Primer Domingo de Cuaresma 6 de Marzo de 2022

Reflexión Salesiana para el Domingo

Primer Domingo de Cuaresma

6 de Marzo de 2022

 El Evangelio para este Primer Domingo de Cuaresma nos recuerda que, cuando seamos tentados por nuestros deseos egoístas, debemos enfocarnos en la forma de amar de Dios, que fue ejemplificada por Jesús. He aquí algunos de los pensamientos de San Francisco de Sales sobre cómo amar primero a Dios, y después hacer lo que nosotros queremos.

 Jesús fue tentado para así enseñarnos que durante el curso de nuestra vida siempre tendremos que escoger entre el bien y el mal. Aún cuando Jesús nos dice que la vida del Cristiano requiere un continuo rechazo a la maldad, y que siempre escojamos la bondad y la verdad de Dios, El también nos urge a que caminemos con confianza por el sendero del amor como los hijos más queridos de Dios. Cuando vivimos para hacer la voluntad de Dios nada puede hacernos daño por que la fe en Dios nos protege. El amor de Dios se convierte entonces en la fuente de todos nuestros deseos.

 Aún así, incluso si deseamos cumplir con la voluntad de Dios, esto no significa que estamos exentos de que nuestro egoísmo infecte nuestro pensamiento. Muchas personas que confiaron en su propia fuerza para obrar las maravillas de Dios, fracasaron cuando se hallaron en la línea de fuego; mientras que aquellos que encontraron su fuerza en la ayuda de Dios lograron milagros. Puede que sintamos que no tenemos la fuerza suficiente para hacer frente a nuestros deseos egoístas. Pero no debemos temer a nuestra debilidad. Ya que deseamos pertenecer enteramente a Dios, debemos confiar en que Su fuerza nunca nos fallará cuando flaqueemos.

  Aún cuando debemos adoptar una firme y reiterada resolución de no caer deliberadamente en la imperfección, no debemos sorprendernos si al final esto sucede. En esos momentos debemos confiarnos a la bondad de Dios, quién no por esto nos amará menos. Depositen gentilmente su corazón de vuelta en las manos de Nuestros Señor, pidiéndole al mismo tiempo que lo sane. Entonces encamínense de nuevo por el sendero de la moralidad, haciendo uso de las virtudes que contrarrestan sus deseos egoístas.

 A medida que vayamos creciendo en la santidad, más perturbados nos sentiremos al reconocer nuestras faltas. Cuando nos damos cuenta de que no somos los santos que esperábamos ser, nos sentimos desanimados en la búsqueda de la verdadera virtud. Pero no se apresuren tanto. Empiecen por vivir su vida con rectitud, y cumplir con las tareas propias del estado en el que se encuentran. La perfección consiste en llevar a cabo pequeñas obras de acuerdo a nuestra vocación, con amor, por medio del amor y en nombre del amor. Confíen en Dios. El transformará todos sus deseos en algo sagrado, cuando El decida hacerlo.

 

(Adaptado del libro de J. Power & W. Wright, Francisco de Sales, Juana de Chantal; L. Fiorelli, ed. Sermones)

Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario Febrero 27, 2022

Reflexión Salesiana para el Domingo

Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario

Febrero 27, 2022

En medio de nuestras preocupaciones diarias, en el Evangelio de hoy Jesús nos reta a que hagamos nuestro mejor esfuerzo por producir un buen fruto.  Jesús nos invita a que confiemos plenamente en Él durante los altibajos, las pérdidas y los logros de la vida diaria. Aunque no siempre podemos evitar producir un mal fruto, debemos enfocarnos en las veces en que logramos dar buenos frutos.

San Francisco de Sales nos ofrece su comprensión de los fundamentos de nuestra confianza ingenua en Dios:

El sol visible toca todas las cosas con su calor vivificante y, como un amante universal, les da el vigor que necesitan para crecer. De ese mismo modo, el amor de Dios alienta el corazón humano. Nadie puede esconderse del amor de Dios. Dios quiere amarnos y a su vez quiere nuestro amor.

Es el amor eterno y fiel de Dios lo que nos atrae a una vida llena de fe. Dios está en la entrada; no solo está tocando, sino que está llamando nuestra alma y despertándola: “Vengan, levántense, apresúrense”. Dios incluso clama públicamente: "¡Regresen a mí! ¡Vivan!” Nuestro Salvador divino nos demuestra fielmente que su misericordia supera su justicia y que su redención es abundante. Él desea que todos seamos sanados y que nadie perezca. “Los he amado con un amor eterno y los edificaré nuevamente”. Estas son las palabras de Dios. En ellas, Él nos promete que cuando nuestro Salvador vino al mundo él estableció un Nuevo Reino en su iglesia.

Aun así, el Espíritu Santo –una fuente de agua viviente que fluye a cada parte de nuestro corazón para propagar el amor de Dios– no desea entrar en nosotros a menos que sea con el consentimiento de nuestro corazón. Nunca seremos privados del amor de Dios, pero podemos privar al amor de Dios de nuestra cooperación. Dios nunca nos quita nuestros dones. Somos nosotros quienes apartamos nuestros corazones de Él. Por lo tanto, debemos estar atentos al progreso que logramos en el amor que le debemos a Dios. Porque el amor que Dios nos da nunca será insuficiente. Respondamos a este amor divino con el que el espíritu de Jesús quiere desbordar nuestros corazones.  Entonces experimentaremos una vida nueva en el Espíritu que nos hace enfrentar las realidades de la vida sin preocupaciones excesivas o sin ansiedad abrumadora.

 

(Adaptado del Tratado Sobre el Amor de Dios de San Francisco de Sales)

Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario Febrero 20, 2022

Reflexión Salesiana para el Domingo

 Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

Febrero 20, 2022

Las lecturas de hoy nos revelan que, dado que fuimos hechos a imagen de Dios, estamos llamados a ser compasivos y a perdonar como lo hizo Jesús.  San Francisco de Sales observa lo siguiente: 4“Nuestro señor vino a este mundo para que todos podamos vivir una vida más abundante y mejor. Cuando vemos los males excesivos que padecen nuestros seres queridos, esto despierta una gran compasión y amor en nosotros. Aun así, debemos ayudarles y expresarles nuestro amor a todos aquellos quienes más nos necesitan. A menudo, son ellos quienes nos ocasionan más dolor que bienestar”.

Consuelen a los enfermos y visiten a los pobres. Compadézcanse de sus enfermedades, permitiendo que estos actos conmuevan sus corazones. Es así que demostramos que nuestro amor procede del amor sagrado. Oren por ellos cuando los ayuden. Sin embargo, no descuiden sus responsabilidades con su hogar mientras cuidan de otros. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a amar al prójimo, principalmente a aquellos a quienes no nos sentimos inclinados a amar. Ellos tendrán una vida más abundante según el ejemplo que ustedes les den.  

Dado que Dios quiere que amemos y valoremos a los demás, debemos ver el amor de Dios en nuestro prójimo. Aunque en un principio nos sintamos renuentes a hacerlo, no debemos darnos por vencidos en la práctica expresa de este amor por el prójimo. Pero no debemos sorprendernos si no somos amables y gentiles. Tengan paciencia con los defectos de los demás, pero sobre todo con los suyos propios. Tengan el valor para levantarse después de caerse. No hay mejor manera de crecer en el amor de Dios que comenzar de nuevo una y otra vez y nunca pensar que hemos hecho lo suficiente.

No se preocupen si su labor les da o no el fruto que esperaban obtener, porque no es el fruto lo que se les pedirá. Lo único que se les preguntará es si cultivaron con devoción esas tierras inhóspitas y áridas. No se les preguntará si han cosechado algo, siempre y cuando se hayan esmerado lo suficiente por sembrar las semillas. 

 

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales)

Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario Febrero 13, 2022

Reflexión Salesiana para el Domingo

Sexto Domingo en el Tiempo Ordinario

Febrero 13, 2022

Las lecturas de hoy nos recuerdan todas esas cualidades vitales que reciben todos aquellos quienes siguen las enseñanzas de Dios, y confían en Su bondad. San Francisco de Sales igualmente anota que: “Entre mas grande sea nuestra confianza en Dios, más aumentará la vitalidad de nuestro espíritu. Si vamos a permitir que el amor de Dios opere en nosotros, debemos hacer campo en nuestro corazón para que el Espíritu Santo pueda inundarlo con el amor sagrado. Cuando permitimos que nuestras preocupaciones acarreen ansiedad y miedo, estamos limitando nuestra habilidad de actuar de la forma en que Dios desea que actuemos”.

¿Qué debemos hacer cuando sentimos el deseo de servir a Dios, pero nos falta la fuerza suficiente para poner ese deseo en práctica? Ofrezcámosle este deseo a Dios. El lo renovará cuantas veces sea necesario para así hacer posible que perseveremos en ese anhelo de cumplir con Su Voluntad. Si depositamos nuestra confianza plena en la bondad de Dios, eventualmente nos será otorgada la capacidad de llevar a cabo el deseo de pertenecer a El.

Con esto no estoy tratando de decir que ustedes siempre deben sentir esa determinación de pertenecer enteramente a Dios. Puede que haya muchas veces que nos sintamos renuentes a enfrentar ciertos eventos que se presentan en nuestras vidas, cosas que Dios no desea para notros pero aún así permite que sucedan. No se preocupen si se sienten así, ya que son muy pocas las personas que logran liberarse de estas emociones. Lo que si deben hacer es reconocer constantemente que ustedes pertenecen a Dios, incluso si no siempre sienten que así es. La meta de pertenecer únicamente a Dios es algo que debemos escoger deliberadamente, y mantenernos enfocados en ella. Si nos concentramos en ese objetivo nuestros sentimientos de reticencia se irán transformando gradualmente, a medida que permitimos que el amor de Dios inunde nuestro corazón.

 Depositemos con frecuencia nuestra buena voluntad en manos de Dios, y El renovará nuestra verdadera disposición tantas veces como sea necesario en el transcurso de esta vida mortal. Aquellos que se entregan en paz a la Providencia de Dios se están permitiendo a si mismos ponerse en marcha; como la persona que duerme en un barco que avanza sin detenerse por un mar de tranquilidad. ¡Benditos son aquellos que depositan su confianza en Dios, por que la confianza en Dios aviva el espíritu humano!

 

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).

Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario Febrero 6, 2022

Reflexión Salesiana para el Domingo

Quinto Domingo en el Tiempo Ordinario

Febrero 6, 2022

En las lecturas de hoy escuchamos a Isaías, a Pablo, y a Pedro en el momento en que se dan cuenta de que los pecados que cometieron en el pasado no les impidieron convertirse en verdaderos discípulos de Dios. San Francisco de Sales observa: “No hay duda de que cuando hemos sido desleales con Dios nos queda siempre un sentimiento de vergüenza. Esta vergüenza resulta ser muy buena cuando es utilizada de manera constructiva. La vergüenza sólo es útil si contribuye al establecimiento de una unión íntima entre nuestro corazón y Dios”.

Jamás debemos quedarnos sumidos en la vergüenza, o permitir que nuestro corazón se quede hundido en la tristeza o la inquietud. San Pablo nos enseña que debemos “desechar la naturaleza vieja y ponernos la nueva”.  Debemos revestirnos de Dios y elevar nuestros corazones por medio de una confianza sagrada en El. Los fundamentos de nuestra confianza se hallan en Dios, y no en nosotros mismos. Nuestro bienestar depende de nuestra capacidad total para dejar que sea el Espíritu de Dios quien nos guíe y nos dirija, y nos transforme a través del amor divino.

Aun cuando los santos eran conscientes de sus muchas imperfecciones, estas no les impidieron seguir adelante con la tarea de Dios. Dios dejó indelebles en muchos de sus queridos discípulos las cicatrices de sus inclinaciones malvadas, incluso después de que ellos se convirtieron, pero sólo por su bien. Por ejemplo Pedro, quien tropezó infinidad de veces después de recibir su llamado inicial y fracasó miserablemente en el momento en que negó a Dios.

No podemos pretender hacernos santos de un momento a otro. Poco a poco, paso a paso, debemos ir adquiriendo el dominio de nosotros mismos, algo que a los santos les tomó años poder lograr. Tengan paciencia. Dios nos lleva de la mano y así lleva a cabo muchas obras que requieren nuestra cooperación. Hay árboles que dan fruto cada año, mientras que otros lo dan cada tres años. Contentémonos con saber que Dios nos permitirá dar nuestros frutos tarde o temprano.

La bondad de Dios permite que El tenga toda la voluntad de llevarnos y guiarnos por este largo peregrinaje en la tierra. Aún así, El siempre deseará que nosotros demos pequeños pasos por cuenta propia; haciendo todo lo posible para poner de nuestra parte en la práctica de las virtudes y el cumplimiento de las buenas obras, con la ayuda del amor de Dios.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales)

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario Enero 30, 2022

En las lecturas de hoy de la Primera Carta a los Corintios, San Pablo nos dice lo que significa amar. San Francisco de Sales basó la totalidad de su vida y sus enseñanzas en el concepto del amor:

Por amor vivimos, sentimos y nos movemos. Todos nuestros afectos siguen el rumbo de nuestro amor. El amor es la vida del corazón. Nuestras acciones son un reflejo de nuestro corazón. Aquellos que abren su corazón al amor de Dios, transmiten el amor de Dios cuando actúan. El amor divino todo lo puede y todo lo soporta, cuando permitimos que reine en nuestros corazones. Un corazón que está lleno del amor sagrado vive una vida limpia, saludable, nueva. Esta nueva vida es alegre y vigorizante. Es la unión de la perfección.

El amor de Dios siempre se halla presente en nosotros, pero desafortunadamente nosotros no lo vemos. Como no captamos la presencia del amor de Dios en nosotros, con facilidad lo olvidamos. Entonces nos comportamos como si Dios estuviera muy lejos de nosotros. El amor de Dios se halla presente de forma muy especial en sus corazones y en el centro mismo de su espíritu. Refúgiense de vez en cuando en la soledad de su corazón, aún si están en medio de una conversación o transacción. Hablen con Dios. Las demás personas no pueden perturbar este espacio de soledad mental, dado que ellas no tienen la capacidad de adentrarse en sus corazón; este permanece solamente en presencia de Dios.

Nuestra vida se asemeja al movimiento perpetuo y diverso de las olas del mar. Hay días en que nos mantenemos a flote gracias a la esperanza, y hay veces en que nos hundimos en el temor. Aún cuando todo a nuestro alrededor cambie, nosotros debemos ser como la aguja de la brújula del marinero que siempre apunta a la Estrella del Norte. Nuestra voluntad siempre debe mirar, buscar y aspirar al amor de Dios. No existe nada que nos pueda remover del amor de Dios por que el compromiso que hemos hecho, de nunca renunciar al amor misericordioso de Dios, nos mantendrá firmes incluso cuando enfrentados a los cambios que esta vida nos imponga. No pierdan el coraje, ni dejen que su espíritu se hunda en un mar de contradicciones. Dios jamás dejará de atender sus corazones, por que el amor de Dios es eterno.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario Enero 16, 2022

Jesús vino a crear una nueva humanidad. El da inicio a su ministerio, el de transformar la persona humana, manifestando la bondad de Dios al hacer un milagro durante el banquete. Jesús realiza la transformación del agua durante la fiesta de las Bodas de Caná, cuando se percata de que los recién casados se han quedado sin vino. En otro banquete, celebrado antes de Su muerte, El instituye el sacramento de la Eucaristía para que nosotros podamos ser nutridos y podamos ser como El.

La bondad de Dios, en la Persona de Jesús, se manifiesta ante nosotros durante la transformación del agua en vino y la instauración de la Eucaristía. La presencia de Cristo en nuestras vidas transforma las tibias aguas de nuestro amor, en el vino del amor de Dios. El amor divino nos revigoriza y nos fortalece a lo largo del camino que nos conduce hacia la plenitud, que es Jesús viviente.

En el Evangelio de hoy María, convencida de que Jesús proveerá el vino para los recién casados, le comenta a Su hijo la necesidad que se ha presentado. Del mismo modo, nosotros debemos pedir a Dios con confianza que nos ayude con las necesidades espirituales y temporales que tengamos. En la Plegaria a Dios diariamente pedimos por la llegada del Reino de Dios, y por que se haga la Voluntad de Dios. Pero Jesús también nos dijo que debemos pedir a Dios por el pan de cada día.

Cuando estamos desanimados y nos sentimos desolados debemos plantear a Dios nuestra necesidad con pleno convencimiento de que El nos responderá de acuerdo a nuestras necesidades. Podemos decirle: “Presentarme ante Ti como soy es suficiente. Tu te harás cargo de mis miserias y mis necesidades como Tu lo desees”. Aún cuando Dios nunca nos dará más de lo que nuestro ego desea, tengan la seguridad de que El siempre nos proveerá todo lo necesario para nuestro bienestar. Siempre y cuando nosotros tengamos la disposición para aceptar Su presencia en nuestras vidas.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, específicamente Los Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, ed).

Bautismo del Señor Enero 9, 2022

cuando esto a veces implica un gran esfuerzo para nosotros:

Nuestro Salvador emplea medios insondables cuando nos llama a servirlo, pero siempre lo hace de forma amorosa y diferente. Cuando adoptamos una firme resolución de querer servir a Dios de la forma, y en el lugar donde El nos ha llamado a servir, estamos demostrando que nuestra vocación es verdadera.

Aún si somos firmes, y perseveramos en nuestro servicio a Dios, puede que lleguemos a cometer faltas. También puede que pongamos en duda nuestra resolución de utilizar los medios que han sido puestos a nuestro alcance para servir a Dios. Todos estamos a merced de nuestros sentimientos y de nuestras emociones, y por ende sujetos a altibajos. Pero no debemos preocuparnos si algunas veces sentimos que nos estamos distanciando, o si sentimos desgano en respuesta al llamado a servir a Dios. Es normal experimentar esos altibajos. El que no seamos excesivamente virtuosos no nos hace menos dignos para el servicio. Lo importante es que nos mantengamos firmes aún si sufrimos estos cambios en el estado de nuestro ánimo. Hay ciertas virtudes que sólo pueden ser puestas en práctica cuando atravesamos por dificultades. No es la terquedad de nuestros sentimientos, sino nuestra intención de perseverar voluntariamente en el servicio a Dios, lo que determina la firmeza de nuestro compromiso a amar como Dios desea que amemos.

Un buen músico de cuerda tiene por hábito revisar de vez en cuando las cuerdas de su instrumento por si necesitan ser ajustadas o aflojadas, y así contribuir a que la armonía sea impecable en el momento de la interpretación. Así mismo nosotros de vez en cuando debemos examinar y evaluar todos los afectos de nuestro corazón, para ver si están en sintonía con los deseos y los mandatos de Nuestro Salvador. Fortalezcamos nuestro fervor reafirmando con frecuencia nuestro compromiso a ser los hijos de Dios, quienes han sido llamados a amar divinamente. Vivamos con coraje y seamos fieles a ese sentimiento original y emotivo en nuestros corazones que nos llama a servir a Dios; es así como seremos felices.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales.)

Epifania del Señor Enero 2, 2022

Hoy celebramos la Fiesta de la Epifania, y en el Evangelio de hoy experimentamos la confianza de los Reyes Magos quienes van en busca de la bondad de Dios, presente en el niño Jesús. La capacidad de confiar plenamente en la bondad de Dios es un tema constante en los escritos de San Francisco de Sales:

Los Reyes Magos del Este avanzan con confianza, guiados por la Estrella de David, en busca del infante recién nacido en el pesebre a quien rendirán homenaje. No los deslumbra, ni los embelesa la belleza de la ciudad de Jerusalén, ni la magnificencia de la corte de Herodes. Sus corazones sólo buscan la pequeña cueva en Belén, y a su pequeño Niño. Ellos renuncian decididamente a cualquier otro tipo de placer, para así poder disfrutar con plenitud total de la presencia de Dios en el Niño Jesús.

Acerquémonos a nuestro Salvador que yace en la cuna, y escuchemos las tantas inspiraciones y afectos, y como estos nos van despertando a la bondad de Dios. Puede que haya ocasiones en que nos resulta muy difícil confiar en Dios. Puede que de hecho no sintamos ningún tipo de confianza en El. Pero incluso en medio de estas dificultades todos poseemos el poder suficiente para llevar acabo un simple acto de fe: Podemos decir, “Aún cuando no confío en Ti yo se que tu eres mi Dios, y que yo soy todo tuyo”.

No debemos sentirnos afligidos si esto lo hacemos sin fervor; Nuestro Señor ama este acto aún más cuando es así, ya que lo que están pronunciando nuestros labios en esos momentos es la voluntad de nuestro corazón. Es de esta forma que continuamos progresando en el amor sagrado, en nuestra travesía rumbo a la plenitud. Nuestra confianza debe ser depositada en Dios, quien es inmutable, y no en nosotros que cambiamos constantemente. Nadie puede confiar en Dios sin cosechar los beneficios de esta confianza. Seamos como los Reyes Magos que siguen la Estrella de David: empeñémonos en la búsqueda del amor divino confiando en el amor de Cristo nos hace plenos a cada momento — Cristo, quien guía a todos aquellos que escogen caminar bajo Su radiante luz.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, específicamente los Sermones, L. Fiorelli, Ed).

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario Enero 2, 2022

En las lecturas para hoy, de la Carta a los Corintios, San Pablo dice que los miembros de la comunidad Cristiana tienen diferentes funciones y dones que contribuyen a la unidad de esta comunidad. San Francisco de Sales habla de los dones que nos unen aún en medio de nuestras diferencias:

Como miembros del cuerpo de la Iglesia estamos tan unidos que compartimos nuestro bienestar individual. Incluso los enfermos que aún a pesar de sus padecimientos son constantes, admirablemente, en la práctica de las virtudes, están contribuyendo al bienestar de la comunidad. Nuestro Salvador desea que el amor sagrado nos una. Como miembros vivientes de Jesucristo y de la Iglesia, los frutos de nuestra labor son distribuidos, y benefician a todos aquellos con quienes estamos ligados por medio del amor sagrado. Para hacer un vino se exprimen muchas uvas. Muchos granos de trigo son molidos y amasados para hacer una hogaza de pan. Compartir la Eucaristía juntos es un regalo y es la fuente de nuestra unión, por que la Eucaristía nos une como hijos de Dios.

Debemos valorar inmensamente los dones que hemos recibido de parte de Dios y hacer nuestro mejor esfuerzo por obtener el bienestar de todos. Puede que esto sea difícil a veces. Puede que muchas veces tengamos dudas en cuanto a si aceptamos las responsabilidades que nos han sido encomendadas. Aún así, y con sencillez en nuestro corazón, debemos decir “yo todo lo puedo en Dios quien me da fortaleza”. Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer: sin preocuparnos por cuán grande es la tarea encomendada, el tiempo que requerirá, o las muchas demoras que se nos puedan presentar. Por que el Espíritu Santo, que habita en nosotros, hace que nuestras frágiles obras reflejen la grandeza del amor de Dios que nos une a todos.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).

La Sagrada Familia Diciembre 26, 2021

En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús decir a María y a José que Su lugar está en “casa de su Padre”, aún cuando él continua obedeciéndolos a ellos como sus padres. San Francisco de Sales observa:

Dios nos acerca a él por medio de atracciones especiales. Si la atracción viene de Dios, los conducirá por la senda de la “obediencia amorosa”. La obediencia amorosa hace que asumamos un mandato con amor, sin importar cuán difícil sea, en cumplimiento con la voluntad de Dios. Entonces deseamos que Dios se haga cargo de nuestros afectos y nuestras acciones, y que los moldee. Ciertamente el seguir por esta senda los llevará a cosechar bendiciones.

En las escrituras Jesús frecuentemente nos dice que El no vino a la tierra a hacer su voluntad, sino a cumplir con la voluntad del Padre. Durante su vida como mortal Jesús obedeció a sus padres y a otros con amor. Nuestro Salvador ahora nos pide que imitemos esa misma obediencia amorosa que El demostró, no sólo para con la voluntad Divina, sino también hacia sus padres en la tierra. José y María recibieron una gran dicha por que lo ayudaron, y porque pudieron permanecer constantemente en presencia Suya.

¿Qué es lo que hace que nuestro estado de ánimo cambie y que no sea constante a la hora de servir y amar a Dios? Es la diversidad de nuestros deseos. Los cambios constantes de nuestro estado de ánimo son resultado de la desmesura de nuestros deseos. El amor Sagrado sólo tiene un deseo: amar y servir a Dios; quien desea que nuestro espíritu este tranquilo, y que podamos experimentar en este mundo un leve anticipo de lo que será la dicha eterna.

El equilibrio mental, y de nuestro corazón es la virtud que más necesitamos para poder lograr la estabilidad de nuestro estado anímico, y que esto nos conduzca por la senda de la santidad. Una forma de lograr el equilibrio mental y de nuestro corazón en nuestras vidas, es crear una rutina de oración mental y otras actividades que contribuyan a mantener nuestro bienestar: comer, dormir y hacer ejercicio. Cumplan fielmente con los deseos y los mandatos de Dios, del mismo modo en que las abejas cumplen con su reina. De esta forma podrán cumplir firme e inquebrantablemente con la resolución de amar la voluntad de Dios como lo hiciera Jesús: constantemente, con coraje, con resistencia y con ardor. (Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales, especial Oeuvre: Entretiens).

María. Madre de Dios Enero 1, 2022

María ha sido llamada Madre de Dios porque ella es “madre del divino redentor”. Ella concibió, dio a luz y crió al Hijo de Dios aquí en la tierra. Ella es la más grande entre todos los santos, superada sólo por Su Hijo.

María desempeña un papel único en la historia de nuestra salvación. El que ella hubiese aceptado, sin sombra alguna de duda, la Voluntad de Dios en el momento de la Anunciación, ha tenido un efecto favorable para la totalidad de la familia humana. Ella dio Vida a toda la familia humana. Dado que ella es la Madre del Hijo de Dios, Madre de la Iglesia, y nuestra Madre, quien nos entregó a su Hijo, es más que apropiado que la honremos de forma especial.

Hoy es un día apropiado para honrar a María, quien ocupa el primer lugar entre todos los santos, y quien ha dado a luz al Gran Pacificador para el beneficio de la familia humana.

Bendición

Señor, hijo de María, has de nosotros, como familia humana que somos, un instrumento de tu paz:

• Que donde exista el odio, demostremos amor.

• Que donde haya herida, demostremos perdón.

• Que donde haya duda, demostremos fe.

• Que donde haya oscuridad, haya luz.

• Que donde haya tristeza, se de la dicha.

• Permite que busquemos consolar, más que recibir consuelo,

• Que seamos comprensivos, más que buscar que se nos comprenda, que amemos, en vez de buscar ser amados.

• Por que dando recibimos.

• Perdonando es que somos perdonados,

• Y es con la muerte que nacemos a la vida eterna.

Amén.

Cuarto Domingo de Adviento Diciembre 19, 2021

En el Evangelio de hoy escuchamos a Isabel declarando que María ha sido bendecida, al haber sido elegida para ser la madre de nuestro Señor. San Francisco de Sales dice:

Cuando Isabel declara a María como bendita, María afirma que en realidad ha sido bendecida ya que toda su felicidad proviene de Dios. Dios observa a María en toda su humildad y la exalta. María, en su humildad, se siente sobrecogida ante la maravilla de que Dios la ha hecho madre de Jesús.

Un amor lleno de exaltación hacia Dios y hacia los demás, al mismo tiempo que una humildad profunda, son los sentimientos que se agolpan de manera especial en el corazón de María. La humildad permite que María experimente la inmensa e inexhaustible profundidad de la bondad de Dios. Después de experimentar la inmensidad del amor de Dios, se percata de cuán diminuta es ella ante la sublimidad de Dios. Entonces actúa inmediatamente impulsada por su amor hacia El, diciendo: Hágase en mí según Tu palabra. Al dar su consentimiento a la voluntad de Dios, María nos da una muestra del acto de caridad mas grande que se pueda concebir. Porque en el instante en que ella accede, la Palabra Divina se hace carne. Y María, llena de una gracia infinita, desea el amor de Dios para el mundo entero.

Al igual que en el caso de María, el primer fruto que nos brinda la gracia de Dios es la humildad. La humildad nos permite experimentar el amor infinito de Dios. Al mismo tiempo, la humildad hace que nos percatemos de cuán limitada es nuestra capacidad de amar a Dios y a los demás. Mientras la gracia hace que nos inclinemos hacia la excelencia del amor divino de Dios, la humildad hace que podamos ver cómo Su amor purifica profundamente nuestro corazón ante El y sus criaturas. Al igual que en el caso de María, el amor de Dios en nosotros hace que amemos a los demás. ¡Qué buena señal es la humildad de corazón en la vida espiritual! Si somos humildes, y accedemos a que la voluntad de Dios se haga en nuestras vidas, nosotros también podemos dar a luz al Niño Jesús en nuestro corazón. Hacer a un lado los deseos de nuestra voluntad es doloroso. Pero vale la pena depositar nuestra confianza plena en la obra de Dios en nosotros, para así poder dar a luz a Cristo en nuestro corazón. Muy seguramente nuestro Salvador divino, con nuestro consentimiento, nos bendecirá eternamente y nos introducirá a la vida eterna.

(Sermones de San Francisco de Sales, L. Fiorelli, Ed.; San Francisco de Sales, Oeuvres.)

Vigilia de la Natividad Diciembre 24, 2021

Esta noche es la vigilia de la natividad, y por ello hoy reflexionamos acerca del misterio del nacimiento de nuestro Señor. San Francisco de Sales comparte con nosotros sus pensamientos sobre la natividad:

Cuando alguien pretende construir una casa o un palacio primero debe considerar quién será la persona que ocupará este lugar. Obviamente el arquitecto utilizará diferentes planos dependiendo del estatus social del futuro habitante. Así mismo sucedió con el Arquitecto Divino. Dios creó el mundo para la encarnación del Hijo. Desde toda la eternidad, la sabiduría divina previó que la Palabra asumiría nuestra naturaleza al momento de su llegada a la tierra. Para lograr este objetivo Dios escogió a una mujer, la sagrada Virgen María, quien dio a luz a nuestro Salvador.

Por medio de la Encarnación Dios nos hizo ver aquello que la mente humana difícilmente hubiese podido imaginar o entender. El amor de Dios por la humanidad es tan inmenso, que una vez se hizo humano deseó llenarnos a todos de divinidad. Dios quiso coronarnos con la bondad y la dignidad divina. El deseó que nosotros fuéramos hijos de Dios.

Nuestro Salvador vino a este mundo para enseñarnos qué debemos hacer para poder preservar la divina semejanza de Dios en nosotros, la cual El ha reparado y embellecido completamente. Con suma seriedad debemos reunir todo nuestro coraje para vivir según quienes somos. Nuestro Salvador vino a enseñarnos cómo vivir según la razón, y a enseñarnos cómo dominar el desorden de nuestros amores. El estaba totalmente lleno de bondad y misericordia para con la familia humana. Muchas veces cuando los pecadores más empedernidos han llegado ya al punto de vivir como si Dios no existiera, Nuestro Salvador permite que ellos encuentren Su Corazón lleno de compasión, y de misericordia para con ellos. Todos aquellos que han pasado por esta experiencia mantienen un sentido de gratitud asociada a ella. Es Jesús a quien debemos dar forma, y dar a luz en nuestros corazones. El divino Niño vale todo aquello que tengamos que soportar para poder traerlo al mundo. (Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales.)

Tercer Domingo de Adviento Diciembre 12, 2021

En las lecturas del Evangelio de hoy continuamos escuchando las palabras de Juan Bautista quien nos urge a la conversión. El nos dice que debemos compartir nuestra abundancia, que debemos hacer uso del sentido de la integridad en el transcurso de nuestras actividades diarias, y que debemos saber con certeza quiénes somos y quién es nuestro Mesías. San Francisco de Sales dice:

Juan Bautista ama demasiado la verdad como para dejarse llevar por la ambición. El va informando a quienes han venido a verle que él no es el Mesías. El nos dice que debemos examinar nuestras acciones y, en ese proceso, reformar aquellas que no encierran buenas intenciones y perfeccionar aquellas que si las tienen.

Juan Bautista era una piedra firme. El era un hombre poseído por una estabilidad inquebrantable en medio de circunstancias cambiantes. El tiene el coraje para admitir quien es. Aquel que se conoce a si mismo verdaderamente jamás se molesta cuando es apreciado y tratado por lo que es. Cuando Dios nos otorga la luz para que podamos conocernos como somos realmente, esta es una señal de un gran proceso de conversión interior. Ser un cristiano es el título mas hermoso que podemos dar a los demás. Aun así, no es suficiente que seamos llamados cristianos. Debemos vivir de una forma que haga posible reconocer claramente en cada uno de nosotros a una persona que ama a Dios con todo su corazón. Alguien que cumple con los mandamientos y que frecuenta los sacramentos, alguien que hace cosas que son dignas de un verdadero cristiano.

Cuando nos sabemos amados nos sentimos obligados a corresponder a ese amor. Esto mismo sucede cuando vivimos nuestra vida en Cristo. El amor sagrado de Cristo nos presiona de un modo especial para que nosotros compartamos nuestra abundancia con los demás. La compasión hace que compartamos los sufrimientos, los dolores y las aflicciones de aquellos a quienes amamos. Madres y padres sufren a causa de las aflicciones de sus hijos. Entre más aumenta nuestro amor por alguien, más profunda se hace nuestra preocupación por su bienestar. Lo acompañamos en su sentimiento, bien sea de alegría o de tristeza. Nuestro objetivo es actuar con una única intención: ajustarnos a la imagen verdadera de Dios en nosotros. Por que la razón por la cual Jesús vino al mundo fue para mostrarnos nuestro yo verdadero en Dios. (Adaptado de los escritos de San Francis de Sales).

Segundo Domingo de Adviento Diciembre 5, 2021

En el Evangelio de hoy escuchamos las palabras de Juan el Bautista, quien nos urge a que nos preparemos para la llegada de Jesús. San Francisco de Sales nos pide que comencemos esta labor en nuestro corazón:

Nuestro corazón es la fuente de nuestras acciones. Nuestras acciones reflejan la forma verdadera de nuestro corazón. Quien haya ganado el corazón de una persona lo ha ganado a él o a ella en su totalidad. Aún así ese corazón, el cual deseamos sea nuestro punto de partida, ha de ser instruido. Juan el Bautista desea que llenemos de fe y de esperanza nuestros temerosos corazones. Existen ciertos miedos y ansiedades que, cuando se desbordan, perturban el corazón dejándolo desmoralizado. Pero estos son zanjas y valles que debemos llenar con la confianza y la esperanza derivada de nuestra preparación para la llegada de nuestro Señor.

Construyan caminos verticales. Los caminos llenos de recovecos fatigan y terminan despistando al viajero. Debemos rectificar nuestro camino confiando en que Dios nos proveerá toda la ayuda necesaria para que logremos adquirir una buena disposición. No se desanimen. Hagan todo lo posible por desarrollar un espíritu de compasión. No me cabe la menor duda de que Dios los lleva tomados de la mano. Si Dios permite que se tropiecen en un momento determinado, es sólo para que ustedes sepan que si El no los llevara tomados de la mano se habrían caído. Es de esta forma que aprendemos a estrechar la mano de Dios con más fuerza.

No es posible para nosotros hacer que nuestro corazón sufra una transformación total de un momento a otro. Necesitamos tener paciencia. Si se esfuerzan fielmente en la práctica de la paciencia Dios se las otorgará. Debemos ser como el capitán que aún timoneando su buque mantiene siempre un ojo fijo en la aguja de la brújula. Debemos tener una única intención, y esa debe ser complacer a Dios. Pongamos atención a la Palabra de Dios y asimilémosla bien. Qué agradable es reflexionar sobre nuestro Salvador. El poseía una ecuanimidad perfecta de espíritu que brillaba intensamente en medio de toda clase de circunstancias cambiantes. Qué placentero es poder encontrar una persona con tan buena disposición. Aquellos que llevan a Jesucristo en su corazón muy pronto lo llevaran también por todos sus caminos.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales).

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (noviembre 28, 2021)

Enfasis Sugerido

"Se vigilante en todo momento."

Perspectiva Salesiana

Las lecturas del día de hoy transmiten un sentimiento de anhelo y de expectativa. Las lecturas del día de hoy hablan de la anticipación de una promesa divina que ha sido cumplida; un día en que la justicia de Dios estará disponible para todo el mundo, y no solo para unos cuantos que han sido elegidos. Las lecturas hablan de nuestra necesidad de mantenernos alerta para que el día en que el cumplimiento de esa promesa llegue no estemos desprevenidos.

Nosotros los cristianos creemos que el cumplimiento de esta esperanza es la encarnación de la persona, el poder y la promesa de Jesucristo.

Jesús es la justicia de Dios. Jesús es “el Señor, nuestra justicia.” Jesús aprovechó todas las oportunidades que se le presentaron para transmitir a otros la paz, el amor, la reconciliación, la verdad – en resumen, la justicia – del Dios viviente.

Como seguidores de Jesús, la vigilancia que practicamos no se limita a esperar el cumplimiento de una promesa final y lejana. No, nuestra vigilancia debe estar basada en nuestra capacidad para aprovechar las innumerables oportunidades que tenemos cada día para transmitir algo de la justicia de Dios, y la identidad de Cristo, en nuestras relaciones con los demás.

La temporada del Adviento nos reta a identificar todo aquello que sea una distracción en nuestra vida, todo aquello que haga que nos sintamos “mareados” o cansados de hacer lo que es correcto y bueno a los ojos de Dios. La temporada de Adviento nos reta a deshacernos de aquellas preocupaciones y ansiedades que reducen nuestra habilidad para asumir el reto que Jesús nos ofrece para ser modelos de su justicia a los ojos de nuestros hermanos y nuestras hermanas. El Adviento nos llama a reconocer que nosotros ya no estamos esperando a que el Reino de Dios reclame su legitimo lugar en nuestros corazones: por el contrario, el Reino de Dios espera que cada uno de nosotros hagamos lo que debemos hacer para cumplir su promesa en las vidas de los demás.

Se vigilante en todo momento, de qué sirve tener buenas intenciones “conducirnos de forma que complazca a Dios” si desperdiciamos las incontables oportunidades que tenemos cada día, a cada momento, de ayudar a los demás cuando nos necesitan?

Primer Domingo de Adviento Noviembre 28, 2021

En el Evangelio de hoy Jesús nos exhorta a vivir una vida de santidad para que así tengamos oportunidad de experimentar la gloria de Su llegada. Este es un llamado a la conversión de nuestros corazones. San Francisco de Sales hace la siguiente observación al respecto:

Es muy probable que en el momento en que ciertas personas se percaten de que ustedes han decidido llevar una vida de santidad, ellos (o ellas) digan que ese deseo de conversión no es más que hipocresía, intolerancia y artimañas. Puede que digan que el mundo se ha vuelto en contra de ustedes, y que es a causa de este desaire que ustedes han decidido volver a Dios. Habrá amigos que les dirán que esa decisión los va a llevar a la depresión, que va a afectar su reputación, que resultará insoportable al final, incluso, que la vida en sus hogares se verá afectada. Todo esto son simples tonterías. Hay gente que dedica horas enteras a jugar juegos y escasamente se percatan de ello. Pero si de pronto se dan cuenta ustedes le dedican una hora a la meditación, o que se levantan un poco más temprano de lo acostumbrado para orar, inmediatamente todo el mundo asume que algo les debe estar pasando. Debemos mantenernos firmes en nuestra resolución de vivir y ser fieles al amor de Dios.

Cuando nos decidimos a cambiar de actitud, al principio todo resulta un poco extraño porque todo es nuevo. Cuando nos percatamos de que la montaña de la perfección Cristiana es sumamente alta, la primera pregunta que nos hacemos es, “Oh Dios, ¿cómo voy a hacer para escalarla?” Tengan coraje; todos esos sentimientos desaparecerán, y ustedes recibirán incontables bendiciones.

Todos nosotros somos como abejas jóvenes que vuelan por entre flores, montañas y colinas cercanas en busca de miel. Poco a poco, a medida que se alimentan de la miel que las abejas mayores preparan, las abejas jóvenes se hacen más fuertes, sus alas se desarrollan, y esto les permite volar distancias más largas en busca de comida. Igual sucede con nosotros. Al principio no podemos volar tan alto como teníamos planeado, ósea, no podemos ser santos inmediatamente. Pero a medida que nuestros deseos y nuestras resoluciones comienzan a tomar forma, y que nuestras alas comienzan a crecer, nuestra esperanza es que algún día podremos volar muy alto. Sigamos los consejos de los santos que vivieron antes que nosotros y oremos a Dios para que nos otorgue alas; no solo para poder volar muy alto en el presente, sino para que también podamos encontrar reposo en la eternidad que aún está por venir.

(Adaptación de la Introducción a la Vida Devota de San Francisco de Sales.)

Primer Domingo de Adviento 28 de noviembre de 2021

En el Evangelio de hoy Jesús nos exhorta a vivir una vida de santidad para que así tengamos oportunidad de experimentar la gloria de Su llegada. Este es un llamado a la conversión de nuestros corazones. San Francisco de Sales hace la siguiente observación al respecto:

Es muy probable que en el momento en que ciertas personas se percaten de que ustedes han decidido llevar una vida de santidad, ellos (o ellas) digan que ese deseo de conversión no es más que hipocresía, intolerancia y artimañas. Puede que digan que el mundo se ha vuelto en contra de ustedes, y que es a causa de este desaire que ustedes han decidido volver a Dios. Habrá amigos que les dirán que esa decisión los va a llevar a la depresión, que va a afectar su reputación, que resultará insoportable al final, incluso, que la vida en sus hogares se verá afectada. Todo esto son simples tonterías. Hay gente que dedica horas enteras a jugar juegos y escasamente se percatan de ello. Pero si de pronto se dan cuenta ustedes le dedican una hora a la meditación, o que se levantan un poco más temprano de lo acostumbrado para orar, inmediatamente todo el mundo asume que algo les debe estar pasando. Debemos mantenernos firmes en nuestra resolución de vivir y ser fieles al amor de Dios.

Cuando nos decidimos a cambiar de actitud, al principio todo resulta un poco extraño porque todo es nuevo. Cuando nos percatamos de que la montaña de la perfección Cristiana es sumamente alta, la primera pregunta que nos hacemos es, “Oh Dios, ¿cómo voy a hacer para escalarla?” Tengan coraje; todos esos sentimientos desaparecerán, y ustedes recibirán incontables bendiciones.

Todos nosotros somos como abejas jóvenes que vuelan por entre flores, montañas y colinas cercanas en busca de miel. Poco a poco, a medida que se alimentan de la miel que las abejas mayores preparan, las abejas jóvenes se hacen más fuertes, sus alas se desarrollan, y esto les permite volar distancias más largas en busca de comida. Igual sucede con nosotros. Al principio no podemos volar tan alto como teníamos planeado, ósea, no podemos ser santos inmediatamente. Pero a medida que nuestros deseos y nuestras resoluciones comienzan a tomar forma, y que nuestras alas comienzan a crecer, nuestra esperanza es que algún día podremos volar muy alto. Sigamos los consejos de los santos que vivieron antes que nosotros y oremos a Dios para que nos otorgue alas; no solo para poder volar muy alto en el presente, sino para que también podamos encontrar reposo en la eternidad que aún está por venir.

(Adaptación de la Introducción a la Vida Devota de San Francisco de Sales.)

CRISTO EL REY (noviembre 21, 2021)

Enfasis Sugerido

“Su reino es un reino eterno del cual nadie puede despojarlo; su reinado jamás podrá ser destruido”

Perspectiva Salesiana

Hoy celebramos el reinado de Cristo, el poder de Cristo, el carácter real de Cristo. A diferencia de los reyes terrenales, el reino de Cristo, como hemos escuchado en la lectura del Libro del Profeta Daniel, es un reino eterno. A diferencia del de otros reyes, el reino de Cristo nunca dejará de ser.

¿Qué clase de rey es Dios? ¿De qué forma es único su reino en comparación con el de otros monarcas? Para responder estas preguntas leemos las palabras que San Francisco de Sales ofreció en una conferencia sobre “la esperanza” a las Hermanas de la Visitación en 1620. La ocasión era la celebración de la fundación de otra comunidad de Visitación (alrededor de 80 comunidades fueron establecidas para cuando Santa Juana de Chantal falleció en 1641):

“Siempre tendremos sólo uno y un único rey: nuestro Señor crucificado, y bajo su autoridad vivirán seguros y a salvo donde quiera que estén. No teman que les pueda hacer falta algo, por que mientras lo escojan a él por encima de cualquier otro rey, él siempre estará con ustedes. Preocúpense por crecer en el amor y en la fidelidad a la divina bondad de Cristo, manteniéndose siempre lo más cerca que puedan a él, y verán que todo les saldrá siempre bien. Aprendan de él todo lo que deben hacer. No hagan nada sin su consejo. Este rey es el amigo fiel quien los guiará y los gobernará y los cuidará como, con todo mi corazón, le suplico yo a él que lo haga”.

Aquí no existe un dictador benévolo. Ni un tirano benévolo. Ni un monarca que con su poder subyuga a los demás. Ni un líder a quien sólo le interesa él mismo y quien consolida su riqueza o influencia a costa de los demás.

Cristo es un rey crucificado. El es un monarca que ofrece su vida por los demás. Su reino está al servicio de las necesidades de los demás. Su prestigio sirve de guía y da esperanza a los demás. Su reino provee consejos sensatos. Su estado ha sido fundado en base a la amistad fiel y amorosa.

Francisco de Sales acierta (como muchas veces lo ha hecho) cuando escribe en su Introducción a la Vida Devota, que: “No perdemos nada si vivimos de forma generosa, noble, cortés, y que nuestros corazones sean reales, justos y nobles” (Parte II, Capítulo 36).

Al igual que Cristo nosotros hemos sido llamados a usar el poder que Dios nos ha dado, y la promesa de atender las necesidades de los demás. Al igual que Cristo, nuestro “derecho divino” y real, exige que nos amemos los unos a los otros con “un corazón real, justo y noble”.

“¿Cómo estamos haciendo uso del “derecho divino” que como hijos e hijas de Dios nos corresponde?”