra voluntariedad, nos asemejamos a los pájaros que emigran. Entonces emigramos de un mundo invernal, en el que encontramos corazones fríos, gélidos, a la primavera donde el amor de Dios es el sol que calienta al corazón humano. Este Fuego Sagrado nos llena de un amor infinito y totalmente entregado. Este amor jamás dirá: “Bastante es suficiente”. Nuestro Salvador nos amo con un amor tan fervoroso y perseverante, que incluso la muerte no consiguió enfriarlo. El amor divino es más fuerte que la muerte. Ojalá que permanezcamos siempre al pie de la Cruz de Nuestro Salvador para poder alimentarnos de Su amor abnegado, el cual hemos sido llamados a imitar.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales, en especial de los Sermones)