En las lecturas del Evangelio de hoy continuamos escuchando las palabras de
Juan Bautista quien nos urge a la conversión. El nos dice que debemos
compartir nuestra abundancia, que debemos hacer uso del sentido de la
integridad en el transcurso de nuestras actividades diarias, y que debemos
saber con certeza quiénes somos y quién es nuestro Mesías. San Francisco de
Sales dice:
Juan Bautista ama demasiado la verdad como para dejarse llevar por la
ambición. El va informando a quienes han venido a verle que él no es el
Mesías. El nos dice que debemos examinar nuestras acciones y, en ese
proceso, reformar aquellas que no encierran buenas intenciones y
perfeccionar aquellas que si las tienen.
Juan Bautista era una piedra firme. El era un hombre poseído por una
estabilidad inquebrantable en medio de circunstancias cambiantes. El tiene
el coraje para admitir quien es. Aquel que se conoce a si mismo
verdaderamente jamás se molesta cuando es apreciado y tratado por lo que
es. Cuando Dios nos otorga la luz para que podamos conocernos como somos
realmente, esta es una señal de un gran proceso de conversión interior.
Ser un cristiano es el título mas hermoso que podemos dar a los demás. Aun
así, no es suficiente que seamos llamados cristianos. Debemos vivir de una
forma que haga posible reconocer claramente en cada uno de nosotros a una
persona que ama a Dios con todo su corazón. Alguien que cumple con los
mandamientos y que frecuenta los sacramentos, alguien que hace cosas que
son dignas de un verdadero cristiano.
Cuando nos sabemos amados nos sentimos obligados a corresponder a ese amor.
Esto mismo sucede cuando vivimos nuestra vida en Cristo. El amor sagrado de
Cristo nos presiona de un modo especial para que nosotros compartamos
nuestra abundancia con los demás. La compasión hace que compartamos los
sufrimientos, los dolores y las aflicciones de aquellos a quienes amamos.
Madres y padres sufren a causa de las aflicciones de sus hijos. Entre más
aumenta nuestro amor por alguien, más profunda se hace nuestra preocupación
por su bienestar. Lo acompañamos en su sentimiento, bien sea de alegría o
de tristeza. Nuestro objetivo es actuar con una única intención: ajustarnos
a la imagen verdadera de Dios en nosotros. Por que la razón por la cual
Jesús vino al mundo fue para mostrarnos nuestro yo verdadero en Dios.
(Adaptado de los escritos de San Francis de Sales).